¡Advertencia! Este capítulo contiene escena +18. Lee bajo tu propio riesgo. Margaret entreabrió la boca, temerosa por lo que sea que estuviese ahí en la espesura de aquel árbol que estaba tan cerca del balcón. Con el miedo queriendo escapar por su garganta en forma de un grito, se autocontroló y al fin inquirió:— ¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo ahí? La figura permaneció inmóvil por un instante, haciendo que la tensión en el aire se volviera palpable. Luego, lentamente, la silueta comenzó a moverse en el árbol, acercándose sigilosamente a Margaret, pero aún no era lo suficientemente cerca para que ella pudiera distinguir su identidad. En ese momento, Margaret sintió un miedo paralizante. Su instinto le decía que debía alejarse, que su vida estaba en peligro. Sin pensarlo dos veces, retrocedió hacia la puerta del balcón, buscando refugio en su habitación. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzar la seguridad, una voz misteriosa resonó en la oscuridad. —Margaret, no puedes huir
¡Advertencia! Este capítulo tiene contenido +18.El ruido de pasos se trataba nada más ni nada menos, que de un par de sirvientas que recorrían los pasillos. Parecían estar murmurando entre ellas y estaban muy cerca de la puerta. Margaret le hizo un ademán a Richard para que hiciera silencio y a él lo que se le ocurrió fue agazaparse cerca de la cama para que no lo vieran si es que entraban, mientras que la joven madre, se acercó a la puerta para escuchar de qué hablaban aquellas dos mujeres.—Anda, toca tú —dijo Sheila, Margaret pudo reconocer su voz aguda, a pesar de que hablaba quedito. —No sé si sería buena idea —susurró Catrina, su voz era demandante comparada con la de su compañera —, creo que ya hubiera salido a abrirnos. No sé por qué el señor Alexander nos lo ordenó, pero bueno… Debemos obedecerle.—Dijo que la quería profundamente dormida ¿Será por la señora que acaba de llegar a verlo? —dijo Sheila con un dejo de duda.Margaret arqueó una ceja ante aquello. Richard hizo u
Ahí estaban Margaret y Richard, viéndose con los ojos muy abiertos, con los corazones acelerados y no era por el acto pasional que acababan de cometer, sino porque Alexander había irrumpido antes de que su hermano gemelo pudiera irse sin dejar rastro de su presencia. Margaret se cubrió la boca y Richard observaba sin poder hacer mucho, no sabía cómo iba a salir de ese embrollo. Si acaso le tocaba pelear con él estaría dispuesto a hacerlo, ganas no le faltaban para ponerlo en su lugar de una vez por todas, pero la mirada de la joven que tanto amaba le decía que no abriera la boca. —Cariño, estás en el baño, ¿verdad? —inquirió Alexander mientras se pegaba a la puerta de dicho cuarto de baño—. Abre de una vez, así acabaremos lo que teníamos pendiente. La joven madre escuchó con detenimiento sus palabras, pero más su tono de voz, que sonaba arrastrado y lento ¿Acaso estaba borracho? Margaret señaló su oído para indicarle a Richard si escuchaba lo que ella y é confirmó. Ambos amantes
Richard se acercó al auto y vio a Miriam sentada en el interior, con una mirada fría y desafiante. Su corazón se apretó al darse cuenta de que había estado tan cerca de alguien que no solo lo odiaba, sino que también estaba alineada con su detestable hermano.«¿Cómo podría ser posible? ¿Miriam está involucrada en los planes de Alexander? Todo este tiempo, pensé que nuestro rompimiento fue simplemente eso, el fin de nuestra relación. Pero ahora veo que hay algo más oscuro detrás de todo. ¿Por qué Miriam se ha convertido en su cómplice? ¿Cómo ha podido jugar así, en mi contra de esta manera?», se dijo a sí mismo en un vórtice de emociones que no tenían ni pies ni cabeza.La incredulidad y la traición llenaron la mente de Richard mientras Miriam permanecía sentada en el auto, sin decir una palabra. Aunque había una parte de él que nunca había dejado de sentir un cariño profundo por ella con una mezcla de arrepentimiento por lo mal que la había tratado –él era consciente de eso–, pero aho
Permanecer en ese lugar solo los ponía en riesgo cada vez más y Richard no aparecía; el tiempo jugaba en contra de todos. Ahí permanecían agachados en el asiento trasero del auto de Tom. Aparte de eso, tenían al lado el auto de Richard, esperando también por él. —¿Crees que nos has visto? —inquirió Tatiana entre susurros. —No lo sé —respondió James—, pero tenemos que mantener la calma y esperar. No podemos arriesgarnos a ser descubiertos ahora. Pronto pudieron respirar con más calma, logrado evadir al misterioso vehículo que los seguía, y su alivio era evidente en sus rostros. Sin embargo, mientras se enderezaban, algo en el ambiente parecía haber cambiado. Una conexión especial comenzó a formarse entre ellos, y una mirada intensa se cruzó entre ambos. Tatiana no podía apartar la mirada de James. Sentía una atracción indudable hacia él, una fuerza magnética que los acercaba cada vez más. En un impulso, rodeó a James con sus brazos, buscando consuelo y cercanía en medio de la ince
Richard aun no podía creerse lo que estaba viviendo. Su cuerpo temblaba por la conmoción. Ver a Miriam en aquel estado alarmante de por sí le disparaba todas sus alarmas rojas, pero saber que ahí estaba su pequeño de tres años, ahí en ese tétrico lugar, vulnerable y rompiendo en llanto, de seguro era lo más espeluznante de todo. —¡Jack! ¡Mi pequeño Jack! ¿Estás bien, hijo? — exclamó eufórico y las lágrimas querían agolparse en sus ojos y le comenzaban a nublar la vista. El pequeño lloraba a gritos y parecía azonzado por el impacto, pero Richard no estaba seguro de qué tan grave había sido aquel trauma para él. James llegó al lado de Richard y entre los dos jalaron fuerte para poder abrir la compuerta del piloto y Tatiana corrió para ayudar a sacarla. La mujer estaba perdiendo sangre. Mientras tanto, Richard abrió la puerta del asiento trasero y en cuanto la abrió, su pequeño hijo seguía llorando y se hizo hacia atrás, como si hubiese visto un monstruo. —Hijo… Soy yo, tu papá.
El ambiente en el hospital era una mezcla de movimiento constante y silencio inquietante. Los pasillos estaban iluminados por luces fluorescentes, y el olor a desinfectante flotaba en el aire. El sonido amortiguado de los pasos de médicos y enfermeras se entrelazaba con los suspiros de los pacientes y los susurros de sus familiares preocupados.La enfermera llevó a Richard por un pasillo largo y lo condujo a una habitación tranquila y serena. Allí, en una cama, yacía Miriam, con aspecto pálido y una evidente intervención en donde tenía la herida, pero a pesar de eso, con una mirada intensa en sus ojos.—Richard —susurró Miriam débilmente mientras estiraba su mano temblorosa hacia él—. Necesito hablar contigo, hay tantas cosas que debes saber.—¿Eh?... ¿Qué clase de cosas, Miriam? Es extraño que me llames, si hasta me amenazaste con una orden de alejamiento.Richard se inclinó un poco más hacia ella, para encontrarse con el rostro de ella, quien lo veía de una manera indescifrable ¿Por
Aquella habitación de hospital cada vez se sentía más pequeña y fría. Richard vio detenidamente a Miriam recostada en la camilla, con los ojos enrojecidos y una expresión mezcla de tristeza y resentimiento. Ella seguía a la expectativa, como si estuviese viendo una novela y se muriera por ver la reacción del personaje en aludido. Un escalofrío recorrió su espalda mientras se acercaba, cauteloso pero lleno de interrogantes.—Richard, habla ya —pronunció Miriam con voz débil pero cargada de emoción. Sus palabras resonaron en el aire, dejando un silencio incómodo.Richard se inclinó un poco más hacia Miriam, su rostro reflejaba una mezcla de incredulidad y confusión. —Es que no… No puede ser —murmuró, buscando respuestas en los ojos de Miriam.Ella lo miró fijamente y, con una mezcla de tristeza y frustración, respondió: —Es verdad, Richard. Alexander me lo contó todo. Margaret no es la madre de Ben. Ella fue la responsable de aniquilar a la verdadera madre.Richard sintió como si el