Capítulo 120. ¡Mientes!

Como parte de su ritual matutino, Sebastián se había ido a la empresa con las primeras luces del alba, cuando la ciudad comenzaba a desperezarse lentamente.

Mientras tanto, Lizbeth, quien había acordado reunirse con él para comprar ropita para sus bebés, bajaba en el ascensor de cristal, contemplando la vista panorámica de la ciudad que empezaba a cobrar vida.

Su teléfono, un elegante modelo de última generación, vibró en su mano con la urgencia de una llamada entrante.

“¡Amiga, por favor, mátame!”, clamó Milena a través del altavoz, con la voz angustiada, algo rasposa y teñida de una resaca.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Lizbeth, iluminándolo todo con su resplandor juguetón.

“Aunque es una oferta tentadora, debo preguntarte por qué quieres morir”, respondió ella con ojos brillantes de diversión, mientras una carcajada escapaba de sus labios pintados en tono coral.

“Realmente quiero morir. No... no, merezco morir. Sí, lo merezco”, replicó Milena.

Lizbeth frunció el ceño
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