capitulo 3

Salgo del pasillo con la rabia a flor de piel; quería matar a Máximo y a esa zorra. Él prometió serme fiel, aunque esto sea una farsa.

—Querida, aquí estás —dice Teresa, pero al ver mi cara, su mirada muestra preocupación—. ¿Estás bien? Estás un poco pálida.

—Sí, Teresa, estoy de maravilla —trato de sonar lo menos irónica posible, pero es inútil, ya que Teresa lo nota.

—No creo que sea así. Parece que algo te molestó. ¿Fuimos nosotros? —Mierda, ahora va a pensar esta bella señora que es por ella, cuando todo es culpa del imbécil de su hijo, que no es capaz de cumplir sus promesas.

—Oh no, señora, ustedes se han portado de maravilla, es solo que...

En ese momento aparecen Laura y Máximo juntos; o sea, tienen el maldito descaro de aparecer juntos. Por lo menos deberían disimular.

—¿Estás bien? Te veo algo pálida —dice Máximo, intentando tocarme, pero yo me alejo.

—Quiero ir a casa —este parece no entender la situación, pero asiente.

—Madre, padre, ya nos vamos —estos se despiden de mí y veo de lejos cómo la zorra le pasa un papel a Máximo, le guiña un ojo y luego salimos de la casa y entramos al auto. Ninguno de los dos habla, tornando incómodo el ambiente.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás seria?

—¿Yo? Estoy perfecta, mejor que nunca —digo en tono irónico.

—Oye, no me hables así, respétame —me río como loca y le suelto enojada.

—¿¡Tú estás pidiendo respeto!? Tú no te mereces mi respeto.

—¿¡Pero qué mierdas te pasa!? —grita, ya enojado.

Pero qué descaro; la que debería estar así soy yo.

—Pasa que tú eres un maldito mentiroso que no es capaz de cumplir tus malditas promesas.

—¿A qué te refieres?

—¿Qué tal la follada con tu primita, mi amor? —cuando digo eso, la cara de Máximo cambia y se torna pálida.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Sorprendido?

—¿Nos viste?

—Claro, escuché todo lo que dijiste, pero tranquilo, no me quedé para ver cómo te la follabas. —Llegamos a casa, bajando del carro sin importar que este me llamara.

—¡Maldita sea, Lia, te estoy hablando! —toma mi brazo y me detiene.

—¿Qué quieres?

—Lo de Laura fue un error que no...

—Lo callo antes de que me mienta más.

—Deja de decir tanta m****a, ¿acaso no te cansas de mentir? Deja de verme la cara de estúpida.

Me suelto de su agarre y subo a la habitación, tirándome en la cama grande y dejando que mis emociones fluyan.

—No dejaré que nadie más pase por encima de mí, ni siquiera mi querido esposito. Si se quiere comer a esa zorra, yo también me conseguiré un amante —y con ese pensamiento me quedo profundamente dormida.

A la mañana siguiente, me levanto, me doy una ducha, ya que hoy tengo deseos de salir y despejarme un poco.

Bajo a desayunar y ahí lo veo tomando su café de la mañana, pero como estoy tan enojada, lo ignoro olímpicamente.

—Hola, Rosa, ¿me das mi desayuno, por favor?

—Hola —Máximo me habla, pero yo lo ignoro—. Vamos, Lia, no seas infantil —cuando dice eso, siento cómo la rabia me sube; sin pensarlo, tomo mi jugo de naranja y se lo tiro en su perfecto traje.

—¿¡Esto te parece infantil!? —su cara muestra furia por eso; antes de que diga algo, salgo de la casa, no sin antes escuchar sus gritos.

Termino en un centro comercial mirando algunas cosas, aunque no compro nada. Creo que ver ropa me ayuda a despejarme, pero de un momento a otro choco con algo bastante duro.

—Oh, lo siento, yo... —me quedo embobada al ver al hombre tan guapo que acabo de encontrar: pelo negro, ojos grises, alto, piel morena y con un cuerpo de infarto.

—Tranquila —dice, regalándome una sonrisa que me encandila.

—Soy algo torpe caminando —este sonríe y niega.

—No creo. ¿Cómo te llamas?

—Lia, ¿y tú?

—Edward, es un placer conocerte —toma mi mano y deposita un beso en ella. Qué caballero.

—Lo mismo digo.

—Dime, ¿me aceptarías un café? —No creo que sea correcto, pero bueno, si Máximo puede acostarse con la zorra de su prima, no creo que haya problema en que yo acepte tomar un café con este sexy hombre.

—Claro, yo encantada —nos fuimos a un café bastante agradable y él comenzó a hablarme un poco de su vida. Es contador y trabaja para un banco.

—Bueno, cuéntame, ¿a qué te dedicas?

—Pues... Por ahora a nada, pero espero poder estudiar pronto.

—¿Y qué quieres estudiar?

—Arquitectura.

—Wow, eso es genial, sé que serás una gran arquitecta.

—Bueno, eso espero —tomo mi cabello y lo coloco detrás de mi oreja; cuando lo hago, la vista de Edward queda en mi mano.

—¿Estás casada? —miro mi anillo de golpe... Joder, me olvidé de quitarme el maldito anillo.

—Sí —veo algo de desilusión en su mirada y me siento fatal.

—Dios, qué estúpido, y yo pensaba que estabas soltera.

—Espera, te contaré algo, pero no te vayas —este parece no saber qué hacer, entonces termina sentándose.

—Empieza.

—Sí, estoy comprometida, pero todo esto es un negocio —Edward parece confundido.

—¿Cómo que un negocio?

—Mi futuro esposo me pidió que me casara con él para que su padre no le quite la empresa y, como yo no me encontraba en un buen momento, no tuve más remedio que aceptar.

—Esto es una locura, Lia, ¿cómo te puedes casar con un hombre que no amas?

—Edward, sé que apenas nos conocimos hoy, pero me caíste bien, me agrada tu compañía. La verdad, me gustaría seguir hablando contigo —este parece no saber qué hacer y, por un momento, pienso que se va a ir, pero cuando toma mi mano, mi tranquilidad vuelve.

—No estoy de acuerdo con lo que haces, pero también me gustaría seguir hablando contigo —ambos sonreímos y dejamos de hablar del tema.

—Bueno, creo que ya es tarde, nos vemos luego —este se acerca y deposita un beso en mi mejilla.

—Nos vemos, linda.

Salgo del café y me dirijo a casa; ya que está de noche, de seguro Máximo no debe estar en la casa, así que mejor me relajo. Cuando llego, hay tremendo alboroto y escucho gritar a Máximo.

—¡NO ME IMPORTA, BUSQUEN A MI MUJER AHORA MISMO! —cuando entro a la sala, todos se quedan viendo y, al parecer, Máximo lo nota porque se voltea y, al verme, su cara se transforma totalmente, dejando ver a un hombre furioso.

—¿¡DÓNDE MIERDAS ESTABAS!? —camina rápidamente hacia mí, quedando a solo unos centímetros de mi cara, pudiendo apreciar mejor su cara de furia.

—¡No me grites!

—¡Entonces responde, carajo!

—Por ahí, querida, dar una vuelta —digo restando importancia a la situación.

—Mira las malditas horas —señala el reloj con furia.

—Sé que es tarde, pero ya estoy bastante grandecita para que me controlen la hora de entrada.

—No me faltes al respeto.

—¡Nadie lo está haciendo!

—Lia, estás agotando mi paciencia.

—Y tú la mía, porque en vez de joderme, te vas a follar con tu primita —espeto molesta.

—¿Sabes qué? Tienes razón. Me voy a follar a mi primita. No voy a perder mi tiempo contigo.

Toma su saco y sale de casa, dejándome ahí plantada en medio de la sala. Volteo y veo que algunos empleados se quedan viendo, la mayoría con lástima. Salgo corriendo a mi habitación con el corazón destrozado y una lágrima derramándose por mi mejilla.

—¿Por qué es tan cruel?

Lloro toda la noche, tanto es que a la mañana siguiente me levanto con dolor de cabeza. Así que voy y me tomo unas pastillas.

El teléfono suena y veo que es Edward, lo cual me emociona.

—Hola, Edward —digo feliz.

—Hola, linda, ¿cómo estás?

—Bien, ¿y tú?

—Muy bien. Te llamaba porque quería ver si quieres ir al cine hoy conmigo. —Máximo se fue con la zorra, bien, yo me voy al cine con Edward.

—Claro, me encantaría ¿pasas por mi ?

- si en dos horas paso y te invito almorzar

- está bien, adiós

- adiós, linda - cuelgo la llamada, pero un ruido me hace sobresaltar

- ni sueñes que dejaré que salgas de aquí con un hombre ...

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