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Landon No sentía un cariño especial por la doctora Ivanova, ya que no llevaba mucho tiempo conociéndola; sin embargo, me apenaba verla en aquel estado, que contrastaba mucho con la felicidad que Lyra, los niños y yo compartíamos. Por una parte, quería dejarla en un sitio seguro para que no nos viera y comenzara su nueva vida, pero al mismo tiempo me preocupaba dejarla así y que algo malo le sucediera. Si eso pasaba, Lyra nunca podría ser feliz porque la culpa la consumiría y, a decir verdad, a mí también. Esa mujer me había regresado lo que más me importaba en mi vida y tenía que pagarle con la misma moneda.Me arrepentía profundamente de haberle contado que Thane estaba herido.—Ya se quedó dormida —me dijo Lyra al volver al comedor, donde cenábamos con nuestros hijos—. Parece más tranquila, pero sigue preocupándome su salud.—Tiene que asimilarlo —repuse, dándole una galleta a mi hijo. —Sí, pero ¿qué tal si…?—Lyra… Mis ojos señalaron a nuestros bebés, que ahora estaban atentos a
Ekaterina Me levanté con una espantosa sensación en el estómago, que ya no podía relacionar con la angustia que sentía por Thane, con quien no había dejado de soñar toda la noche. Tenía claro que jamás volvería a su lado, que me había marchado para siempre, pero parte de mí necesitaba saberlo a salvo, que no dejara este mundo.Corrí hacia el baño y descargué todo el contenido de mi estómago, que no era más que agua y bilis. El sabor dulzón me produjo más asco, pero ya no tuve más arcadas y pude recomponerme para lavarme la cara y los dientes.Miré mi reflejo y me pregunté si Lyra tenía razón. Médicamente, era muy probable que estuviera embarazada. Me faltaba el período, me sentía todo el tiempo sin energía y no tenía hambre. Sin embargo, me negaba a creerlo, pues eso significaría tener algo suyo para siempre, algo que nunca me permitiría olvidarlo.—No puedo —susurré, abatida—. ¿Qué clase de vida le daré?Agobiada por la idea, me alejé del espejo y salí del baño. Por la ventana, podí
ByronLilly, mi padre y Amelia me miraban expectantes cuando llegué a la sala. Yo trataba de tener una expresión neutral para dar más suspenso a la situación; sin embargo, me ganó una risa nerviosa.—Habla de una vez, hijo —me pidió Amelia, nerviosa—. ¿Qué te dijo Landon? ¿Está todo bien?—No sé cómo decirlo —respondí.—Con todo respeto, suegro —dijo mi mujer, muy enojada—. Le voy a dar en la cabeza a su hijo.—Adelante, Lilly —refunfuñó él—. Dale con uno de los tacones de Amelia.—Oh, no, son Jimmy Choo —masculló la aludida—. Hijo, habla.Tomé una bocanada de aire de manera dramática. Todos los demás contuvieron la respiración.—¡Regresan al país! —exclamé.Los tres se levantaron, lanzando gritos de euforia.—Sí, se murió esa m*****a rata de Thane y todos vamos a ser felices. Ya no corremos peligro, los mafiosos se encargarán de lo suyo.A pesar de que esperaba alegría, los tres detuvieron su celebración y fruncieron el ceño.—¿Cómo? —preguntó mi padre, consternado—. ¿Thane murió?—Sí
ThaneEl infierno se desató en el momento en que, por desear salvar lo que más me importaba, terminé alcanzado por una bala. Les costó dispararme al menos cuatro veces para derribarme y hacerme perder la consciencia. Durante todo aquel suplicio, el rostro de Ekaterina estuvo en mi mente. No era que Lyra no estuviera entre mis preocupaciones y prioridades, pero me aterraba perder a esa rubia que era mi calma en los momentos más tormentosos. Estar entre sus brazos no era solo pasión, sino también seguridad.—No lo logrará —murmuró alguien a quien podía escuchar en medio de aquella asfixiante oscuridad—. Ha perdido mucha sangre y solo es cuestión de horas para que…Dejé de escuchar en cuanto mis pensamientos se volvieron gritos, gritos que posiblemente ese infeliz no escucharía. Quería decirle que mi voluntad de seguir vivo era más fuerte de lo que podía llegar a ser él y todos esos malditos hombres que ahora estaban a salvo. Claro, si quedaba alguno.Había contemplado la idea de que nos
LyraLuego de saber sobre el embarazo de Ekaterina, tuvimos que empezar a tomar decisiones sobre su destino. Durante un par de semanas se barajaron muchas opciones, siendo la que menos me gustaba la que Ekaterina finalmente eligió: quedarse a criar a su hijo en España.Su dominio del español era casi nulo, pero se había propuesto aprenderlo para que su hijo pudiera adaptarse a la vida allí. Por más que traté de convencerla de que viniera con nosotros, ella alegó que quería comenzar una nueva vida en Madrid, que quería valerse por sí misma por primera vez en su vida. Fue doloroso para mí, pero tenía que respetar su decisión, sobre todo por su promesa de que mantendríamos el contacto y de que nos buscaría en cuanto el bebé estuviera a punto de nacer.—Creo que es lo mejor —me comentó Landon de camino al aeropuerto—. Ella quiere romper con todo lo que le recuerde a él.—Pero yo…—Mi amor, tú eres parte de esa vida, quieras o no. Ekaterina te quiere muchísimo, pero también le es doloroso v
Landon Intuir que algunos cambios en el cuerpo de mi mujer se debían a un embarazo era algo que me estaba llenando de una felicidad indescriptible. Lyra, a pesar de ser bastante insistente con Ekaterina, se mostraba renuente a creer que lo estaba. Muy en el fondo, sospechaba que las mujeres tenían una clase de mecanismo de defensa para proteger su mente en caso de que sucediera algo que las decepcionara.—Deja de mirarme así —susurró Lyra con una sonrisa cuando estábamos a punto de aterrizar—. Me pones muy nerviosa.—No puedo dejar de mirarte así —repliqué, deseando no tener a mi hija en brazos en ese momento para poder lanzarme sobre ella—. Vas a darme otro hijo.—No sé cuántos intentos nos tomaron los mellizos, pero…—Admito que no se dio de inmediato, pero esta vez puede ser diferente. Estoy seguro de que estás embarazada de nuevo. Tus ojos brillan.Lyra se mordió el labio inferior, nerviosa.—¿Tú lo crees?—Estoy seguro. —Qué nervios —se rio—. ¿Cómo vamos a decirles esto a los de
Lyra Si bien nunca había visto más de una vez a aquel pequeño, Landon, me había mostrado fotos suyas, las que tomó durante los dos años en que lo buscó y él fue su consuelo. A través de esas fotos y del amor con que mi esposo hablaba de él, había aprendido a amarlo, y ahora me encontraba presa de la angustia y el terror por pensar que Thane o alguno de sus hombres lo tenían. Porque así era, no me cabía la menor duda.—Maldita sea, Conrad, debes conducir más rápido —le dijo Landon—. Conduce más rápido.—Estoy yendo a toda la velocidad que puedo —me respondió él, nervioso—. Si voy a más, podemos accidentarnos. Tenemos a tus hijos y a tu esposa. —Es verdad, lo siento mucho.Landon, desde el asiento del copiloto, volteó a vernos arrepentido.—No, mi amor —le dije—. No te preocupes, sé lo angustiado que estás.—¿Qué pasa, mami? —preguntó Antonio, quien venía en mis brazos.—No te preocupes, cielo —le contesté—. Pronto aparecerá tu primo.—¿Está perdido? —indagó Amelie con los ojos muy ab
Lyra—¡Tienen que decírsela cuando vuelvan a llamar! —grita Lilly, que está siendo sostenida por Byron para que no se haga daño—. Tienen que decirles en dónde está. La risa que suelta no es de felicidad, sino una risa histérica. Lucía aterradora, pero no me asustaba, sino que me recordaba a mí misma cuando sentía que me podían alejar para siempre de mis hijos.—Ekaterina espera un hijo —respondió Landon—. Debemos contactarla para que se prevenga y…—¡No, nada de eso! —lo interrumpió Lilly, retorciéndose más y con el rostro enrojecido—. La vida de mi hijo depende de que…—Hay mucho en juego —intervine—. Y todos somos víctimas de ese desgraciado. Pero me parece una crueldad no avisar siquiera a Ekaterina para que…—No, la crueldad es que se lo planteen —rebatió ella, mirándonos furiosa—. Ella es una desconocida, una mujer que ayudó a Lyra a olvidarlo todo.—No fue su voluntad hacerlo —la defendí—. Y Ekaterina es importante para mí; fue la única compañía real que tuve durante este tiempo