Astrid no podía creer lo que veían sus ojos.Su marido, el poderoso CEO de Energy Corporation, se había convertido en el rey de la pista de baile improvisada, dentro del baño. Con un ritmo frenético, movía la cadera al compás de la música.Nunca había visto algo así. ¿Qué le había dado?Él le había dicho que tenía una sorpresa para ella, algo divertido. Pero no se imaginaba que fuera a hacer un espectáculo tan ridículo.Se quedó boquiabierta cuando Knut agarró su camisa por el cuello y la rasgó con fuerza. Los botones volaron por los aires como si fueran confeti.Astrid estaba atónita ante la desfachatez de su marido.¿Cómo podía tener tanta confianza en sí mismo? ¿Acaso no se daba cuenta de lo ridículo que se veía bailando así?Ella no quería ver el cuerpo de Knut, aunque su entrepierna traicionera le dijera lo contrario.Y menos aún cuando el sudor resbalaba por esos abdominales de infarto…—Veo que te estás divirtiendo, mi ángel—Knut le guiñó un ojo mientras seguía con su baile—. ¿
Ella sabía que estaba tirando al tacho de basura su orgullo y reputación de esposa fría, sin embargo, no podía detenerse, no podía detener el movimiento, el vaivén de sus manos sobre el falo duro y palpitante de su marido.Está tan caliente, puede sentir como se pone cada vez más duro bajo su toque. Ahora el calor se esparce desde su piel a todos los rincones de su ser. En los cinco años que lleva casada con Knut, nunca lo había visto tan de cerca, nunca notó que esa enorme cosa estuvo dentro de ella antes, para concebir a Klas.Para entonces, Astrid jadeaba con la boca abierta, como si corriera una maratón, pero en realidad solo estaba mortalmente excitada.—Rápido…no quiero ser más paciente…—Ni siquiera tuvo vergüenza, porque esa voz tan necesitada y que sonaba urgente, era de ella. Era ella quien estaba suplicando como si fuese una animal en celo.Knut echó la cabeza hacia atrás y se lamió los labios.—Querida, si pudieras ver esto…—sonrió de medio lado—. Tu cara está toda sonrojad
Exhaló con exasperación, aguijoneada por la tensión en su espalda que el masaje apenas aliviaba.—¡No pienso compartir cama contigo otra vez!—exclamó rotundamente.—Pero...—No hay excusas—cortó Astrid, sin deseos de oír a su esposo. Lo que necesitaba en ese momento era menos palabras y más alivio en su espalda. Después de la agotadora maratón que habían tenido, sentía que se lo merecía.Knut esbozó una sonrisa y comenzó a presionar suavemente la espalda de Astrid, consciente de que quizás se había excedido un poco. Sin embargo, estaba decidido a compensarla, dedicando más de una hora al masaje sin emitir ni una queja.—No me digas que me harás sentir mejor, maldita sea—masculló con la cara hundida en la almohada de plumas—. ¡Dale más ritmo a las muñecas!El CEO obedeció sin rechistar. Después de unos minutos más, sus manos estaban entumecidas.—¿Podemos dormir ya? No siento las manos.—Está bien.Los esposos se acomodaron uno junto al otro. Astrid estaba tan rendida y dolorida, pero
No sabe a quién recurrir para conseguir dinero. Su padre es la última persona a la que se lo pediría, pues lo echaría de casa sin miramientos si supiera que necesita dinero para su ex novia. Tampoco puede engañarle, pues sería ridículo que un CEO, dueño de casi media ciudad, le pidiera prestado a su progenitor. Él no quiere seguir financiando los caprichos de Marietta, pero ella lo acosa sin cesar si no le da lo que quiere. No tiene el valor de negarse o de cortar el contacto con ella. Pero la situación se está volviendo insoportable, ya no puede estar de mal humor y desquitarse con sus empleados de Energy Corporation.Se arrepiente profundamente de cómo trató a Morky. Sabe que su secretario fue el culpable de que la reunión se arruinara, pero no tenía derecho a humillarlo así. Tras reflexionar con calma, se dio cuenta de que su estrés se debe al problema de su esposa, pero sobre todo al de Marietta. La maldita Marietta que le pide dinero como si fuera un favor.El sonido de su celula
—Tía…La señora Rosarina escupió con desprecio, pero Knut no se inmutó. Ya estaba acostumbrado de los desplantes de su tía.—¿Cómo te atreves a cuestionarme así, mocoso insolente? —la vieja frunció el ceño—. No tienes nada que ver con mi sobrina amada y predilecta. Ella sí que es una joya.—¿Tu sobrina amada y predilecta…?—Knut alzó las cejas con sorpresa.La tía le lanzó una mirada furibunda y señaló con el mentón a una mujer que él no había notado al entrar, que estaba sirviendo a los clientes.Knut entrecerró los ojos para ver mejor. ¿Acaso esa era…?—¡Astrid!—No te hagas el tonto—la tía le espetó—. Te conozco muy bien. En cuanto la viste, supe que irías tras ella, por eso te llamé. Estaba segura de que acabarían teniendo una cita aquí.Astrid alzó la vista al oír su nombre, pero no pudo prestarles mucha atención porque el local se llenaba de gente, atraída por el aroma de las tartas recién horneadas.Nada como un bocado caliente para endulzar el día.Knut admiró a su preciosa muj
Su esposa era una tirana. Una tirana despiadada.Él se negó a seguir hablando. ¿Para qué, si ella solo lo humillaba con sus palabras? No, señor. Se quedó callado por un instante, observando los labios de la mujer, que se habían teñido de un rojo más intenso tras saborear el pastelito. Bueno, quizás sí quisiera seguir hablando, si con eso lograba que su esposa y rival regresara a su lado.Astrid es tan obscenamente hermosa y suya. Lo más importante, es completamente suya. Así que puede engatusarla, ¿verdad?Él le sonrió ampliamente y si hubiera tenido una cola, la habría agitado con más entusiasmo que un cachorro emocionado.—¿Te gusta el pastelito?Astrid ya se sentía satisfecha de tantos dulces, pero aún así asintió con alegría y le dio un bocado a él.Saboreó el cupcake en su boca con deleite, como si fuera el más exquisito de los manjares, y exclamó una y otra vez:—¡Qué rico, qué rico!Se sentía feliz de que su pequeño ángel le diera de comer con su propia mano. Ese cupcake era el
La cena fue una delicia gracias a los huevos frescos que Knut y la tía Rosarina habían traído de las gallinas del vecino, un hombre generoso que solo las criaba por hobby y no por gusto. El cocinero los había batido hasta conseguir una textura suave y cremosa, y los había acompañado con pan casero y mermelada de frambuesa, una combinación irresistible de crujiente y dulce.Knut estaba tan entusiasmado con la comida que no dejaba de servirle jugo de bayas silvestres a Astrid, una bebida que él mismo había preparado con frutos del bosque. Le ofrecía el vaso una y otra vez, animándola a probar también el pan y la mermelada.—Este jugo está riquísimo, toma más. Este pan es muy tierno, cómelo. Esta mermelada es deliciosa, pruébala también...Astrid asentía con una sonrisa y bebía lo que él le daba, sin rechazar nada. Sus labios se habían teñido de un rojo intenso, como si fueran cerezas maduras, y su aspecto era adorable.Knut sintió que su corazón se aceleraba y se le escapaba el control.
Knut recibió varios golpes de la vara de su tía Rosarina, que le silbaba en el aire. El joven soltó un grito agudo.—No es lo que piensas, tía. Yo solo siento lástima por ella, no quiero serle infiel a mi esposa con mi ex...¡Tía, basta! ¡Me haces daño! ¡Te lo juro!Pero Rosarina no se apiadó de su sobrino y continuó azotándolo con furia.—¡Tía! ¿No decías que ya eras muy vieja para moverte rápido? ¡Ahora corres como una gacela! —Se quejó mientras huía a toda prisa.—Hay un dicho que deberías aprender, muchacho malcriado: "Las uvas, cuanto más viejas, más dulces" —Le asestó un golpe en el tobillo.Knut se retorció de dolor, pero no se detuvo.—¡Misericordia! ¡Misericordia! ¡Hasta mi padre es más indulgente que tú, tía!—¡Mi hermano siempre fue un enclenque para criarte!Al final, Knut se agotó antes que su tía anciana, que lo alcanzó en un instante. Ella no mostraba ningún signo de cansancio, al contrario que el joven CEO, que estaba a punto de desmayarse por el esfuerzo y la falta de