capitulo 2

Lía Evans

Bueno, antes de contarles cómo me siento con esto del supuesto casamiento, quiero contarles sobre mí. Me llamo Lía Evans, tengo 20 años y vivo en la calle, ya que mis padres me echaron de casa por culpa de mi hermana Lucía. Fui acusada injustamente de un robo que no cometí y mis padres ni siquiera me dejaron explicar. Simplemente me echaron de la casa a mi suerte; ni siquiera me dejaron sacar mis cosas. Me tiraron a la calle con solo lo que tenía puesto y, como no soy muy sociable, no tenía amigos que me pudieran ayudar. Nunca les perdonaré lo que hicieron, por eso decidí enterrarlos y decir que estaban muertos.

Ahora hablemos del casamiento. La verdad pienso que es una locura, pero él tiene razón. Yo quiero salir adelante y él necesita quedarse con su empresa, aunque su padre tiene sus motivos para hacer que él se case. Máximo debe empezar a sentar cabeza, pero no es la manera. Yo pienso que uno debería casarse por amor, no por obligación, pero bueno, eso le tocó a él.

- Lía, toma. - Máximo me pasa una bolsa y, cuando la abro, veo ropa. Pero no cualquier ropa, sino ropa de marca, ropa que jamás esperé tener. “M****a”, pienso, “esto ya es mucho”. - Cámbiate y baja, tenemos que hablar de unas cosas.

- ¿No te parece que esto es mucho? La ropa es muy cara. - Este me mira y sonríe arrogante.

- Lía, vas a ser mi esposa, tienes que tener lo mejor. - Lo miro no muy convencida, pero asiento y él sale. Veo la ropa; la verdad es que es muy hermosa, pero me hace sentir mal ponérmela sabiendo que hay tanta gente que está necesitando ropa. Pero bueno, no es momento de ponerme a pensar en eso. Me la coloco y me peino para quedar decente.

Bajo las escaleras y lo veo leyendo unos documentos, así que carraspeo para hacerme notar. Él levanta la cabeza y, cuando lo hace, me mira descaradamente todo el cuerpo, haciendo que me sienta algo incómoda.

- Vaya, qué cambio.

- Gracias por la ropa, está muy linda.

- Si vas a ser mi esposa, debes estar siempre presentable. Ven, siéntate. - Hago lo que me dice y él me extiende un papel.

- ¿Qué es esto?

- Es un contrato donde dice que este matrimonio durará un año y también dice cuánto dinero vas a recibir cuando termine esto. Solo debes firmar. - Me extiende el lapicero, pero yo no dejo de mirar esa hoja. Me pongo a pensar si es correcto hacer esto. No lo amo, pero necesito el dinero, no sé qué hacer.

- No lo pienses tanto, Lía. Solo firma, sabes que esto nos beneficiará a los dos. - Él tenía razón; si quiero salir adelante, tengo que hacer esto. No estoy de acuerdo, pero necesito el dinero. No quiero volver a la calle. Tomo el lapicero y firmo.

- Ya está. - Él sonríe y yo hago lo mismo.

- Bien, ahora te digo que tengo unas condiciones para esto.

- ¿Condiciones? ¿Qué m****a habla?

- ¿Como cuáles?

- Ni pienses que te seré fiel. Es más, si tú quieres tener amantes, no tendré problema, solo procura ser discreta. Segundo, dormiremos en camas diferentes, y tercero, harás todo lo que yo diga. - Se nota que es un completo imbécil. Con razón su padre lo obligó a hacer esto, pero yo sí le paro el carro.

- Querido, creo que eso no será. - La sonrisa que tenía se borra totalmente.

- Primero vas a serme fiel, no me importa si esto es mentira, pero no dejaré que hablen mal de mí. Lo segundo, estoy de acuerdo en dormir en camas diferentes, y lo tercero, eso no pasará, cariño. Yo no seré tu sumisa, no seré la m*****a esposa florero. Siempre detesté a las mujeres así y no lo pienso hacer por ti ni por nadie. ¿Me entendiste?

- ¿O sea que quieres que no tenga sexo? Porque si eso es lo que pretendes, pues te tocará a ti complacerme. - Me mira descaradamente y solo me provoca darle una buena cachetada.

- Eso no pasará, querido. Así que lo tomas o lo dejas.

- Eso no pasará. - Me levanto de la silla y camino hacia la puerta, pero él me detiene.

- Está bien, nada de sexo con mujeres. - Le sonrío triunfante y luego me vuelvo a sentar.

- Fue un placer hacer negocios contigo.

Más tarde llega el amigo de Máximo y vaya que es lindo.

- ¿Tú eres Lía, verdad?

- Así es, ¿y tu nombre es?

- Stiven. - Extiende su mano y yo la recibo.

- Stiven, quiero que sepas que Lía y yo nos vamos a casar. - Stiven abre los ojos sorprendidos y luego mira a su amigo.

- ¿Es una broma?

- No. Mi padre quería que me casara, pues me casaré con esta bella mujer.

- ¡Pero por Dios, Max! ¡Ni siquiera se conocen! Sin ofender. - Dice mirándome a mí.

- Tranquilo, no me ofendes. - Digo restándole importancia, ya que este matrimonio es una farsa y yo no amo a su amiguito, alias el imbécil.

- Stiven, tenemos un contrato, así que relájate.

- Está bien, aunque esto me parece una locura. - Este abraza a Máximo y este le dice.

- Gracias, no sabes lo importante que es para mí esto.

- Bueno, y Lía, cuéntame de ti.

- Pues bueno... tengo 20 años, soy de Alemania, pero vivo aquí en Londres desde que tengo 10 años.

- ¿Tienes familia? - Cuando pregunta eso, llega el recuerdo de mis papás echándome de la casa y la sonrisa malévola de mi hermana.

- No, todos murieron.

- Oh, lo siento mucho.

- Tranquilo, ya lo olvidé. - Lo digo tan fríamente que ambos se miran algo asustados, pero el teléfono de Máximo suena y este contesta.

- ¿Qué quieres, padre? - ¡Wow, eso sí fue brusco! - Sí... ok, ahí estaré... adiós.

- ¿Todo bien?

- Esta noche te presentaré. - Cuando dice eso, siento como si en el estómago se me formara un nudo.

- Este, claro.

- Vamos a ir de compras y conseguiré tu anillo de compromiso.

Llegamos al centro comercial y Máximo me hace comprar mucha ropa y zapatos costosos. La verdad, nunca pensé que tendría ropa tan cara, pero bueno, ¿qué esperaba? Me casaré con un millonario, tengo que verme fina. Entramos a una joyería y una chica nos atiende.

- Hola, ¿en qué puedo ayudarles?

- Buscamos un anillo de compromiso.

- Sí, claro, por aquí. - Esta nos guía a una salita y comienza a sacar anillos preciosos, pero que se ven muy costosos.

- ¿Cuál te gusta? - Pregunta algo tensa.

- Todos están muy lindos, pero no lo sé.

- Solo elige uno y ya. - Dice casi gritándome, cosa que comienza a irritarme. Miro y miro hasta que encuentro uno que tiene una piedra en la mitad. Es sencillo, pero muy lindo.

- ¡Este! - Lo señalo y la chica me lo coloca en el dedo.

- Le queda precioso, señorita.

Miro el anillo y no sé por qué me comienzo a sentir mal. Siempre dije que me casaría por amor y ahora estoy cometiendo una locura.

- Perfecto, tome. - Le extiende la tarjeta y al rato salimos. Durante todo el trayecto, noto tenso a Máximo, así que decido preguntarle qué le sucede.

- ¿Te pasa algo? - No recibo respuesta. - Max, dime algo. - Él para el carro de golpe y si no es por el cinturón, salgo disparada.

- Pasa que odio esta m****a. ¡No me quiero casar! Lo último que haría en esta vida sería casarme. ¿Crees que estoy listo para dejar mi libertad?

- Mira, Máximo, si no quieres casarte, pues para con todo esto y listo.

- Como si fuera tan fácil. - Dice pasándose la mano por el cabello en señal de su nerviosismo y desesperación.

- Entonces, ¿qué piensas hacer?

- Continuar con el maldito trato. - No decimos más y, cuando llegamos a casa, este me detiene.

- Arreglándote en una hora, salimos. - Este se va dejándome sola en la mitad de esa casa enorme. Miro el anillo con tristeza, pero como puedo, decido darme ánimos. Me arreglo lo más rápido que puedo y, cuando estoy lista, me doy un toque de perfume.

- Bueno, espero que esté bien. - Bajo las escaleras algo nerviosa y, cuando Máximo me ve, abre su boca sorprendido.

- Muy hermosa. - No sé por qué, pero me sonrojo.

- Gracias.

- Vamos, ahora sí  - Este maneja, y cuando llegamos, veo una casa el doble de grande que la de Máximo.

- Es enorme.

- Sí, es muy grande. ¿Estás lista? - Siento como mi mano es tomada, y no sé por qué, algo dentro de mí se enciende. La sensación de estar tomada de la mano de Máximo es algo extraña y me empieza a preocupar.

- Creo que sí. - Tocamos la puerta y una mujer de unos 50 años nos abre.

- ¡Hijo! - Abraza a su hijo, y él corresponde.

- Hola, mamá. - Al rato aparece otro señor.

- Hola, Máximo. - Máximo se pone tenso.

- Hola, padre. - De un momento a otro, las miradas se posan sobre mí.

- ¿Y quién es esta hermosa jovencita? - Pregunta la señora.

- Madre, ella es Lia Evans, mi futura esposa. - Ella me sonríe y me da un gran abrazo.

- Un placer, querida, me llamo Teresa. - Le doy una sonrisa.

- El placer es mío. - Veo que el señor también está feliz y hace lo mismo.

- Qué feliz estoy de conocerte, me llamo Enrique.

- Mucho gusto. - Bueno, parece que les encanta. No se ven tan malos suegros después de todo… ¿qué mierdas estás diciendo, Lia? Ellos no son tus suegros, esto acabará pronto.

- Pasen, la cena nos espera. - Máximo toma mi cintura y pasamos al comedor. Luego de estar allí un rato conversando, la señora Teresa me pregunta:

- ¿Tienes familia, querida?

- Joder, odio que todos me pregunten eso.

- No, señora, todos murieron.

- Oh, lo siento mucho, pero bueno, ahora nos tienes a nosotros. - Cuando dice eso, me siento terrible, pero decido ocultarlo regalándole una sonrisa.

- Gracias, señora Teresa.

- De nada, solo espero que me den muchos nietos. - Escucho cómo Máximo se atraganta y comienza a toser, así que le doy varias palmaditas en la espalda hasta que se relaja.

- ¿Mejor?

- Sí, gracias, cariño. - Cuando dice "cariño", me sonrojo y veo cómo mis suegros sonríen.

- ¡Tíos, ya llegué!

Escucho una voz femenina y, cuando volteo, veo a una rubia teñida, con pechos grandes y caderas anchas, toda una Barbie.

- Oh, primito, no sabía que estabas aquí. - Sonríe coquetamente, y cuando veo la cara de Máximo, veo que hace lo mismo… ¿acaso estos dos tienen algo?

- Laura, qué bueno verte. - Ella se acerca y le da un beso muy cerca de la boca.

- ¿Y ella quién es?

- Este... Te presento a mi futura esposa. - Ella abre los ojos sorprendida y luego me mira con odio.

- No sabía que te ibas a casar.

- Pues ya ves, Laura, me caso.

- Mucho gusto, me llamo Lia. - Le extiendo mi mano y le regalo una sonrisa falsa.

- Mi nombre es Laura y soy la prima de este hombre. - Zorra, no le deja de coquetear, parece como si estuviera marcando territorio.

Después de estar un rato, Laura se pierde, y Máximo dice que va al baño, lo que se me hace raro.

- Este, ¿les importa si voy a ver la casa? Es que está preciosa.

- Tranquila, querida, ve, no hay problema. - Me paro y comienzo a recorrer el lugar, pero me detengo al escuchar unas voces.

- No entiendo por qué mierdas te casas.

- Laura, mi padre me obligó. Solo será un año, luego Lia desaparece. - No sé por qué su comentario me dolió.

- Recuerda algo, Máximo, tú eres mío. - Abro un poco la puerta y veo que se besan desenfrenadamente, así que mejor cierro y me voy. Pero no sé por qué me siento como la m****a. No sé por qué me siento así; él no debería importarme. Luego de sentir dolor, un sentimiento de rabia florece dentro de mí, pero juro que esto no te lo voy a pasar, Máximo Bulton. Teníamos un trato, idiota.

 

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