Compromiso Fallido
Dos días antes…
Nápoles, Italia.
Dante.
Levanté la mirada de los documentos que estaba revisando al escuchar la puerta de mi oficina abrirse y cerrarse al mismo tiempo y como era de esperar, tenía que tratarse de mi hermano. Federico olvidaba que el jefe era yo y el hecho de ser mi hermano no le daba ningún derecho o autoridad a entrar a mi oficina como y cuando le diera la m*****a gana.
—¿No te enseñó nuestra madre a tocar la puerta? —pregunté recargando mi espalda contra mi silla y taladrándolo con la mirada.
—Llamar o no a la puerta es lo de menos, Dante. No puedo creer que seas tan tonto para aceptar la propuesta del abuelo. No tienes por qué sacrificar tu libertad de esta manera. El abuelo está viejo y debe estar loco de la cabeza para pedirte semejante cosa —expuso con prisa.
Lo miré unos segundos más antes de dejar la comodidad de mi silla, me paré delante de él para dejarle las cosas claras.
—Soy un hombre práctico, Federico. No soy un hombre que espera encontrar el amor verdadero o la mujer ideal y perfecta. No existe tal cosa. Los cuentos de príncipes y princesas son para ilusos y por supuesto que yo no entro en esa categoría —le dije caminando al minibar para servirme una copa de whisky—. Soy un hombre de negocios y la fusión con la familia Vítale es un buen negocio que solo un verdadero tonto dejaría escapar —añadí antes de beber un sorbo del fuerte licor.
La sensación de fuego quemó mi garganta, no obstante, estaba acostumbrado, por lo que bebí otro sorbo a la espera de las protestas de mi hermano.
—Sigo pensando que Marena no merece ser tratada como una mera mercancía, ella merece algo mucho más que ser una simple transacción entre el abuelo y su padre —recalcó con tanta pasión que no pude evitar sospechar que sus razones eran muy obvias.
—¿Estás interesado en ella? —pregunté.
Federico dio un par de pasos atrás, su rostro palideció visiblemente, pero tuvo los cojones para negarlo.
—Ella ha estado enamorada de ti desde que éramos niños. Espera más de ti, si no puedes amarla, no la lastimes —pidió.
Federico se aflojó la corbata, se mesó el cabello con evidente frustración y por mucho que negara su interés en Marena era claro que había mucho más que una simple amistad por su parte. El problema era que Federico y yo solamente éramos medios hermanos. Y por ende jamás podría ocupar mi lugar y casarse con Marena.
—El que ella esté enamorada de mí hace que no sea un verdadero sacrificio casarse conmigo. Conozco a Marena desde hace muchos años para saber lo que puedo esperar de ella y lo que ella puede esperar de mí. No hay ningún engaño —aseguré.
—Ella no piensa como tú —refutó.
—Ella hará lo que tenga que hacer para convertirse en mi esposa, son negocios, Federico —recalqué—. No estamos caminando al altar bajo ninguna amenaza o engaño. Todas las partes estamos de acuerdo con esta boda. Así que estás libre de elegir no venir a mi fiesta de compromiso esta noche —espeté mientras salía de mi oficina incapaz de continuar con aquella inútil conversación.
—¡Te estás equivocando, Dante! —gritó detrás de mí—. No tienes que casarte únicamente para demostrar al abuelo que puedes seguir cualquier orden —pronunció como último recurso.
Su intento de hacerme entrar en razón era aceptable si no fuera por las razones equivocadas.
Detuve mis pasos de manera abrupta y sentí como su cuerpo chocaba contra el mío, pero estábamos ya en la recepción y no quería que la gente empezara a hacerse ideas en su cabeza, lo último que quería era levantar chismes dentro de mi propia empresa.
—Que te quede claro algo, Federico, no estoy haciendo esto para probar nada, quiero hacerlo porque es un excelente negocio, beneficioso para todos los involucrados. Los Ferrara y los Vítale formaremos la alianza más grande e importante de Nápoles, juntos seremos imparables.
—Pero, Dante…
—Te espero esta noche, porque te guste o no, Marena Vítale será mi esposa —aseguré zanjando el tema.
Caminé al ascensor y lo último que pude ver fue el rostro rojo y furioso de Federico. Esta vez no iba a ceder ni por él ni por nadie.
Luego de la discusión con mi hermano me dirigí a casa para cambiarme de ropa para cumplir con el compromiso de aquella noche.
A las seis de la tarde estaba presente en el yate donde se llevaría a cabo la fiesta de compromiso. Quizá era algo extravagante, no obstante, Marena amaba los paseos en yate por las tardes y eso era todo lo romántico que podía ser. Esto era todo lo que podía hacer por ella.
Apreciaba a Marena y era porque nos conocíamos desde niños, pero amarla era una cosa distinta. Yo no conocía ese tipo de sentimiento. Mi vida se resumía en trabajo, reuniones, contratos y transacciones millonarias.
Mi vida era tan fría y mi corazón un iceberg que jamás iba a derretirse.
—No puedo estar más complacido que hoy, Felicidades, hijo, has tomado una excelente decisión —pronunció mi abuelo dándome un abrazo y un par de palmadas en la espalda para dos segundos después chocar nuestras copas de champaña.
—Son negocios abuelo, solamente negocios —dije con una ligera sonrisa en los labios.
Mi intención era que nuestro emporio se extendiera a cada rincón de las costas de Nápoles y un día no muy lejano a todas las costas de Italia y el mediterráneo.
—Hablando de negocios, te tengo buenas noticias. En Amalfi hay un pequeño hotel a la venta, me gustaría que visitaras el pueblo y analizáramos la situación, quiero saber si es una buena opción —dijo con simpleza, como si estuviéramos en la oficina y no en mi fiesta de compromiso.
—Lo haré, pero por ahora déjame ocuparme de lo que es realmente importante —respondí y me aparté de él para recibir a Marena.
El que todo fuese un acuerdo entre nosotros, no me quitaba lo caballero y de cara a la sociedad y los reflectores debíamos aparentar ser la pareja perfecta.
—Dante —susurró Marena a manera de saludo. Esbocé una ligera sonrisa y dejé un beso sobre el dorso de su mano antes de darle un breve beso en la comisura de sus labios.
Un beso que para los medios pudo ser interpretado de mil maneras posibles.
Con la llegada de Marena y su familia, la fiesta dio inicio. La familia Vítale no podía estar más complacida, supongo que desde que Marena y yo llegamos al mundo nuestros destinos ya habían sido dictados de manera inmisericorde.
—Señores, el momento más esperado ha llegado —anunció mi abuelo, golpeando su copa con un cubierto para llamar la atención de los invitados que no tardaron en rendirle pleitesías al viejo Ferrara.
—¡Y será mejor darnos prisa, la lluvia está por caer! —escuché gritar a Maurizio Vítale y como si fuese una invocación gruesas gotas de lluvia cayeron del cielo.
—Parece que el cielo no quiere esta unión —susurró Federico muy cerca de nosotros.
—Nada impedirá que esta noche Dante y yo nos comprometamos y fijemos la fecha de nuestro matrimonio, Federico, ni siquiera la fuerza de la naturaleza —aseguró Marena poniendo su mano delante de mí.
—Es mejor ir a los camarotes, el viento es un mal presagio —indiqué.
—¡No, Dante! No voy a ir a ninguna parte, quiero que el cielo y el mar sean testigos de nuestro compromiso —gritó.
El trueno retumbó en el cielo e hizo eco en el mar, que parecía más bravo con cada segundo que pasaba. Tanto que el yate empezó a mecerse de un lado a otro.
—Vamos, Marena, es mejor ponernos a salvo —le pedí tomando su mano.
—¡No iré a ningún lado, Dante! —gritó. Se me olvidaba mencionar que Marena era una mujer caprichosa acostumbrada a salirse con la suya.
—¿Quieres comprometerte ahora? —pregunté un tanto molesto e irritado. Ella asintió y sin dudar saqué el anillo de su estuche. Era el anillo que mi abuela había recibido de mi abuelo Lorenzo Ferrara, el mismo que mi madre había recibido de mi padre y él que yo le daría a mi esposa.
—¡Es maravilloso! —expresó Marena sonriendo, extendió su mano de nuevo y con prisa traté de colocarle el anillo.
No sé exactamente lo que sucedió, no sé si el bravío mar decidió que no era el momento de casarme y sus olas azotaron el yate con tal fuerza que por un momento temí que todos terminaríamos en el fondo del océano.
Sostuve a Marena para evitar que cayera al mar, no obstante, no pude evitar que el anillo de mi familia fuera arrastrado por las olas y sumergido al fondo del mar… y teniendo como resultado un compromiso fallido.
CenicientaAmalfi.AntonellaMe senté sobre la piedra a la orilla del mar, mientras le contaba a mi mejor amiga el estúpido sueño que había tenido la noche anterior y de cómo apareció aquella espantosa rana en mi habitación.Las carcajadas de Carina me hicieron fruncir el ceño, pero ya le había contado y no había vuelta de hoja. Ahora me tocaba soportar sus burlas y temía que estas duraran una eternidad.—¡No te rías! —grité mientras Carina no dejaba de reírse, incluso se tomaba el estómago con las manos y sus ojos dejaron escapar un par de lágrimas. La muy cretina estaba gozando de lo lindo a mi costa. Debí suponer que este sería el resultado de compartir mis intimidades.Resoplé con frustración y levanté un par de piedras pequeñas para lanzarlas al mar, eso era mucho mejor que tirarlas a la cabeza de mi mejor amiga.—No es culpa mía que sueñes tonterías todo el tiempo, Antonella —pronunció tratando de calmarse—. ¿Cuántas veces te he dicho que debes dejar de soñar? —me cuestionó mien
TURISTADanteSalí de la oficina luego de un arduo día de trabajo, tras el compromiso fallido de la semana pasada. Marena tenía que conformarse con una cena rápida en algún prestigioso restaurante en la ciudad y un nuevo anillo de compromiso. De todas maneras, esto solamente era una transacción comercial y no un matrimonio por amor.No obstante, pensar en comprar un nuevo anillo, me hizo recordar el anillo que debía estar en el fondo del mar. La joya estaba catalogada como uno de los anillos más caros de la historia y no era el dinero lo que me importaba, sino el valor sentimental que tenía para mi abuelo. Aquel anillo era el símbolo que toda esposa Ferrara debía llevar hasta el día que tenía que cederlo en favor de la nueva señora de la casa.—¿Irás a Amalfi este fin de semana? —preguntó Federico, apenas me vio aparecer en el vestíbulo de la empresa.Me consideraba un hombre paciente con mi hermano, no obstante, era humano y había momentos en los que me veía tentado a asesinarlo y la
¡Sorpresa, no era una rana!AntonellaMiré y esperé por un corto momento, le acababa de confesar a Carina el lugar al que iría a trabajar esa tarde y no lo habría hecho de no haber sido tan necesario. Necesitaba salir ahora mismo y solamente ella podía cubrirme las espaldas con el abuelo.—¡Estás completamente loca, Antonella! —gritó.Tuve que encogerme de hombros y cubrirme los oídos, solamente porque estaba segura de que Carina le temía al mar o juraría que era una sirena convertida en humana. Su grito era realmente espantoso, tal como juraban los marineros que era el grito de una sirena.—No, no estoy loca, pero no voy a perderme ese baile por nada del mundo y limpiar el viejo faro no es la gran cosa y sin contar que van a pagarme trescientos euros, ¡trescientos euros! ¿Sabes lo que eso significa? —pregunté y sin darle tiempo a responderme añadí—: Tendré dinero suficiente para invertir en los arreglos de la casa, por nada del mundo dejaré que otra maldita rana se vuelva a colar en
¿¡Pervertido!?DanteEl sonido de la bofetada se escuchó en la cubierta, mi rostro había girado por el impacto de aquella pequeña y poderosa mano. ¿Qué demonios le sucedía? Esa fue la primera y única pregunta que cruzó por mi cabeza.Había arriesgado mi vida por salvarla, había creído que la perdería, que moriría estando en mi yate, en mis manos.Estaba jugándome el nombre y la reputación de mi familia, ¿Qué se supone que iba a hacer con una mujer muerta en mi yate? ¿Lanzarla al mar para ser devorada por los peces o algún otro pez gigante?—¡Eres un pervertido! —el grito de la chica me sacó de mis cavilaciones, ¿Un pervertido? ¿¡Pervertido!? La, casi muerta, me estaba llamando pervertido.—¿Qué demonios te pasa? —preguntó alejándome de ella.—¿Qué me pasa? —preguntó sentándose y tosiendo un poco. Ella llevó su mano izquierda a su pecho y entonces lo vi…En su dedo anular llevaba el anillo de compromiso que debió ser de Marena, pero… ¿Cómo diablos había llegado a ella?—¿Qué me pasa, e
¡Estás completamente loca!AntonellaEstaba loca, oficialmente estaba loca y de remate. No sé en qué estaba pensando en el momento que me lancé de cabeza al agua. Quizá en perder mi dedo por culpa del nibelungo.Gruñí al pensar que Carina tenía razón, ese anillo no iba a traerme sino desgracias, ¡pero como diablos lo sacaba de mi dedo!Entre el enojo y el miedo nadé hasta las orillas, afortunadamente la noche era oscura y no había manera que el pervertido diera conmigo.Apenas salí del agua me senté sobre una de las rocas para coger un poco de oxígeno, saltar había sido imprudente, no obstante, habría sido mucho más peligroso quedarme en el yate con un completo desconocido, que encima quería cortarme el dedo.Me llevó minutos recuperarme y cuando levanté la cabeza para ver el yate, las luces estaban alejándose de Amalfi y una completa tranquilidad se adueñó de mí.Por lo menos tendría la seguridad de que no vive en los alrededores del pueblo, aunque debía ser un hombre muy rico, para
Ten un buen viajeDanteEl viaje de Amalfi a Nápoles demoró una eternidad y exactamente no sabría decir por qué. Tenía una extraña sensación en el pecho que no podía explicar, era como si presintiera algo. El tipo de dolor que una vez sentí el día que mi padre y mi abuela murieron.—Cálmate, Dante, ya no eres un niño y las supersticiones no existen, son cuentos de viejos —me repetí mientras bajaba del yate para volver a buscar mi coche y volver a casa.Técnicamente, había regresado a casa con las manos vacías y todo por culpa de esa mujer, pero también tenía una razón poderosa para volver a Amalfi y buscarla hasta por debajo de las piedras, si ella creía que podía escapar y quedarse con el anillo de mi familia estaba muy equivocada.Ella no tenía idea de lo que era capaz de hacer por recuperar el nibelungo como ella descaradamente lo llamaba y encontraría una manera decente o no de sacarlo de su dedo, así le tuviese que cortar la mano entera. Pero esa chiquilla no iba a volverse a esc
¡Lo hemos atropellado!AntonellaMis nervios estaban a flor de piel, mi vestido era precioso y desentonaba con mi humilde casa, pero no era un lujo, era una necesidad. Quería estar presente en aquel homenaje y había hecho todo el esfuerzo para hacer realidad mi deseo y el deseo de mi abuelo.—Te ves hermosa —la voz de Carina me hizo ver en su dirección, estaba parada en el umbral de la puerta.Tenía una sonrisa cómplice en sus labios e inevitablemente le correspondí.—No lo habría logrado sin ti —confesé caminando en su dirección mientras ella negaba enérgicamente.—Lo has hecho sola, Antonella, no sé exactamente los motivos por lo que has hecho todo esto. Pero tengo la impresión de que es muy importante para ti, comprendo si no puedes hablarme del tema, no obstante, quiero que sepas que estaré aquí para ti y que seré tu amiga pase lo que pase.Me sentí terriblemente mal por no contarle la verdad, pero no podía fallarle a mi abuelo y revelar un secreto que por años había estado guarda
MendigoAntonellaEl abuelo se acercó al hombre y no tuve más opción que hacerlo también, tenía miedo de acercarme y comprobar que lo había atropellado. ¿Qué es lo que iba a hacer? No quería ir a prisión por matar a un mendigo.No había sido mi culpa, había sido él quien se cruzó la carretera sin precaución. Nadie podía decir lo contrario. Aunque… nadie había visto que lo había atropellado…—¡Antonella, ayúdame! —el grito de mi abuelo me sacó de mis malos pensamientos. El pobre estaba tratando de ayudar al mendigo y yo calculando fríamente lanzar el cuerpo al mar.—¿Lo atropellé? —preguntó arrodillándome junto al cuerpo del hombre.—No, el auto no llegó a tocarlo —respondió con premura.—Bien, dime lo que tengo que hacer —dije con más ánimos y menos culpas que hace unos minutos.—Ayúdame a llevarlo al auto, el hospital queda lejos, voy a revisar sus heridas en la casa y solamente si es necesario volveremos a la ciudad.—Vamos a meternos en problemas, abuelo —dije para hacerlo desistir