epilogo
Al fin, hoy es el gran día. Hoy me caso con el amor de mi vida. Ya contaba los días y las horas para casarme con Max, y ahora estoy en casa con varias personas encargándose de ponerme hermosa.

- Carol, ¿dónde está Salvador? – miro a Carol, que no deja de comer dulces, lo que me causa risa, ya que desde que se enteró de que está embarazada no ha dejado de comer dulces. – Dios, Carol, deja de comer tanto dulce, le hará daño a la criatura.

- Tú no te metas, Lia, deja que coma mis dulces – ruedo los ojos, ya que nunca me hará caso.

- ¿Dónde está mi hijo?

- Está con su padre, Max se está encargando de él. – Bueno, confío en el buen gusto de mi marido, sé que no pondrá a mi bebé como si fuera un payasito vestido con diferentes colores. En ese momento, entra mi padre y, cuando me ve, puedo ver cómo sus ojos se cristalizan, pero rápidamente parpadea para que no lo vea llorar.

- Mi niña, estás hermosa – me da un abrazo y yo lo correspondo.

- Gracias, papá – nos sentamos en un sillón grande mien
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