Las noticias de la noche anterior habían sido escandalosas. Camino al hospital, Gabriela ya había visto los titulares. Los que desconocían la situación probablemente pensaban que el universo había querido devolverle algo de justicia a Gabriela y mostrar la verdadera cara de Noelia. Pero ella sabía que todo había sido obra de Hans, quien se había encargado de amplificar el asunto. Él la veía como una mujer ingenua, alguien que necesitaba protección. Había decidido enseñarle cómo defenderse.El impacto de Hans fue tan grande que, para cuando el equipo de relaciones públicas de Álvaro reaccionó, el asunto ya se había vuelto viral. La gente estaba destrozando a su adorada Noelia en redes, y él no podía permitirlo. Así que había investigado de inmediato y, al encontrar rastros de bots entre los comentarios, había asumido que Gabriela estaba detrás. Ni siquiera se había molestado en preguntar; había llegado listo para acusarla, usando el nombre de Cristóbal para herirla. Ese solo golpe se le
Fue solo después del accidente de Gabriela el año anterior cuando mostró algo de preocupación, pero ni por asomo se acercaba a la dedicación de Cristóbal.La cirugía de Cintia fue un éxito, y pronto la llevaron de regreso a la habitación. Kian se apresuró a avisar a Álvaro. En el camino, aprovechó para contarle sobre la videollamada que había presenciado entre Gabriela y Cristóbal.Álvaro, con su expresión habitual de frialdad, no dijo nada, pero aceleró el paso. Kian asumió que era por la preocupación hacia su hermana y aumentó su propio ritmo para seguirlo.—Es mejor así —murmuró Kian, intentando consolar a Álvaro—. Usted tiene otros compromisos, y, además, señora García nunca se adaptaría a este ambiente. Las rosas silvestres florecen mejor en la montaña; en una mansión, solo causan incomodidad...La paciencia de Álvaro se agotó, y se detuvo para mirarlo con una mirada de advertencia. Kian sintió la tensión y encogió los hombros, nervioso.—¿Sabes quién es Cristóbal? —preguntó Álvar
Después de salir del hospital, Noelia estaba inquieta y ansiosa.Al ver el nombre de usuario “Princesa Llega”, supo al instante que era Cintia quien la había expuesto. Esa “chiquilla insolente” debía estar detrás de todo.Noelia siempre había detestado la actitud altanera de Cintia. Le tomó poco tiempo averiguar dónde estaba. Consumida por la furia de una noche entera de ataques en redes, buscó en la web oscura a alguien dispuesto a hacer “trabajos sucios”. Y así, Cintia terminó en el hospital, gravemente herida y a punto de perder una pierna.Sin embargo, Noelia no estaba satisfecha: Cintia aún seguía viva. Por eso fue al hospital, decidida a advertirle que mantuviera la boca cerrada. Nunca imaginó que Gabriela, quien solía ser enemiga de Cintia, estaría ahí para enfrentarla. Y lo peor de todo: ¡Gabriela había grabado un video!Si ese video salía a la luz, ¿cómo explicaría todo a Álvaro? ¿Cómo podría seguir con él? Solo le quedaba una esperanza: la información que tenía sobre Cintia.
—Si quieres ir de vacaciones, puedo organizarlo —respondió él, sin comprometerse.—Me da miedo… —dijo Noelia, su voz temblando aún más—. Si no estás conmigo, temo que esas personas vayan a buscarme.Hubo un breve silencio en la línea. Álvaro, con la mano en el volante, miró a través de la noche, enfocándose en el edificio del hospital. En ese preciso momento, una camioneta Jeep se detuvo frente a la salida peatonal, y él vio a Gabriela correr hacia el vehículo.El conductor, un hombre alto, bajó rápidamente con una bolsa bien empaquetada y se la entregó a Gabriela.En la penumbra, el aliento cálido de ella se confundía con la bruma nocturna, pero su sonrisa era clara. Álvaro reconoció al hombre de inmediato: Cristóbal.Cristóbal había salido del trabajo más tarde de lo planeado. Aquella noche, su equipo finalmente había logrado que una máquina experimental, ideal para el tratamiento de Gabriela, obtuviera la licencia para su uso comercial.La máquina era costosa, y solo había tres unid
—Gabriela, ¡qué inútil eres! —Cintia despertó, pálida y exhausta. Al enterarse de que Álvaro había estado y luego se había marchado, suspiró, desanimada—. Estoy al borde de la muerte, perdiendo sangre como loca, y aun así intenté darte otra oportunidad con él. ¿Cómo no aprovechaste? ¿Te gusta ver cómo Noelia se siente tan segura?“Me da igual”, respondió Gabriela, cortante.Cintia la miró, atónita. Luego, con un tono más serio, preguntó:—¿No estarás ignorándolo solo por Noelia, verdad? ¿Lo has pensado bien?—Sí. —Gabriela asintió, con una serenidad que transmitía su decisión.Al ver su expresión, Cintia entendió. Gabriela había renunciado a cualquier esperanza en su hermano.—Está bien, espera a que me recupere —suspiró Cintia, esbozando una sonrisa—. Te presentaré a alguien mucho mejor: ¡joven y hasta más guapo!Gabriela sonrió, sin tomarse en serio el comentario. Joven, sí, tal vez, pero “guapo” era otra historia. Después de todo, había sido el parecido de Álvaro con Emiliano lo que
Cintia podía parecer indomable, pero, en realidad, no era tan intrépida como aparentaba. Siempre había sabido que era la hija de una trabajadora de un club nocturno y que su padre nunca la reconoció. Su vida no había sido ni limpia ni fácil, y usaba su apellido Saavedra como una barrera de protección, para proyectar una seguridad que no sentía. La gente la temía y le daba su lugar, pero en el fondo, esa identidad era su único refugio.Y luego llegó Gabriela, y todo cambió.La primera vez que Cintia intentó molestar a Gabriela, esta le devolvió una bofetada sin pensarlo dos veces. Con el tiempo, Cintia aprendió que Gabriela no iba a tolerar sus caprichos.Hubo una ocasión en la que Cintia, durante una pelea, dejó a alguien gravemente herido, al borde de la muerte. La familia de la víctima, aunque no tenía el poder de los Saavedra, contaba con un tío influyente y exigían justicia. Álvaro estaba fuera del país, y nadie en la familia movió un dedo por ella. Al final, fue Gabriela quien acu
Al igual que la última vez que coincidieron en el elevador, al ver a Gabriela, Noelia se estremeció y buscó refugio en el pecho de Álvaro, quien, para calmarla, le dio unas suaves palmaditas en el hombro y le susurró:—Tranquila.Pero esta vez fue diferente: Gabriela no se quedó parada afuera. Sin dudarlo, ignorando a los dos, caminó directo hacia el elevador y entró. Cristóbal se colocó a su lado, interponiéndose naturalmente entre ella y los otros dos.Ambos ignoraron a Álvaro y Noelia. Cristóbal había oído rumores sobre el embarazo de la amiga de infancia de Álvaro, pero ahora, al verlos juntos, confirmaba lo que pensaba: los hombres de la familia Saavedra compartían la misma falta de escrúpulos.Noelia observó a Cristóbal de reojo. Antes de regresar al país, estaba lista para enfrentar a Gabriela y, si ella intentaba competir, arruinarla sin piedad. Pero Gabriela había aceptado el divorcio sin resistencia. El hombre junto a ella lucía como alguien con dinero y poder. Probablemente,
Gabriela entendió su estrategia: necesitaba hacerla enfurecer para después presentarse como la víctima. Y Gabriela no se lo dejaba fácil, devolviendo cada insulto con la única respuesta que Noelia entendía: un golpe contundente.Cristóbal observaba el relato de Gabriela con una expresión de desdén poco habitual en él.“Se nota lo manipuladora. Todo en ella grita ‘víctima’, pero esos ojos… llenos de cálculo. Si alguien cae en su juego, o es ciego o sencillamente no quiere ver la realidad.” Sus palabras, tan crudas como ciertas, hicieron reír a Gabriela, quien le dio un par de pulgares arriba.Cristóbal, mirándola a los ojos, le dijo en tono serio, como si hiciera una promesa: “Voy a curarte.”Gabriela se quedó un momento en silencio, luego asintió con una sonrisa.Aunque había dormido poco, el aroma de la paella despertó su apetito en cuanto la sirvieron. Cristóbal la entretenía con su charla y buen humor, y la comida era deliciosa. Gabriela disfrutó de cada bocado y se sintió realmente