”Desde que empezaron a llover acusaciones sobre ella, todo era puro «se dice» y «me contaron». Nunca hubo pruebas reales. Si está dispuesta a arriesgar su vida por salvar a esa niña, no creo que sea capaz de las cosas horribles que decían.”“Lo que más risa me da es que, cuando acusaron a Gabriela de robarle el novio a su hermana, Noelia y el exmarido ni siquiera aparecieron en las noticias. Pero a Gabriela la llenaron de difamaciones y fotos trucadas. Que si Gabriela se lo quitó o no, no sé, pero que ese hombre le fue infiel, ¡eso es un hecho!”Entre tantos comentarios defendiendo a Gabriela, también había quienes seguían atacándola.“¿Y qué? ¿Salvar a un niño ahora borra todo lo que hizo en el pasado? ¿Eso la hace inocente de ser una roba-maridos?”“No es más que una mala persona tratando de redimirse. ¿Quién en su sano juicio se va a un orfanato a ayudar si no tiene una culpa pesada sobre sus hombros?”Bajo ese último comentario, una avalancha de respuestas condenatorias.Para ese p
Las calumnias y rumores que Noelia había promovido contra Gabriela ahora se volvían en su contra. La misma campaña que había usado para difamarla ahora le regresaba multiplicada en miles de comentarios de repudio y desprecio.Mientras tanto, Gabriela, sin idea de lo que sucedía en redes, había caído profundamente dormida tras ver las últimas noticias sobre Hans.Noelia, en cambio, no tenía la misma suerte. Después de mucho insistir, finalmente había logrado que Álvaro cenara con ella esa noche.A mitad de la cena, Noelia se excusó para ir al baño. Al regresar, escuchó a Álvaro hablando por teléfono.—Antes de que ella viaje a Francia, asegúrate de que la casa esté completamente renovada. Los trámites para los permisos del personal deben estar listos; quiero que todo esté en orden cuando llegue —decía con tono firme, aunque sin mostrar emoción. Sin embargo, cada palabra reflejaba una preocupación obvia por esa otra persona.¿Quién va a ir a Francia? ¿Quién más si no Gabriela, esa maldit
¡No merecía un centavo de Noelia!—Lo mejor sería internarla en un hospital psiquiátrico. Desde siempre ha sido inestable y no sabemos de qué más es capaz. ¡Sería lo mejor para todos! —sentenció Iker, fingiendo preocupación.—Sí, sí, internarla sería lo ideal —secundó Ivana, con vehemencia—. Decimos que perdió el control y se armó el escándalo ella sola. Así todos se calman…—¡Basta! —exclamó Álvaro, alzando la voz.Ivana e Iker enmudecieron al instante, recordando de repente que la madre de Álvaro también había padecido problemas mentales.Noelia, en un tono lastimero, intervino rápidamente:—Tíos, no hablen así de Gabriela. No es seguro que esto sea obra suya; Álvaro investigará la verdad.Dicho esto, soltó un par de sollozos y, con una mano sobre su vientre, se tambaleó ligeramente, como si fuera a desmayarse en cualquier momento.—Si realmente fue Gabriela, estoy dispuesta a soportarlo —prosiguió Noelia con voz trémula—. Admito que ocupé su lugar y… —miró a Álvaro con ojos húmedos—
Gabriela había crecido junto al mar.Siempre había sido propensa a quedarse dormida en lugares fríos, pero últimamente, el sueño la vencía aún más.Esa mañana, el cansancio la sumergió en un sueño profundo hasta las nueve.Si no hubiera sido por el timbre del teléfono, habría seguido durmiendo.Con los ojos todavía nublados, alcanzó a ver el nombre en la pantalla: ¿Cintia?Tomó la llamada y dejó el teléfono sobre la almohada. Imaginó que, como de costumbre, Cintia la llamaba para regañarla.No le importaba, no podía hablar, y el sueño seguía pesándole. ¿Qué más daba si respondía de forma automática?—Gabriela, ¿dónde estás? —La voz de Cintia al otro lado sonaba entrecortada, con llanto.Gabriela se sobresaltó. Conocía bien a Cintia; era de esas personas que podían caerse sobre el hielo y fracturarse un brazo sin soltar una lágrima.Pero esa vez... lloraba de verdad.—Tuve un accidente, los doctores dicen que tal vez me tengan que amputar una pierna. ¡Tengo miedo!Cintia había estado de
—¡Cuñada! —exclamó Cintia, entre sollozos al ver a Gabriela.“¿Tú provocaste su accidente?” Gabriela gesticulaba en lenguaje de señas, con las manos casi apuntando a los ojos de Noelia.—¡¿Gabriela, estás loca o qué?! ¡Estoy embarazada! —gritó Noelia, presa del pánico.Gabriela la empujó hacia el sillón, donde Noelia cayó pesadamente.“¿Embarazada? ¿Y eso qué me importa? ¿Es mío, acaso?” respondió con sarcasmo, mientras sacaba su teléfono. “Acabo de grabar cómo atacabas a Cintia. Te pregunto por última vez: ¿fuiste tú quien causó el accidente?”El rostro de Gabriela reflejaba una furia contenida, casi gélida.Desde que había llegado a Mildred, pocas personas le habían mostrado afecto sincero.Excepto Cintia, quien siempre compartía con ella cualquier novedad o alegría.Cuando se había lesionado por salvar a Álvaro, en un momento que pudo costarle la movilidad, todos la felicitaban por haber sido tan oportuna.Todos menos Cintia, quien la había acompañado con lágrimas en los ojos, dicié
Álvaro parecía haber venido corriendo.Se paró frente a Gabriela, respirando con dificultad.Ella lo miró desde abajo, sin ninguna emoción en sus ojos, ni siquiera desprecio.Él no dijo nada, solo la observó, escaneando su rostro con detenimiento.Al final, sus ojos se detuvieron en una pequeña mancha de sangre en su mejilla.Aunque Gabriela se había criado cerca del mar, su piel seguía siendo tan blanca como la nieve, y aquella mancha resaltaba aún más en su rostro.Álvaro levantó una mano y, con el pulgar, pasó suavemente sobre la marca.Gabriela no reaccionó, solo bajó la mirada y vio el rastro rojo en el dedo de él.“Es de Cintia,” indicó, señalando la puerta del quirófano.—¿Tú estás bien? —preguntó él, con un tono que intentaba ocultar preocupación.Gabriela frunció el ceño, visiblemente molesta.“¿Crees que Noelia podría hacerme daño? La golpeé yo, no al revés. No la sobreestimes.”Álvaro parpadeó, sorprendido, y luego su expresión se endureció.—¿Le pegaste a Noelia?“¿No venía
Compró un panecillo y una caja de leche caliente, y se sentó en un banco donde podía ver el quirófano desde la distancia, mientras se mantenía lejos de Álvaro.Tomó un sorbo de la leche, la misma marca que siempre había bebido, pero esta vez el sabor le resultó extraño, pesado, casi nauseabundo.Álvaro mantenía a Gabriela en su visión periférica. Tras despedir a los ejecutivos del hospital, caminó hacia ella y notó que había comprado otra bebida caliente, esta vez un chocolate.—¿No habías dicho que no podías tomar cosas con tantas calorías? —preguntó, recordándole las estrictas dietas que solía seguir.Como bailarina, el peso de Gabriela siempre había sido un tema delicado, al punto de precisar cada gramo. Su genética le permitía recuperar la línea con facilidad, pero todo cambió después de la muerte de Emiliano. La depresión severa y los medicamentos la habían dejado vulnerable, incapaz de controlar su peso como antes. Y aunque ya no estaba en el escenario, Gabriela aún intentaba cui
Las noticias de la noche anterior habían sido escandalosas. Camino al hospital, Gabriela ya había visto los titulares. Los que desconocían la situación probablemente pensaban que el universo había querido devolverle algo de justicia a Gabriela y mostrar la verdadera cara de Noelia. Pero ella sabía que todo había sido obra de Hans, quien se había encargado de amplificar el asunto. Él la veía como una mujer ingenua, alguien que necesitaba protección. Había decidido enseñarle cómo defenderse.El impacto de Hans fue tan grande que, para cuando el equipo de relaciones públicas de Álvaro reaccionó, el asunto ya se había vuelto viral. La gente estaba destrozando a su adorada Noelia en redes, y él no podía permitirlo. Así que había investigado de inmediato y, al encontrar rastros de bots entre los comentarios, había asumido que Gabriela estaba detrás. Ni siquiera se había molestado en preguntar; había llegado listo para acusarla, usando el nombre de Cristóbal para herirla. Ese solo golpe se le