¡Sorpresa, no era una rana!
Antonella
Miré y esperé por un corto momento, le acababa de confesar a Carina el lugar al que iría a trabajar esa tarde y no lo habría hecho de no haber sido tan necesario. Necesitaba salir ahora mismo y solamente ella podía cubrirme las espaldas con el abuelo.
—¡Estás completamente loca, Antonella! —gritó.
Tuve que encogerme de hombros y cubrirme los oídos, solamente porque estaba segura de que Carina le temía al mar o juraría que era una sirena convertida en humana. Su grito era realmente espantoso, tal como juraban los marineros que era el grito de una sirena.
—No, no estoy loca, pero no voy a perderme ese baile por nada del mundo y limpiar el viejo faro no es la gran cosa y sin contar que van a pagarme trescientos euros, ¡trescientos euros! ¿Sabes lo que eso significa? —pregunté y sin darle tiempo a responderme añadí—: Tendré dinero suficiente para invertir en los arreglos de la casa, por nada del mundo dejaré que otra m*****a rana se vuelva a colar en mi habitación. ¡Es horrible! —grité en tono dramático. Todo para convencerla de dejarme ir y de cubrirme con el abuelo.
—Sigo pensando que no es una buena idea —insistió.
—Por favor, Carina, por favor —supliqué juntando mis manos y batiendo mis pestañas, hice un puchero y ella seguía con el ceño fruncido—. No haré nada estúpido ni arriesgado, solamente limpiaré donde se pueda y listo. Por favor, con ese dinero podré comprarme también las zapatillas de cristal que le hacen juego al vestido —insistí con más fuerza que ella.
Sabía que meterme al faro era peligroso. El lugar estaba casi olvidado y según la gente había partes de madera que empezaba a caerse al mar, pero la paga era buenísima y yo no quería faltar al baile en honor a mi madre, tampoco quería que mi abuelo faltara, no sabía si algún día tendríamos de nuevo una oportunidad como aquella.
Nadie en el pueblo tenía idea de quienes éramos, por lo tanto, no teníamos ningún tipo de privilegio y el abuelo lo prefería así, no obstante, sabía que el baile significaba mucho para él ¡Era en honor a su única hija! Aunque ella había muerto, el abuelo siempre hablaba maravillas de ella y la recordaba con amor y orgullo. ¿Por qué no darle un poco de felicidad? ¿Qué importaba lo peligroso del faro?
—No creo que debas ir, Antonella. Por favor, escúchame por una vez en la vida. No vayas —pidió Carina ya sin mucho afán, sabía que nada me detendría.
—Lo siento, pero no puedo quedarme —dije mientras me colocaba las botas y tomaba las herramientas de limpieza que necesitaba—. Hazte cargo de la floristería y si mi abuelo viene, invéntate un cuento de vaqueros o de lo que se te ocurra, no le digas lo que estoy haciendo y donde lo estoy haciendo —no fue una petición, fue más bien una orden, de lo contrario Carina me lanzaría a los tiburones sin pensarlo.
Salí de la floristería y caminé directamente al faro. ¿Qué tan difícil podía ser limpiarlo? ¿Qué tan peligroso suponía Carina que era? Nunca lo sabría si no lo intentaba.
Me encogí de hombros y tracé los tiempos en mi cabeza mientras tarareaba una canción, estaba feliz, antes del sábado tendría el vestido y podría asistir al concierto en honor a mi madre.
—¿Qué tan difícil podía ser limpiar un faro? —gruñí, llevaba cuatro horas encerrada en el lugar y no había manera de terminar.
Bien dicen que no hay que dejarse llevar por la fachada. El jodido faro se veía tan pequeño desde afuera, pero jamás imaginé que por dentro la cosa fuera distinta. Tanto que maldije un par de veces al tipo que la construyó, ¿es que no pudo hacer algo más sencillo?
Suspiré un par de veces, me sentía completamente abatida. Tenía la impresión que entre más limpiaba más grande se hacía el sitio y el sucio seguía y seguía saliendo. Por un momento me sentí como cenicienta en todo el sentido de la palabra, me pasé la mano por el rostro para apartar el mechón de cabello que se había salido del pañuelo y resoplé sin saber la cantidad de veces que lo había hecho.
—¡Debí cobrar mucho más, esto parece que no ha sido tocado por nadie en siglos! —grité mientras continuaba discutiendo conmigo misma.
Cansada y sin fuerzas, me puse de pie y caminé a la ventana. El sol estaba puesto en el horizonte y se cernía sobre el majestuoso mar, como si quisiera abrazarlo y atrapar la inmensidad con sus rayos. Una vista muy romántica que solo compartía con la mugre del lugar.
Aparté ese pensamiento y me concentré en el paisaje. Desde niña adoraba ver la puesta y caída del sol, el astro rey siempre me hacía pensar en el ave fénix, así era el sol. Caía todas las tardes y al amanecer resurgía con más fuerza que el día anterior.
Me aparté de la ventana para volver a limpiar mientras algunas lágrimas caían de mis ojos, pensé en mi madre quien falleció tan joven y en mi padre. Ese hombre que yo no conocía y no sabía si el destino volvería a cruzar nuestros caminos y tener la oportunidad de conocernos y ser padre e hija, aunque solo fuera un breve momento.
Dejé de reflexionar cuando mi pie resbaló en el último peldaño y mi cuerpo se impactó con fuerza sobre la madera. El dolor atravesó mi espalda y justo cuando intenté ponerme de pie, el piso se abrió y mi cuerpo fue cayendo y cayendo hasta golpear contra el agua fría del mar.
Intenté sobreponerme y nadar a la orilla, no era una inexperta, me crecí en un pueblo playero, nadar no era ciencia, no obstante, a esa hora de la tarde las olas eran fuertes, parecían luchar contra algo invisible y me llevaron y trajeron a su antojo.
Me sumergí para poder nadar bajo las olas y alcanzar alguna roca a la cual poder aferrarme, pero mi esfuerzo fue en vano, el aire empezó a faltarme gracias al golpe que me había llevado anteriormente y tuve que salir en busca de oxígeno.
Me concentré tanto en coger aire que no me di cuenta de la fuerte ola que se avecinaba en mi dirección y fue tarde para intentar sumergirme de nuevo. La ola me golpeó y me lanzó contra las rocas y no fue exactamente como yo habría deseado que fuera, mi espalda golpeó de nuevo y sentí como si me hubiesen arrancado el alma.
—¡Ayuda! —aquel fue el único grito que salió de mis labios antes de intentar mantenerme a flote, mis brazos parecían aletas de mariposa. Estaba cansada, casi acalambrada y no fui rival para la siguiente ola y mi mundo se convirtió en un manto oscuro.
“Moriré”, pensé.
Iba a morir en el mar, no habría un amanecer para mí; no volvería a ver el rostro sonriente de mi abuelo, no volvería a escuchar los gritos de Carina, pero si era positiva, quizá conocería a mi madre. Ese pensamiento me hizo reír internamente antes de que todo terminara y fuera arrastrada a las profundidades del mar.
—¡Maldición, no te atrevas a morir aquí! —el grito masculino venía de algún lugar remoto, sentía como mi pecho era presionado y mi espalda dolía con cada maniobra. Estaba dolorida y pensé rápidamente que morir era un asco.
¿Cómo podía sentir dolor estando muerta? ¿Es que era la señorita calamidad? ¿No se supone que si mueres entras al limbo? Me sentí estafada incluso por la muerte.
—¡No te mueras! —ahí estaba de nuevo esa voz, parecía enojado, asustado, en realidad no tenía ni idea y la presión sobre mi pecho cesó, eso era una buena cosa, mi espalda casi dejó de doler al instante y entonces pasó.
Mi nariz fue apretada con tanta fuerza que creí me la estaban rompiendo y luego, sus labios húmedos estaban soplando dentro de mi boca y lo hizo varias veces.
Abrí mis ojos y por un momento temí que se tratara de una pesadilla y que estaba siendo besada por aquella vieja y apestosa rana.
¡Sorpresa, no era una rana! ¡Era un maldito pervertido!
¿¡Pervertido!?DanteEl sonido de la bofetada se escuchó en la cubierta, mi rostro había girado por el impacto de aquella pequeña y poderosa mano. ¿Qué demonios le sucedía? Esa fue la primera y única pregunta que cruzó por mi cabeza.Había arriesgado mi vida por salvarla, había creído que la perdería, que moriría estando en mi yate, en mis manos.Estaba jugándome el nombre y la reputación de mi familia, ¿Qué se supone que iba a hacer con una mujer muerta en mi yate? ¿Lanzarla al mar para ser devorada por los peces o algún otro pez gigante?—¡Eres un pervertido! —el grito de la chica me sacó de mis cavilaciones, ¿Un pervertido? ¿¡Pervertido!? La, casi muerta, me estaba llamando pervertido.—¿Qué demonios te pasa? —preguntó alejándome de ella.—¿Qué me pasa? —preguntó sentándose y tosiendo un poco. Ella llevó su mano izquierda a su pecho y entonces lo vi…En su dedo anular llevaba el anillo de compromiso que debió ser de Marena, pero… ¿Cómo diablos había llegado a ella?—¿Qué me pasa, e
¡Estás completamente loca!AntonellaEstaba loca, oficialmente estaba loca y de remate. No sé en qué estaba pensando en el momento que me lancé de cabeza al agua. Quizá en perder mi dedo por culpa del nibelungo.Gruñí al pensar que Carina tenía razón, ese anillo no iba a traerme sino desgracias, ¡pero como diablos lo sacaba de mi dedo!Entre el enojo y el miedo nadé hasta las orillas, afortunadamente la noche era oscura y no había manera que el pervertido diera conmigo.Apenas salí del agua me senté sobre una de las rocas para coger un poco de oxígeno, saltar había sido imprudente, no obstante, habría sido mucho más peligroso quedarme en el yate con un completo desconocido, que encima quería cortarme el dedo.Me llevó minutos recuperarme y cuando levanté la cabeza para ver el yate, las luces estaban alejándose de Amalfi y una completa tranquilidad se adueñó de mí.Por lo menos tendría la seguridad de que no vive en los alrededores del pueblo, aunque debía ser un hombre muy rico, para
Ten un buen viajeDanteEl viaje de Amalfi a Nápoles demoró una eternidad y exactamente no sabría decir por qué. Tenía una extraña sensación en el pecho que no podía explicar, era como si presintiera algo. El tipo de dolor que una vez sentí el día que mi padre y mi abuela murieron.—Cálmate, Dante, ya no eres un niño y las supersticiones no existen, son cuentos de viejos —me repetí mientras bajaba del yate para volver a buscar mi coche y volver a casa.Técnicamente, había regresado a casa con las manos vacías y todo por culpa de esa mujer, pero también tenía una razón poderosa para volver a Amalfi y buscarla hasta por debajo de las piedras, si ella creía que podía escapar y quedarse con el anillo de mi familia estaba muy equivocada.Ella no tenía idea de lo que era capaz de hacer por recuperar el nibelungo como ella descaradamente lo llamaba y encontraría una manera decente o no de sacarlo de su dedo, así le tuviese que cortar la mano entera. Pero esa chiquilla no iba a volverse a esc
¡Lo hemos atropellado!AntonellaMis nervios estaban a flor de piel, mi vestido era precioso y desentonaba con mi humilde casa, pero no era un lujo, era una necesidad. Quería estar presente en aquel homenaje y había hecho todo el esfuerzo para hacer realidad mi deseo y el deseo de mi abuelo.—Te ves hermosa —la voz de Carina me hizo ver en su dirección, estaba parada en el umbral de la puerta.Tenía una sonrisa cómplice en sus labios e inevitablemente le correspondí.—No lo habría logrado sin ti —confesé caminando en su dirección mientras ella negaba enérgicamente.—Lo has hecho sola, Antonella, no sé exactamente los motivos por lo que has hecho todo esto. Pero tengo la impresión de que es muy importante para ti, comprendo si no puedes hablarme del tema, no obstante, quiero que sepas que estaré aquí para ti y que seré tu amiga pase lo que pase.Me sentí terriblemente mal por no contarle la verdad, pero no podía fallarle a mi abuelo y revelar un secreto que por años había estado guarda
MendigoAntonellaEl abuelo se acercó al hombre y no tuve más opción que hacerlo también, tenía miedo de acercarme y comprobar que lo había atropellado. ¿Qué es lo que iba a hacer? No quería ir a prisión por matar a un mendigo.No había sido mi culpa, había sido él quien se cruzó la carretera sin precaución. Nadie podía decir lo contrario. Aunque… nadie había visto que lo había atropellado…—¡Antonella, ayúdame! —el grito de mi abuelo me sacó de mis malos pensamientos. El pobre estaba tratando de ayudar al mendigo y yo calculando fríamente lanzar el cuerpo al mar.—¿Lo atropellé? —preguntó arrodillándome junto al cuerpo del hombre.—No, el auto no llegó a tocarlo —respondió con premura.—Bien, dime lo que tengo que hacer —dije con más ánimos y menos culpas que hace unos minutos.—Ayúdame a llevarlo al auto, el hospital queda lejos, voy a revisar sus heridas en la casa y solamente si es necesario volveremos a la ciudad.—Vamos a meternos en problemas, abuelo —dije para hacerlo desistir
¿Quién soy?DanteSentí mi cuerpo dolorido, como si me hubiese roto cada uno de mis huesos. Mi cabeza era un mar de confusión, pensamientos que se confunden entre sí.No sé cuánto tiempo llevaba tratando de concentrarme en algo específico, tomar una imagen, una frase. Algo que me resultara familiar, no obstante, en medio de mi insistencia, la oscuridad cayó sobre mí. Me arrastró a sus profundidades, me sedujo y me rendí.—¡No es un mendigo! —la voz chillona de una mujer me hizo volver en sí, intenté abrir mis ojos y me fue imposible.El dolor taladró sin piedad mi cabeza y gemí al intentar pasar un poco de saliva por mi garganta, estaba seca y lo único que pude experimentar fue la sensación de ardor.—¿Está despierto? —la pregunta fue hecha por un hombre, podía adivinarlo por el tono de voz.—Debe estar despierto, te aseguro que este hombre es un farsante. Te sugiero que lo dejemos y nos marchemos a casa y ahorrarnos problemas —esa voz de nuevo, ¿Por qué tenía que ser tan parlanchina?
¡No voy a ponerme eso!AntonellaMi abuelo estaba loco, completamente loco. No podía creer que se atreviera a tanto, traer a ese hombre a casa era un peligro, sobre todo, para mí. ¿Qué pasaría si recuperaba la memoria que según él había perdido? ¿Qué haría si el hombre me reconociera y hablara sobre lo ocurrido en el yate? Y lo más importante, ¿me acusaría de ladrona de nuevo?—Ve con cuidado, Antonella —la voz de mi abuelo me hizo consciente de que estaba divagando estando al frente del volante, elevé la mirada al retrovisor y me di cuenta de que el hombre dormía de nuevo.¿Ese sería su estado a partir de ahora? ¡Iba a engordar a ese paso!, pero si él pensaba que estaría en mi casa de gratis, iba a enterarse. En la casa todos trabajamos y con memoria o sin ella, él tendría que trabajar como todos. Además, si lo pensaba mejor, tendría la oportunidad de vengarme por amenazarme en el yate y obligarme a saltar de él.—¡Antonella, presta atención al camino! —El grito de mi abuelo volvió a
Eres una mujer cruelDante«Tú eliges, te lo pones o duermes desnudo. Solamente te aviso que, por ese agujero de allí, entran ranas por la noche…», pensé una vez más en el comentario de Antonella antes de salir de la habitación.No tengo recuerdos, no sé quién soy, de donde vengo. Pero tengo la certeza que en mi vida jamás me había topado con una mujer tan malvada. ¡Antonella Moretti era una verdadera bruja!Miré con desagrado el pijama que amable y burlonamente había dejado sobre la cama. ¡No había manera de entrar en una cosa tan pequeña y delicada, iba a destrozarla por completo! Sin embargo, no podía dormir con la ropa puesta, los hematomas en el cuerpo dolían como el infierno, ya el roce de la dura ropa estaba matándome. Aun así, me faltaba valor para meterme dentro de un pijama tan… malditamente infantil.—Date prisa, Dante, necesito darme un baño y cambiarme de ropa. ¡No eres el único que ha tenido un mal día! —El grito de Antonella me sacó de mis cavilaciones.No sabía lo que