Capítulo 94. Una excusa tonta.

—No puedo; tú me desconcentras con tu fragancia, tu cabello, tus piernas, el escote de tu pecho, tu presencia. El problema eres tú, ¡no lo entiendes!— le gritó histéricamente.

Ella se mordió el labio inferior antes de reír quedamente, provocando que se enfadara más.

Sebastián la tomó en sus brazos fuertes, empujándola contra la pared sin delicadeza.

—¿Qué te parece gracioso? — la interrogó agresivamente, clavándole los dedos en las caderas.

—Me llena de placer ser la causa de tu desconcentración. Es lo que quiero, que me mires y no me ignores. Quiero que sientas que estoy a tu lado…— ella no pudo seguir hablando porque sus labios fueron silenciados por una boca ansiosa que se estampó en ellos, subyugándolos; obligándolos a rendirse.

En medio de ese beso, su centro se humedeció y palpitaba, de anticipación, esperando con ansias a ser tocado.

«¡Dios, sí que extrañaba estos labios!», pensó rodeando el cuello de su amado, y alzando una pierna como él, sin pronunciar una palabra, se
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