TURISTA
Dante
Salí de la oficina luego de un arduo día de trabajo, tras el compromiso fallido de la semana pasada. Marena tenía que conformarse con una cena rápida en algún prestigioso restaurante en la ciudad y un nuevo anillo de compromiso. De todas maneras, esto solamente era una transacción comercial y no un matrimonio por amor.
No obstante, pensar en comprar un nuevo anillo, me hizo recordar el anillo que debía estar en el fondo del mar. La joya estaba catalogada como uno de los anillos más caros de la historia y no era el dinero lo que me importaba, sino el valor sentimental que tenía para mi abuelo. Aquel anillo era el símbolo que toda esposa Ferrara debía llevar hasta el día que tenía que cederlo en favor de la nueva señora de la casa.
—¿Irás a Amalfi este fin de semana? —preguntó Federico, apenas me vio aparecer en el vestíbulo de la empresa.
Me consideraba un hombre paciente con mi hermano, no obstante, era humano y había momentos en los que me veía tentado a asesinarlo y lanzar su cuerpo al mar. La idea era terriblemente placentera, tanto que me olvidé de Federico por unos cuantos segundos para ignorar su parloteo.
No comprendía cuál era su jodida insistencia en evitar mi boda con Marena, ¿No debería el sentirse feliz por qué nuestros negocios iban a extenderse a otros horizontes? Aunque Federico no era nieto de mi abuelo, era hijo de mi madre y por tal razón él se vería beneficiado de una u otra manera con la fusión que pensábamos hacer con los Vítale.
—¡Dante! —gritó al verse ignorado mientras mi nivel de frustración iba creciendo a pasos agigantados. ¿Tan difícil era para él comprender que esto era simple y llanamente negocios?
—Lo siento, tengo muchas cosas en la cabeza, ¿qué me decías? —pregunté sin qué ese “lo siento” fuera real. Pero estaba fastidiado y negarlo no tenía sentido.
—¿Puedo acompañarte? —preguntó—. Me gustaría conocer Amalfi, el abuelo ha dicho que tiene un gran proyecto en manos para el sitio y me gustaría corroborarlo —añadió casi de manera atropellada.
Suspiré, al final de cuentas quien decidía la compra en Amalfi era yo y por muchas opiniones que Federico diera, no iban a ser escuchadas por el abuelo. Quizá ese era realmente el problema entre mi hermano y yo. En su afán de mostrar su valía frente a Lorenzo Ferrara, terminaba metiendo la pata en algunos temas y no había manera de protegerlo si él mismo no quería ser protegido.
—Tengo una cena con Marena el fin de semana, no quiero hacerle el feo, no obstante, el viaje a Amalfi también es importante —acepté.
—Si no puedo acompañarte a la isla, puedo ir a la cita con Marena y disculparme en tu nombre. Somos hermanos y ella y yo somos amigos desde hace mucho tiempo, no creo que se ofenda —se ofreció sonriente.
—Podemos intentarlo, Federico. Si Amalfi es lo que esperamos, habrá valido la pena todo lo que tengamos que hacer para conseguirla —respondí.
No, no era un hombre insensible que le valiera tres hectáreas de pepino los sentimientos de Federico. Pero a diferencia de él, yo era práctico y los negocios siempre eran una prioridad para mí, sin contar que el abuelo jamás le permitiría casarse con la mujer que él había elegido para mí.
—Haré mi mejor esfuerzo —aseguró dándome un par de palmadas en la espalda.
—Sé que lo harás —mencioné dirigiéndome a las puertas del ascensor.
—Gracias, y te deseo suerte en Amalfi, aunque siempre consigues todo lo que te propones —mencionó.
El corto trayecto al estacionamiento de la empresa fue en completo silencio y una vez las puertas se abrieron, Federico salió corriendo para subirse a su auto.
Sonreí, al final de cuentas él era el hermano pequeño, quién podía llevar una vida menos ajetreada y sin menos presión, además de no ser el heredero de la dinastía y en muchos sentidos me alegraba. Por lo menos su vida no sería tan fría como la mía.
Dejé de pensar en tonterías y aparté el minuto de sentimentalismo que me había permitido. Subí al auto y salí con rumbo al puerto.
En un inicio no sabía siquiera lo que haría, quizá podía dar un paseo. Tener un momento de soledad y tranquilidad era un lujo que pocas veces podía tener y a la que pocas veces accedía. Como hoy. Si mi intención no fuera conocer Amalfi, quizá estaría conduciendo a casa para cenar con mi familia y luego de la cena dirigirme al despacho para conversar con mi abuelo acerca de negocios, planes, estrategias y dinero.
No recordaba cuando fue la última vez que ambos nos sentamos a charlar y preguntarnos por nuestras vidas personales. Todo empezó a cambiar tras la muerte de mi padre y de mi abuela. Supongo que perderlos al mismo tiempo supuso un gran dolor. Ni siquiera podía imaginar lo que él sentía. Yo sufrí por mi padre muerto, por mi abuela. Pero para él era totalmente distinto, se trataba de su único hijo y de la mujer que amaba.
Yo era un niño apenas y creo que verlo destrozado al punto de querer perder la vida, me llevó a convertirme en el hombre que soy ahora; me convencí de que el amor era el camino del dolor. Y que era un camino que no deseaba recorrer.
¿Para qué sufrir innecesariamente cuando puedo conseguir placer? Ese era mi lema y el que sostendría hasta el día de mi muerte. Lo sentía profundamente por Marena, pero es lo que había y ella había aceptado el contrato de nuestros mayores.
Resoplé y aparté los pensamientos de mi cabeza y me concentré en el viaje relámpago que estaba haciendo a Amalfi, conocería el pueblo y sus servicios como un simple turista, ver con mis propios ojos y no comprar la idea que la gente tiene del sitio, cuando lo que quiere es vender.
Estar siempre un paso adelante, era sin duda la clave del éxito…
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una llamada de auxilio y el chapoteo del agua, dos brazos que luchaban por mantener a flote un cuerpo y sin pensarlo dos veces me lancé al mar…
¡Sorpresa, no era una rana!AntonellaMiré y esperé por un corto momento, le acababa de confesar a Carina el lugar al que iría a trabajar esa tarde y no lo habría hecho de no haber sido tan necesario. Necesitaba salir ahora mismo y solamente ella podía cubrirme las espaldas con el abuelo.—¡Estás completamente loca, Antonella! —gritó.Tuve que encogerme de hombros y cubrirme los oídos, solamente porque estaba segura de que Carina le temía al mar o juraría que era una sirena convertida en humana. Su grito era realmente espantoso, tal como juraban los marineros que era el grito de una sirena.—No, no estoy loca, pero no voy a perderme ese baile por nada del mundo y limpiar el viejo faro no es la gran cosa y sin contar que van a pagarme trescientos euros, ¡trescientos euros! ¿Sabes lo que eso significa? —pregunté y sin darle tiempo a responderme añadí—: Tendré dinero suficiente para invertir en los arreglos de la casa, por nada del mundo dejaré que otra maldita rana se vuelva a colar en
¿¡Pervertido!?DanteEl sonido de la bofetada se escuchó en la cubierta, mi rostro había girado por el impacto de aquella pequeña y poderosa mano. ¿Qué demonios le sucedía? Esa fue la primera y única pregunta que cruzó por mi cabeza.Había arriesgado mi vida por salvarla, había creído que la perdería, que moriría estando en mi yate, en mis manos.Estaba jugándome el nombre y la reputación de mi familia, ¿Qué se supone que iba a hacer con una mujer muerta en mi yate? ¿Lanzarla al mar para ser devorada por los peces o algún otro pez gigante?—¡Eres un pervertido! —el grito de la chica me sacó de mis cavilaciones, ¿Un pervertido? ¿¡Pervertido!? La, casi muerta, me estaba llamando pervertido.—¿Qué demonios te pasa? —preguntó alejándome de ella.—¿Qué me pasa? —preguntó sentándose y tosiendo un poco. Ella llevó su mano izquierda a su pecho y entonces lo vi…En su dedo anular llevaba el anillo de compromiso que debió ser de Marena, pero… ¿Cómo diablos había llegado a ella?—¿Qué me pasa, e
¡Estás completamente loca!AntonellaEstaba loca, oficialmente estaba loca y de remate. No sé en qué estaba pensando en el momento que me lancé de cabeza al agua. Quizá en perder mi dedo por culpa del nibelungo.Gruñí al pensar que Carina tenía razón, ese anillo no iba a traerme sino desgracias, ¡pero como diablos lo sacaba de mi dedo!Entre el enojo y el miedo nadé hasta las orillas, afortunadamente la noche era oscura y no había manera que el pervertido diera conmigo.Apenas salí del agua me senté sobre una de las rocas para coger un poco de oxígeno, saltar había sido imprudente, no obstante, habría sido mucho más peligroso quedarme en el yate con un completo desconocido, que encima quería cortarme el dedo.Me llevó minutos recuperarme y cuando levanté la cabeza para ver el yate, las luces estaban alejándose de Amalfi y una completa tranquilidad se adueñó de mí.Por lo menos tendría la seguridad de que no vive en los alrededores del pueblo, aunque debía ser un hombre muy rico, para
Ten un buen viajeDanteEl viaje de Amalfi a Nápoles demoró una eternidad y exactamente no sabría decir por qué. Tenía una extraña sensación en el pecho que no podía explicar, era como si presintiera algo. El tipo de dolor que una vez sentí el día que mi padre y mi abuela murieron.—Cálmate, Dante, ya no eres un niño y las supersticiones no existen, son cuentos de viejos —me repetí mientras bajaba del yate para volver a buscar mi coche y volver a casa.Técnicamente, había regresado a casa con las manos vacías y todo por culpa de esa mujer, pero también tenía una razón poderosa para volver a Amalfi y buscarla hasta por debajo de las piedras, si ella creía que podía escapar y quedarse con el anillo de mi familia estaba muy equivocada.Ella no tenía idea de lo que era capaz de hacer por recuperar el nibelungo como ella descaradamente lo llamaba y encontraría una manera decente o no de sacarlo de su dedo, así le tuviese que cortar la mano entera. Pero esa chiquilla no iba a volverse a esc
¡Lo hemos atropellado!AntonellaMis nervios estaban a flor de piel, mi vestido era precioso y desentonaba con mi humilde casa, pero no era un lujo, era una necesidad. Quería estar presente en aquel homenaje y había hecho todo el esfuerzo para hacer realidad mi deseo y el deseo de mi abuelo.—Te ves hermosa —la voz de Carina me hizo ver en su dirección, estaba parada en el umbral de la puerta.Tenía una sonrisa cómplice en sus labios e inevitablemente le correspondí.—No lo habría logrado sin ti —confesé caminando en su dirección mientras ella negaba enérgicamente.—Lo has hecho sola, Antonella, no sé exactamente los motivos por lo que has hecho todo esto. Pero tengo la impresión de que es muy importante para ti, comprendo si no puedes hablarme del tema, no obstante, quiero que sepas que estaré aquí para ti y que seré tu amiga pase lo que pase.Me sentí terriblemente mal por no contarle la verdad, pero no podía fallarle a mi abuelo y revelar un secreto que por años había estado guarda
MendigoAntonellaEl abuelo se acercó al hombre y no tuve más opción que hacerlo también, tenía miedo de acercarme y comprobar que lo había atropellado. ¿Qué es lo que iba a hacer? No quería ir a prisión por matar a un mendigo.No había sido mi culpa, había sido él quien se cruzó la carretera sin precaución. Nadie podía decir lo contrario. Aunque… nadie había visto que lo había atropellado…—¡Antonella, ayúdame! —el grito de mi abuelo me sacó de mis malos pensamientos. El pobre estaba tratando de ayudar al mendigo y yo calculando fríamente lanzar el cuerpo al mar.—¿Lo atropellé? —preguntó arrodillándome junto al cuerpo del hombre.—No, el auto no llegó a tocarlo —respondió con premura.—Bien, dime lo que tengo que hacer —dije con más ánimos y menos culpas que hace unos minutos.—Ayúdame a llevarlo al auto, el hospital queda lejos, voy a revisar sus heridas en la casa y solamente si es necesario volveremos a la ciudad.—Vamos a meternos en problemas, abuelo —dije para hacerlo desistir
¿Quién soy?DanteSentí mi cuerpo dolorido, como si me hubiese roto cada uno de mis huesos. Mi cabeza era un mar de confusión, pensamientos que se confunden entre sí.No sé cuánto tiempo llevaba tratando de concentrarme en algo específico, tomar una imagen, una frase. Algo que me resultara familiar, no obstante, en medio de mi insistencia, la oscuridad cayó sobre mí. Me arrastró a sus profundidades, me sedujo y me rendí.—¡No es un mendigo! —la voz chillona de una mujer me hizo volver en sí, intenté abrir mis ojos y me fue imposible.El dolor taladró sin piedad mi cabeza y gemí al intentar pasar un poco de saliva por mi garganta, estaba seca y lo único que pude experimentar fue la sensación de ardor.—¿Está despierto? —la pregunta fue hecha por un hombre, podía adivinarlo por el tono de voz.—Debe estar despierto, te aseguro que este hombre es un farsante. Te sugiero que lo dejemos y nos marchemos a casa y ahorrarnos problemas —esa voz de nuevo, ¿Por qué tenía que ser tan parlanchina?
¡No voy a ponerme eso!AntonellaMi abuelo estaba loco, completamente loco. No podía creer que se atreviera a tanto, traer a ese hombre a casa era un peligro, sobre todo, para mí. ¿Qué pasaría si recuperaba la memoria que según él había perdido? ¿Qué haría si el hombre me reconociera y hablara sobre lo ocurrido en el yate? Y lo más importante, ¿me acusaría de ladrona de nuevo?—Ve con cuidado, Antonella —la voz de mi abuelo me hizo consciente de que estaba divagando estando al frente del volante, elevé la mirada al retrovisor y me di cuenta de que el hombre dormía de nuevo.¿Ese sería su estado a partir de ahora? ¡Iba a engordar a ese paso!, pero si él pensaba que estaría en mi casa de gratis, iba a enterarse. En la casa todos trabajamos y con memoria o sin ella, él tendría que trabajar como todos. Además, si lo pensaba mejor, tendría la oportunidad de vengarme por amenazarme en el yate y obligarme a saltar de él.—¡Antonella, presta atención al camino! —El grito de mi abuelo volvió a