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Ekaterina Me levanté con una espantosa sensación en el estómago, que ya no podía relacionar con la angustia que sentía por Thane, con quien no había dejado de soñar toda la noche. Tenía claro que jamás volvería a su lado, que me había marchado para siempre, pero parte de mí necesitaba saberlo a salvo, que no dejara este mundo.Corrí hacia el baño y descargué todo el contenido de mi estómago, que no era más que agua y bilis. El sabor dulzón me produjo más asco, pero ya no tuve más arcadas y pude recomponerme para lavarme la cara y los dientes.Miré mi reflejo y me pregunté si Lyra tenía razón. Médicamente, era muy probable que estuviera embarazada. Me faltaba el período, me sentía todo el tiempo sin energía y no tenía hambre. Sin embargo, me negaba a creerlo, pues eso significaría tener algo suyo para siempre, algo que nunca me permitiría olvidarlo.—No puedo —susurré, abatida—. ¿Qué clase de vida le daré?Agobiada por la idea, me alejé del espejo y salí del baño. Por la ventana, podí
ByronLilly, mi padre y Amelia me miraban expectantes cuando llegué a la sala. Yo trataba de tener una expresión neutral para dar más suspenso a la situación; sin embargo, me ganó una risa nerviosa.—Habla de una vez, hijo —me pidió Amelia, nerviosa—. ¿Qué te dijo Landon? ¿Está todo bien?—No sé cómo decirlo —respondí.—Con todo respeto, suegro —dijo mi mujer, muy enojada—. Le voy a dar en la cabeza a su hijo.—Adelante, Lilly —refunfuñó él—. Dale con uno de los tacones de Amelia.—Oh, no, son Jimmy Choo —masculló la aludida—. Hijo, habla.Tomé una bocanada de aire de manera dramática. Todos los demás contuvieron la respiración.—¡Regresan al país! —exclamé.Los tres se levantaron, lanzando gritos de euforia.—Sí, se murió esa m*****a rata de Thane y todos vamos a ser felices. Ya no corremos peligro, los mafiosos se encargarán de lo suyo.A pesar de que esperaba alegría, los tres detuvieron su celebración y fruncieron el ceño.—¿Cómo? —preguntó mi padre, consternado—. ¿Thane murió?—Sí
ThaneEl infierno se desató en el momento en que, por desear salvar lo que más me importaba, terminé alcanzado por una bala. Les costó dispararme al menos cuatro veces para derribarme y hacerme perder la consciencia. Durante todo aquel suplicio, el rostro de Ekaterina estuvo en mi mente. No era que Lyra no estuviera entre mis preocupaciones y prioridades, pero me aterraba perder a esa rubia que era mi calma en los momentos más tormentosos. Estar entre sus brazos no era solo pasión, sino también seguridad.—No lo logrará —murmuró alguien a quien podía escuchar en medio de aquella asfixiante oscuridad—. Ha perdido mucha sangre y solo es cuestión de horas para que…Dejé de escuchar en cuanto mis pensamientos se volvieron gritos, gritos que posiblemente ese infeliz no escucharía. Quería decirle que mi voluntad de seguir vivo era más fuerte de lo que podía llegar a ser él y todos esos malditos hombres que ahora estaban a salvo. Claro, si quedaba alguno.Había contemplado la idea de que nos
LyraLuego de saber sobre el embarazo de Ekaterina, tuvimos que empezar a tomar decisiones sobre su destino. Durante un par de semanas se barajaron muchas opciones, siendo la que menos me gustaba la que Ekaterina finalmente eligió: quedarse a criar a su hijo en España.Su dominio del español era casi nulo, pero se había propuesto aprenderlo para que su hijo pudiera adaptarse a la vida allí. Por más que traté de convencerla de que viniera con nosotros, ella alegó que quería comenzar una nueva vida en Madrid, que quería valerse por sí misma por primera vez en su vida. Fue doloroso para mí, pero tenía que respetar su decisión, sobre todo por su promesa de que mantendríamos el contacto y de que nos buscaría en cuanto el bebé estuviera a punto de nacer.—Creo que es lo mejor —me comentó Landon de camino al aeropuerto—. Ella quiere romper con todo lo que le recuerde a él.—Pero yo…—Mi amor, tú eres parte de esa vida, quieras o no. Ekaterina te quiere muchísimo, pero también le es doloroso
Landon Intuir que algunos cambios en el cuerpo de mi mujer se debían a un embarazo era algo que me estaba llenando de una felicidad indescriptible. Lyra, a pesar de ser bastante insistente con Ekaterina, se mostraba renuente a creer que lo estaba. Muy en el fondo, sospechaba que las mujeres tenían una clase de mecanismo de defensa para proteger su mente en caso de que sucediera algo que las decepcionara.—Deja de mirarme así —susurró Lyra con una sonrisa cuando estábamos a punto de aterrizar—. Me pones muy nerviosa.—No puedo dejar de mirarte así —repliqué, deseando no tener a mi hija en brazos en ese momento para poder lanzarme sobre ella—. Vas a darme otro hijo.—No sé cuántos intentos nos tomaron los mellizos, pero…—Admito que no se dio de inmediato, pero esta vez puede ser diferente. Estoy seguro de que estás embarazada de nuevo. Tus ojos brillan.Lyra se mordió el labio inferior, nerviosa.—¿Tú lo crees?—Estoy seguro. —Qué nervios —se rio—. ¿Cómo vamos a decirles esto a los d
LyraMiré al médico con los ojos abiertos de par en par y me llevé una mano al vientre. Aunque un embarazo era lo que menos deseaba, escuchar al doctor pronunciar esas palabras me estaba rompiendo el corazón.«Lo siento mucho. Según los estudios que le hemos practicado, el bebé es incompatible con la vida. Lo más recomendable es interrumpirlo en este momento. No se preocupe, esta trisomía es la más común y, en el futuro, podrá tener más hijos, ya que es una mujer sana y joven».—Señora Russell —me llamó el médico una vez más—. ¿Se encuentra bien?—Eh... Sí —mentí—. Es solo que no entiendo nada.—Trisomía dieciséis —me explicó él con paciencia—. Es la más común en humanos, pero también la más letal. El bebé no va a sobrevivir, señora. Y si lo hiciera, no viviría mucho tiempo y solo sufriría.—¿Está completamente confirmado? —indagué, aferrándome a un último resquicio de esperanza.El doctor asintió, matando por completo ese sentimiento. La única cosa que podía consolarme era saber que
LyraLos minutos se me hacían interminables mientras el auto avanzaba hacia el hospital. El dolor no hacía más que volverse insoportable, aunque no solo el físico, sino también el del corazón. Me estaban arrancando una parte de mí, una más valiosa que mi propia vida. Y yo estaba tan sola...Al menos deseaba tener a alguien que me quisiera, que estuviera a mi lado en estos momentos, pero eso no era así. Nadie en este mundo estaba para mí, y la única persona que había estado, mi madre, había muerto hacía mucho tiempo. Intenté salvarla, pero no pude, y ahora estaba atrapada en esta situación.Cuando llegué al hospital, el chófer al menos se dignó a ayudarme. Su expresión era estoica, pero eso, en lugar de consolarme, me hundió más. No esperaba que él también sufriera con esto, pero su frialdad me lastimaba.«Aunque no más que la de Landon», pensé con tristeza.—Señora Russell —dijo el doctor, sorprendido al encontrarnos en urgencias—. ¿Qué está...?De inmediato se dio cuenta de mi sangr
Lyra —¿Por qué estás aquí? —pregunté cuando se acercó.—¿Qué demonios haces tú aquí? Debes irte a casa —me soltó, haciendo que me sintiera aún más nerviosa.—En eso estaba, pero…—Vámonos.Landon me tomó del brazo y caminó a toda prisa por los pasillos del hospital. Mi vientre dolía un poco y era incómodo caminar, pero no me quejé. En el fondo, me ilusionaba la idea de que él me llevara a casa. Sin embargo, al llegar a la salida, prácticamente me lanzó a los brazos de Iñaki, el chófer.—Llévala a casa. Tengo ocupaciones —dijo, enojado.—Por supuesto, señor —respondió Iñaki.Quería decir algo, cualquier cosa que manifestara mi rabia, dolor y frustración, pero cuando tenía a Landon frente a mí, con esos ojos oscuros y penetrantes, las palabras se me quedaban atascadas en la garganta.—Suba, señora Russell —me indicó Iñaki, abriéndome la puerta del auto—. Tiene que ir a casa.—Está bien —susurré, conteniendo las lágrimas. Salieron en cuanto me metí en el auto y se cerró la puerta.Lando