Capítulo 53

La cena fue una delicia gracias a los huevos frescos que Knut y la tía Rosarina habían traído de las gallinas del vecino, un hombre generoso que solo las criaba por hobby y no por gusto. El cocinero los había batido hasta conseguir una textura suave y cremosa, y los había acompañado con pan casero y mermelada de frambuesa, una combinación irresistible de crujiente y dulce.

Knut estaba tan entusiasmado con la comida que no dejaba de servirle jugo de bayas silvestres a Astrid, una bebida que él mismo había preparado con frutos del bosque. Le ofrecía el vaso una y otra vez, animándola a probar también el pan y la mermelada.

—Este jugo está riquísimo, toma más. Este pan es muy tierno, cómelo. Esta mermelada es deliciosa, pruébala también...

Astrid asentía con una sonrisa y bebía lo que él le daba, sin rechazar nada. Sus labios se habían teñido de un rojo intenso, como si fueran cerezas maduras, y su aspecto era adorable.

Knut sintió que su corazón se aceleraba y se le escapaba el control.
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