Ella se revolvía en la cama, incapaz de conciliar el sueño. La rabia que sentía por Knut y sus tonterías le hacía dar vueltas en su mente, como si estuviera atrapada en un carrusel sin fin. Se recordó a sí misma que debía relajarse y dormir algo, pues al día siguiente tenía que ocuparse de las tareas domésticas y preparar el almuerzo para Klas.Pero apenas logró cerrar los ojos unos minutos, cuando se despertó de nuevo, empapada en sudor y con el rostro en llamas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su malestar no era solo por el enfado con Knut, sino por la fiebre que la consumía.Con un jadeo, se incorporó en la cama y miró a su lado, sintiendo un dolor punzante en las sienes. Knut seguía durmiendo plácidamente, roncando como un oso.Ella se sintió abrumada por las ganas de llorar, no solo por el malestar físico que la aquejaba, sino también por la indiferencia de su esposo. Antes, Knut la mimaba y la cuidaba cuando se enfermaba, siempre atento a sus necesidades y dispuesto a p
Knut acarició el cabello de su esposa mientras que con la otra le colocaba una pastilla gris seca en la boca. No esperó a que ella rechistarara, rápidamente le acercó un vaso de agua. Astrid bebió el agua y la medicina, haciendo una mueca de disgusto.—Knut, qué amargo es esto…—susurró—. Es horrible.Knut dejó el vaso a un lado y no pudo resistirse a besarla en los labios, saboreando el amargor para liberarla del sufrimiento del gusto feo. Se separó solo cuando estuvo seguro que nada más incomodaría a su esposa.El doctor Katzenbach se sonrojó y apartó la vista avergonzado. ¡Él había venido como médico, no como testigo de su amor rebosante! Es de mala educación comer frente a quien está hambriento…Knut sentía una profunda angustia en su alma y ya no recordaba que la mujer que abrazaba era su enemiga ni alguien con la que tenía que mantener la guardia alta. La estrechó contra su pecho y le dio varios besos en la frente.Astrid ya no sentía el amargor en la boca, y se relajó en los bra
—Muy bien, muchas gracias, doctor—Knut despidió al médico en la puerta luego de recibir las instrucciones de como reaccionar si Astrid volvía a tener síntomas—. Voy a llevarla al hospital en donde trabajas si no tengo más opción o si no mejora.—Sería lo mejor—coincidió el doctor mientras quitaba un folleto de la maleta y se lo entregaba al joven CEO—. Aquí hay más información sobre lo que sospecho que es y números de teléfono para emergencias. Nos vemos, señor Meyers.—Adiós, gracias de nuevo.Lo que tiene Astrid, según el doctor Katzenbach, no es grave, pero si molesto. Por lo que la recuperación debe ser larga.Knut movió el cuello, haciéndolo crujir satisfactoriamente. Uf, es fin de semana pero aún así tiene que trabajar en un proyecto de largo plazo de la empresa. Según estadísticas, si el proyecto comienza a más tardar dentro de dos semanas, las subas estarán por encima del 80% de ganancias, sin contar con el aumento considerable de inversores extranjeros. Es un proyecto bastant
—¿Qué?—Astrid se indignó—. ¿Reducir la fiebre? ¿Eso es todo?—Hmmm, sí, yo también se los dije, pero no te preocupes, conseguiré la manera, solo no te estreses, por favor, tu cabeza te dolerá peor. Cálmate.El CEO se mordió la lengua. Mierda, se le ha salido y ahora sabe que su esposa estará peor.¡¿Que se calmara?! ¿¡Que se jodidamente calmara!? ¡Eso la hace enfurecer más!Astrid agarró la camisa del rubio y lo hizo agacharse hasta su altura. Tenía la cara roja y las mejillas hinchadas.—¡Estoy malditamente calmada! ¿¡Acaso crees qué…!?Casi se cae cuando el mareo la invadió de nuevo. Knut se apresuró a sujetarla por la cintura.—Epa, ¿Estás bien?—Mi cabeza está palpitando…—Te lo dije, ven, déjame ver—Knut le acaricia la frente y sisea—. ¡Estás ardiendo!Astrid gime, entonces el CEO la levanta en brazos y la lleva a la habitación más cercana. La habitación de invitados.—Vale—Knut la sienta en la cama mientras él se arrodilla frente a ella—. El doctor Katzenbach me dijo que es una
—¿Dinero? —repitió con incredulidad. ¿Cómo puede pedirle más dinero si no tiene nada a su nombre? Ni una sola cuenta bancaria, ni una sola propiedad. Todo lo que posee está a nombre de Astrid, y ella se entera de cada movimiento que hace. Está atrapado en una jaula dorada, sin libertad ni autonomía.Sintió un nudo en la garganta al mirar al cielo con desesperación, mientras la voz de Marietta seguía suplicándole.—Por favor, entiéndeme. Los cien mil que te pedí no son suficientes para salvar a mi amigo. Su enfermedad es muy grave y necesita al menos cuatrocientos mil para el tratamiento. Yo no tengo esa cantidad de dinero, ni nadie que me la preste. Tú eres mi única esperanza. Te lo juro, esta vez no te estoy mintiendo. Te devolveré todo el dinero, palabra de honor. Por favor, ayúdame... No tengo a nadie más a quien recurrir…—Yo... yo no puedo... —balbuceó Knut con angustia, recordando la mirada de Astrid, llena de dolor y rabia por su supuesta infidelidad.Sabía que no podía volver
Ella lo interrumpió con un gesto.—Ya lo sé, pero ¿cómo puedo ignorar lo que dicen los demás? Que estoy equivocada, que hago todo al revés, que no tengo remedio…Astrid respira hondo.Sus hermanos a veces también se ponen del lado de sus padres, y eso la hace sentir más sola y desprotegida que nunca.—Te voy a confesar algo, pero no se lo digas a nadie. Es la razón por la que me cuesta tanto hablar con mi familia. Ellos me conocen desde siempre y… Me gusta mi vida actual, me gusta cómo estoy llevando las cosas. Pero necesito más valor para enfrentarme a ellos cada día…—Su voz se va apagando. La habitación queda en una quietud sepulcral.Astrid se arrepiente de haberse sincerado con su esposo, que parece haber olvidado todo lo que vivieron juntos. ¿Qué esperaba que le dijera? ¿Que la comprendía, que la apoyaba, que la amaba? No, él solo le daría respuestas vacías y clichés, como “Es normal sentirse así” “No le des vueltas al asunto” “No te preocupes por nada, solo ven a abrazarme”Eso
Astrid no podía creer lo que veían sus ojos.Su marido, el poderoso CEO de Energy Corporation, se había convertido en el rey de la pista de baile improvisada, dentro del baño. Con un ritmo frenético, movía la cadera al compás de la música.Nunca había visto algo así. ¿Qué le había dado?Él le había dicho que tenía una sorpresa para ella, algo divertido. Pero no se imaginaba que fuera a hacer un espectáculo tan ridículo.Se quedó boquiabierta cuando Knut agarró su camisa por el cuello y la rasgó con fuerza. Los botones volaron por los aires como si fueran confeti.Astrid estaba atónita ante la desfachatez de su marido.¿Cómo podía tener tanta confianza en sí mismo? ¿Acaso no se daba cuenta de lo ridículo que se veía bailando así?Ella no quería ver el cuerpo de Knut, aunque su entrepierna traicionera le dijera lo contrario.Y menos aún cuando el sudor resbalaba por esos abdominales de infarto…—Veo que te estás divirtiendo, mi ángel—Knut le guiñó un ojo mientras seguía con su baile—. ¿
Ella sabía que estaba tirando al tacho de basura su orgullo y reputación de esposa fría, sin embargo, no podía detenerse, no podía detener el movimiento, el vaivén de sus manos sobre el falo duro y palpitante de su marido.Está tan caliente, puede sentir como se pone cada vez más duro bajo su toque. Ahora el calor se esparce desde su piel a todos los rincones de su ser. En los cinco años que lleva casada con Knut, nunca lo había visto tan de cerca, nunca notó que esa enorme cosa estuvo dentro de ella antes, para concebir a Klas.Para entonces, Astrid jadeaba con la boca abierta, como si corriera una maratón, pero en realidad solo estaba mortalmente excitada.—Rápido…no quiero ser más paciente…—Ni siquiera tuvo vergüenza, porque esa voz tan necesitada y que sonaba urgente, era de ella. Era ella quien estaba suplicando como si fuese una animal en celo.Knut echó la cabeza hacia atrás y se lamió los labios.—Querida, si pudieras ver esto…—sonrió de medio lado—. Tu cara está toda sonrojad