La impotencia corría por las venas de Leonardo al ver el estado en el que Ángel se encontraba. Su cuerpo parecía sufrir los efecto de lo que fuera que Máximo le había administrado. Su frente estaba perlada por el sudor y el esfuerzo que hacía para mantener el control de sus necesidades. Habían logrado salir del territorio de Donato gracias a las indicaciones de Ángel antes de desmallarse. Leonardo había sido consciente de que no llegarían lejos, sus hombres habían escapado por rumbos diferentes y el estado de Ángel le había preocupado de sobremanera. Rentar una habitación en un hotel de mala muerte era su única opción.
—Vete —pidió, sus dientes estaban apretados. No deseaba que Leonardo presenciara su pérdida de control, estaba por rogarle que la despojara de toda prenda y le hiciera suya para calmar la necesidad nacida de sus entrañ
—¿Todo bien? —Renata había estado ansiosa por la reunión de Leonardo y Smith, había visitado el baño más de una vez debido a las náuseas que los nervios le causaban.—¿Por qué Renata? ¿Por qué de todos tenías que ser tu quien me traicionara? —El rostro de Leonardo era tan frío que parecía haber sido esculpido en piedra.—Tenía que hacerlo —se alejó dos pasos de su marido.— Tenía que pensar en mi hijo Leonardo, no quiero esta vida para él, no quiero a un grupo de socios pidiendo su cabeza cuando tú no estés, ni sicarios buscando terminar con su vida por un precio miserable —sollozó—No tenías derecho a negociar tu seguridad por ella —los ojos de Renata brillaron con furia.—¿Es ella más importante que tu hijo? —pregunt&o
—Ángel —se detuvo al escuchar la voz de Leonardo.—Señor Ferrara —su voz sonó fría—¿Estás molesta? —preguntó. Sabía que era así, se había marchado y no había sido capaz de decirle personalmente que estaría a cargo.—En lo absoluto señor, ¿Puedo ayudarle en algo? —Leonardo arrugó la frente ante el tono empleado por ella.—Necesitamos hablar —se acercó un paso, el mismo que ella se alejó.—Me parece que si no es de trabajo, no tenemos nada que hablar señor —apretó su puño, Ángel podía ser irritable cuando se lo proponía.—Me reuniré mañana por la noche con los cabecillas que aún están conmigo —ella esperó—¿Hay algo en especial que necesite? &mdash
Ángel tenía la sensación de que algo iba mal con Leonardo, su cuerpo parecía tenso y se había distanciado de ella. El plan estaba siendo armado por el hombre presente. Fue excluida con premeditación aun así sólo tenía que esperar ¿Por qué? Podía marcharse, ella ya no tenía dueño, había roto con Donato toda relación, aunque él insistiera en traerla de vuelta, Jaramillo debía ser un tema terminado, había sido Leonardo quien fallará al intentar asesinarlo. “Te enamoraste” gritó su conciencia ¿podía negarlo? Necesitaba hacerlo. Bastaba ver la preocupación por su esposa e hijo para saber que ella sólo había sido una más en su cama.⧓⧓⧓⧓—¿Qué har&aa
Leonardo Ferrara, único heredero del imperio del narcotráfico, un hombre que lo tenía todo: dinero, prestigio y una hermosa esposa a quien no conocía realmente.—Escúchame por favor —Renata pidió desesperada—Me has mentido, me has vendido, me has traicionado, no tengo nada que escuchar de ti Renata Jaramillo —cerró los ojos, había pasado una semana desde aquel fatídico día, una semana desde que perdió a Ángel para siempre. Ella estaba muerta y él era su asesino. La había traicionado, entregándola a Máximo para rescatar a una traidora como Renata.—Me obligaste a hacer cada maldita cosa que hice, me prometiste dejar todo esto atrás, nunca me cumpliste —gritó enojada por la actitud de su marido—Me viste la cara de estúpido por mucho tiempo Renata no más —dijo girá
Los disparos salieron de la nada, había sido tomado de sorpresa y se maldecía por su descuido.—¡Leonardo! —Renata gritó desde un rincón de la biblioteca, estaba agachada para evitar ser alcanzada por las balas.—Corre hacia la habitación, sabes lo que tienes que hacer allí —gritó mientras disparaba en respuesta, estaba seguro que le superaban en hombres, no sabía quién era el responsable de orquestar este ataque y no tenía tiempo de averiguarlo tampoco, sus relaciones habían quedado dañadas y su imperio estaba sobreviviendo prácticamente sólo.—¡Ferrara! ¡Sal y da la maldita cara! —la voz inconfundible de Donato Quintero, se hizo escuchar desde el jardín.—¡Sal si eres hombre! —sabía el motivo por que Donato estaba aquí Ángel, la hermosa Ángel, cerr&oac
Lucia Cárdenas sonrió al ver a su hijo correr por el pequeño jardín de la casa que había comprado hace un año atrás. Cerró los ojos cuando pequeños fragmentos de su pasado amenazaron con llegar a su mente, no los necesitaba su vida empezó el día que Luciano llegó al mundo y lo sostuvo por primera vez entre sus brazos. Había vuelto a nacer con la llegada del niño, después de su última misión, Ángel había muerto y su pasado con ella.—Pago por cada uno de tus pensamientos —Alonso dejó un beso sobre su cuello, mientras sus manos rodeaban su estrecha figura.—¿No temes quedarte pobre? —bromeó, todo esto era nuevo para ella, hacía un años había conocido a Alonso era el antiguo propietario de la casa, su relación fue de amigos al principio y luego habían sido amigos
Lucía Cárdenas, Leonardo se pasó una mano sobre su cabello, no podían ser tan parecidas y distintas a la vez. —¿Desde cuándo la conoces? —Apartó la vista del ventanal, había observado a “Lucía” jugar con el niño que lo acompañaba, era imposible que fueran personas diferentes eran idénticas y sus gestos, no podía ser una mera casualidad. —¿A Lucía? —Alonso preguntó, no sabía exactamente cuál era el tema de conversación, habían estado hablando sobre ejemplares y ahora él preguntaba algo totalmente fuera del tema. —Sí —La conocí hace poco más de un año, tenía una pequeña casa en venta y ella pareció interesada, después de algunas reuniones ella se quedó con la casa y yo con ella —sonrió —¿Tu esposa? —preguntó con un nudo en la garganta, si Lucía y Ángel, eran la misma persona de cualquier manera la había perdido. —No, pero es lo que más deseo, convertirla en mi esposa es un reto, ella no cree mucho en el matrimonio y el amor —sonrió, mien
Leonardo permaneció en su auto el resto de la noche, el temor de que Ángel tomará al niño y se fuera lejos de nuevo, le llenaba de terror, no estaba listo para perderla de nuevo. Había pasado cinco años con la duda en su corazón de si vivía o no. Cinco largos años de culpas, cinco años pensando en ella…⧓⧓⧓⧓Lucía, observó la camioneta de Leonardo estacionado en las afueras de su casa, suspiró, había imaginado que no se marcharía fácilmente ¿Qué podía hacer? Había admito ser Ángel la noche anterior, de nada serviría negarlo a un hombre que… la conocía perfectamente bien. Abrió la puerta y salió decidida a echarlo de una u otra manera.—¡Despierta! —golpeó el capó del auto, afortunadamente había llevado a Luciano a donde la vecina a cinco