Diez minutos. Solo diez minutos tengo para relajar mi cuerpo y calmar mis nervios. Diez míseros minutos que no alcanzan para nada y se van corriendo.
—Aquí está el pedido, Ash —dice Monse, poniendo la taza repleta de café y un platillo, sobre el mostrador.
Con manos temblorosas, tomo la taza y la coloco sobre la bandeja.
«¿Por qué tiemblo?», me reclamo interiormente.
Nunca antes me había sentido así. Mi fascinación por el cliente más hermoso y elegante de la cafetería siempre ha quedado en segundo plano cuando de mi profesionalidad se refiere. Pero también hay que tomar en cuenta que, nunca antes, nunca, me había hablado. Mucho menos, tocado. El punto exacto donde tuvimos contacto, en mi codo, lo siento arder. Un ligero roce de sus dedos, para llamar mi atención, fue suficiente para que mi mente obsesiva no pueda controlarse.
—Ash, se enfría el pedido —interviene Monse y yo, al fin, reacciono.
Tomo la bandeja y con mucho cuidado, voy a su encuentro; trato de controlar los nervios y la sostengo con fuerza, para evitar pasar una pena en medio del salón, con los ojos de él, puestos sobre mí.
Mis pasos son cortos y relativamente lentos. Pero ni, aun así, el tramo me rinde. No. Me tardo unos sencillos segundos en llegar a su lado. Me acerco a su mesa y, sin mirarlo, coloco la taza y el platillo delante de él.
—Que le aproveche —digo, una vez termino de acomodar la servilleta, dispuesta a salir pitando de su lado.
No he dado media vuelta, cuando su voz me detiene.
—Espera... —pide, con voz suave, pero autoritaria. De esas voces que no puedes evitar respetar, de las que imponen.
—¿Desea algo más, señor? —pregunto, con voz tenue y otra vez, no lo miro.
—Míreme... —dice, de pronto. Yo levanto la mirada al instante y él sonríe, antes de terminar su petición—. Por favor.
Me quedo ahí, mirándolo a los ojos color zafiro y perdiéndome en ellos. Admirando las diminutas motas de color oscuro que acompañan al azul. Detallo sus cejas, perfiladas y gruesas. Su nariz respingada. Sus labios, a la vista suaves y carnosos. Su mandíbula marcada y el efecto varonil que le agrega. No me canso de admirarlo, estoy hipnotizada con esta milagrosa cercanía que tenemos luego de tres años de verlo diariamente.
Escucho un carraspeo y eso, me hace reaccionar. Sacudo mi cabeza cuando me doy cuenta que me había quedado tonta mirándolo. Pestañeo varias veces y me encuentro con su mirada divertida. Al momento, siento mis mejillas calentarse y mi corazón brinca en mi pecho, con la vergüenza que acabo de pasar.
—Me gusta tu rubor —comenta él, como si hablara del tiempo; pero sus ojos ahora no sonríen, muestran una ferocidad nunca antes vista, como un brillo de posesión—. Y me gustaría admirarlo cada día.
Sus palabras, no las entiendo. No puede ser que él haya dicho eso. Seguramente yo escuché mal. Porque si no me equivoco, me está coqueteando. A mí. A la chica pobre de los ojos color café. Simples.
—De seguro, tiene cosas mejores que hacer, señor —murmuro, con voz baja y mirando hacia cualquier lado, menos a él.
—Tal vez, así sea —dice, confirmando mis suposiciones. A pesar de que ya lo sabía, mi corazón se desinfla—. Pero estoy seguro, no las disfrutaría tanto, como admirarte a ti.
Me atraganto con mi propia saliva. Comienzo a toser y necesito dar un paso, alejándome de él, para no hacerlo encima suyo. Me avergüenzo aún más de mis reacciones, pero es que, ni por nada del mundo, esperaba que su respuesta fuera esa. Demasiado profundo vivo en los bajos mundos, para que un hombre como este, educado y de sociedad, venga a decirme tales palabras. Es para descomponerse, totalmente.
De pronto, siento su mano frotar mi espalda para dar pequeños golpes que me ayuden a recuperar la respiración. Me quedo paralizada. El calor que transmite su toque atraviesa mi camisa blanca de algodón. Me quedo tranquila, ya recuperada de la impresión; pero él se mantiene ahí, presionando su mano en mi espalda.
Lo siento por detrás de mi espalda. No me toca ninguna parte de su cuerpo, excepto su mano. Pero el espacio entre él y yo, lo siento como si un campo magnético se hubiera formado entre nosotros.
—¿Pasa algo? —pregunta de repente Adelfa. Me separo de él al instante y me giro, para ver a mi jefa con el ceño fruncido y una expresión de desconfianza.
—Nada grave pasó, señora Adelfa —interviene él, al ver que yo no puedo hablar—. Aquí la señorita, tuvo un percance y necesitó de mi ayuda. Pero afortunadamente, ya se mejoró. ¿No es así?
Su pregunta me toma desprevenida y lo único que logro hacer, es asentir, para darle la razón.
—Bueno... —Adelfa sonríe mientras lo mira a él—, menos mal que nada sucedió, pensé que había algún problema con su pedido. Ashley, puedes retirarte y tomar un poco de agua, para que te alivies —dice luego, mirándome a mí, no tan feliz.
Asiento y sin decir nada más, me retiro. En mi espalda siento la mirada de él, mientras Adelfa le pide disculpas por mi pequeñito problema, pero no me vuelvo. Independientemente de que estoy flipando con todo lo sucedido, no entiendo nada de su forma de actuar. Después de tanto tiempo sin notar mi presencia, viene de repente, interesado en mí.
«No espero nada bueno de eso», declaro, por lo que creo mejor, mantenerme alejada de él y dejar lo que sea que haya pasado en un lugar bien escondido de mis recuerdos.
—¿Y bien? ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? ¿Te pidió salir? —Steph llega a mi lado, bombardeándome con preguntas que ni al caso vienen.
La miro, sus ojos verdes se ven emocionados y un ceño se muestra en sus cejas, mientras espera mi respuesta. Pongo los ojos en blanco y resoplo, porque su forma demasiado excesiva, ahora mismo me resulta un poco irritante.
—Steph, ¿cómo puedes creer que él me va a invitar a salir? —pregunto, mirándola seria y ella, se decepciona con mi respuesta, que por supuesto, es una negativa.
—Ay, Ash, no sé, los vi ahí, tan concentrados uno en el otro, que pensé te había dicho algo importante —justifica ella y yo, me relajo, sintiéndome culpable por soportar muy poco hoy su forma de ser.
—No me dijo nada —aseguro, sintiendo ahora el desorden emocional que estaba en shock, luego de nuestras pequeñas, pero intensas interacciones—. Solo me pidió que me esperara, cuando casi me iba. Me quedé mirándolo y fue como si el tiempo se hubiera detenido a nuestro alrededor —confieso y me quedo pensativa unos segundos—. Luego me atraganté.
Termino y tapo mis ojos con mis dos manos. Bajo la cabeza cuando escucho a Steph reír a carcajadas.
—No es gracioso —reclamo, sin ganas, porque no quiero seguir llamando la atención. Pero Steph es intensa, demasiado indiscreta y no le importa para nada, mientras se divierta. El tema ahora, es que me incluye a mí y eso sí me importa.
Mientras yo me hundo en mi miseria, siento que Steph toma mi libreta de notas y se va. No entiendo el porqué de lo que hace, pero no me preocupa. Me mantengo ahí, parada sin hacer nada, esperando que el tiempo pase y yo pueda olvidar lo que pasó. Lo que solo ocurrirá, cuando el señor O' Sullivan se vaya del local.
—Ashley. —Me estremezco cuando escucho a Adelfa. Doy la vuelta para mirarla de frente y en su rostro se dibuja una mueca que no entiendo, pero que seguro no significa nada bueno—. El señor solicita otro servicio, por favor, ve a atenderlo y esta vez, haz bien tu trabajo.
Me da la espalda y entra a la cocina. Yo me quedo en el lugar, sin reaccionar.
«Ay, Dios mío».
Quiere verme otra vez. Él.
Miro a mi alrededor buscando a Steph para que me entregue mi libreta y cuando no la veo, tomo otra de la pila y me dirijo hacia su mesa. Todavía tiemblo y tengo un poco de miedo por lo que sucederá, pero necesito recomponerme y dar una buena impresión. O al menos, mejorar la primera.
—¡Espera! —grita Steph y llega hasta mí, corriendo, para entregarme la libreta. Le enseño que ya llevo una, pero ella insiste—. Esta es la de la suerte.
Toma la otra libreta de mi mano y me guiña un ojo. Se va, murmurando unas palabras que no logro entender. Sigo mi camino pensando en las locuras de Steph y con eso, logro mantener mi cordura hasta que llego otra vez a su lado. Él me espera, con los codos apoyados sobre la mesa y sobre sus dedos pulgares, unidos en forma de "L", descansa su barbilla. Su mirada me escanea, de pies a cabeza; es tan intensa que me parece sentir un roce a medida que sus ojos avanzan sobre mí.
Carraspeo y tomo una respiración lenta, para relajarme. Él alza su mirada y conecta sus ojos con los míos.
—¿Desea algo más, señor? —pregunto, a punto de desfallecer con el calor que me está provocando ser admirada de esta forma tan... especial.
Él asiente, con un movimiento de su cabeza; pero no hace nada más por al menos, unos dos minutos, en los que yo no dejo de sentir mi estómago saltar.
—Sí —reafirma, a la vez que se inclina hacia atrás, hasta recostarse en el respaldo de la silla—. Te tengo una petición —murmura y yo, no sé si desmayarme por el efecto de su voz grave o por la mirada depredadora que me da.
Ya me lo imagino pidiéndome una cita, en la que podamos conocernos y yo por fin pueda actuar frente a él de una forma normal, no tan ridícula como sé que me veo. En la que le hablaré de mis sueños, sin miedo a que se burle de mí, porque él se ha labrado su camino de la misma forma. En la que...
—¿Puedes prestarme tu libreta? —interrumpe mis pensamientos y yo me quedo en blanco.
—¿Eh? —pregunto, perdida.
Él se levanta y se abotona su chaqueta. Con paso suave se acerca a mí.
—Te decía... ¿puedo tutearte? —pregunta con educación y yo asiento, una y otra vez, con la cabeza, como esos perritos que venden como adorno para los autos—. Gracias. Te decía, que si puedes prestarme tu libreta.
Me quedo pensando en que es muy simple su petición y que, para nada, es lo que esperaba. Pero no me puedo negar y con seguridad, se la entrego. Él la toma y en el momento, sus dedos rozan los míos. Me gustaría pensar que ese toque no fue fortuito, más bien, su forma de crearme más expectativas.
Revisa la libreta buscando una hoja en blanco, cuando una nota cae y él se agacha para cogerla. Cuando lo hace, que la lee, su expresión cambia. Totalmente. Una mirada fría, desprovista de sentimientos, es lo que veo cuando vuelve a cruzarse con la mía. No entiendo los motivos que lo llevan a cambiar de esa forma, pero tampoco puedo comprender, porque él hace una bola con el papel y lo echa en su bolsillo.
Y hasta aquí, llegó mi sueño. No me habla más. No me mira más. Por el contrario, me doy cuenta que evita hasta mi cercanía. No obstante, continúa con mi libreta entre sus manos y me pide el lápiz, para escribir algo allí. Mi corazoncito, por unos segundos, palpita emocionado. Tal vez toda esta sensación de distancia momentánea haya sido idea mía.
Pero no lo es. La nota que me entrega, antes de darme la espalda e irse, no es lo que esperaba. Para nada.
Sin embargo, él no tiene suficiente con haberme dejado completamente vulnerable, sino que regresa, para dejarme aún más en ridículo.
—Aquí tienes tú propina —dice, depositando un billete de cien dólares en el bolsillo delantero de mi delantal—. Es un merecido agradecimiento, por el grandísimo favor que me harás. Nos vemos mañana.
Ahora sí, se va. Dejándome en el medio del salón, con mi libreta entre las manos, intentando no llorar. Miro otra vez su mensaje, ese que me demuestra que soy más que una imbécil por creer que tengo una oportunidad. Con alguien así de hermoso, famoso, millonario. Y aunque eso no sea lo que me atrae de él, sería demasiada suerte que la vida me sonriera de esa forma.
“Tu amiga me gusta, la morena de ojos verdes. Por favor, ¿podrías decirle que quiero invitarla a salir?”
POV: William.«Es una oportunista», pienso enfadado.Una desilusión que no sabía podía sentir, me embarga. Tres años, tres malditos años visitando este lugar. Un mes. Un mes desde que decidí dar un paso. Uno que ahora, dudo que sea el correcto.Ashley Moon, la chica que me trae embobado, no puedo determinar desde cuándo, es una oportunista. Me lo acaba de confirmar esa dichosa nota.«¡Se busca un millonario!», recuerdo que decía. Con una letra fina, alargada y adornada con muchos colores, que muestra un carácter insuficiente e infantil.Tal vez, ella no pretendía mostrar esa información, pero yo tuve la desdicha, o la dicha, de encontrarla. Gracias a ella misma pude evitarme muchos dolores de cabeza. Hasta hoy, pensaba que era una chica trabajadora y emprendedora. Por lo poco que conozco sobre ella, sus estudios y responsabili
POV: Ashley.Me obligo a continuar mi camino y no quedarme en medio del salón, parada como estúpida; tengo que aceptar mi patética realidad, de una vez.Sostengo entre mis manos la dichosa libreta, con la nota dejada por el odioso y sexy señor O' Sullivan. Releo su contenido y mis ojos pican otra vez. Muy dentro de mí, sé que estoy exagerando demasiado, él nunca ha dado muestras de interés por mí, por lo que mis motivos para estar así pueden considerarse como infundados; pero no puedo evitar molestia ante lo que tendré que soportar. Asumir que mi mejor amiga tendrá una cita con el hombre que me gusta, sobrepasa mis límites.—Ash... —Steph llega a mi lado, preocupada—. ¿Qué pasó?Su pregunta me hace suspirar. Bajo mis hombros, derrotada, y le entrego la nota.—Esto —digo y le entrego a Steph e
POV: William.Con la llegada de mi familia me relajo e intento olvidar lo que me hizo sentir ese anuncio, ese dichoso papel que me puso en tantos apuros con esa chica que ni conozco. Mi madre, Eleonor, es la primera en llegar, acompañada de Esme, mi hermana pequeña.—Hola madre —saludo, cuando llego a su lado y beso su mejilla—. ¿Y papá?Me extraña que no haya venido con ellas, pero estoy seguro que llegará pronto.—Hola, hijo. Estaba loca por verte —responde y me devuelve un abrazo enorme—. Tu padre viene con los gemelos. Andaban viendo algunos terrenos que tus hermanos quieren comprar, para extender el proyecto de desarrollo local, en conjunto con el Ayuntamiento.Me intereso por este tema y apunto por algún lugar de mi cabeza, que necesito conocer detalles de ese proyecto. Le doy otro beso a mi madre y me vuelvo hacia donde está Esme.—Hola,
POV: Ashley.«No puedo dormir»Hasta hoy, mi obsesión por el señor O' Sullivan no me había quitado el sueño. Tal vez, sí algunos minutos antes de caer rendida, mientras aliviaba un poco mis necesidades pensando en él. Pero nada preocupante. No como ahora, que no he sido capaz de cerrar los ojos, aunque tengo claro que debo levantarme en solo dos horas. Su voz es adictiva, aún más si le imprime ese tono bajo y seductor que usó para hablar con Steph. No conmigo.De seguro se llevó una decepción enorme al saber que era yo quien le hablaba, noté en su respiración que le alteró la situación. Pero bueno, no hay remedio.No sé por qué diablos él la tomó de esa forma conmigo, tampoco la razón por la que me dijo algunas palabras que me emocionaron y me hicieron creer que le interesaba. Todo cambió cuando me
POV: William.Me levanto con mal genio después de una noche completamente inútil. No pude pegar ojo ni un segundo pensando en la angelical voz de esa chica que me tiene perturbado. ¿Cómo es posible que yo sea tan tonto de seguir obsesionado con ella? Me irrita mi propio comportamiento y comienzo a pensar que tengo algún tipo de enfermedad mental, si continúo tras lo que sé, me hará daño.«Debo ser masoquista», pienso y ruedo mis ojos.Decido tomar una ducha bien fría que me traiga a la realidad, para ver si al fin me mentalizo sobre lo que debo hacer. Bajo la ducha, mientras las primeras gotas de agua caen y erizan mi piel, pienso en mi cita de hoy y en las ganas que tengo de pasarla por alto. Imagino varios escenarios en los que podría evitar esta complicación sin sentido, pero ninguno me parece lo suficientemente bueno para asumirlo como justificación.
POV: William.Salgo con Steph agarrada a mi brazo. Siento en mi espalda el peso de la mirada de la curiosa y contrario a lo que creo, no me siento bien en esta posición. Ella no me ha hecho nada, en realidad. Lo que pasa es que estaba tan obsesionado con ella, que conocer sus principios me decepcionó mucho. Y de ahí, surgió toda esta locura.—¿A dónde vamos? —pregunta Steph, cuando salimos del todo, girando su cuerpo para quedar frente a mí. Me quedo en blanco, mirando su expresión demasiado feliz—. Estoy tan emocionada, te juro que me quedé en shock cuando vi tu nota. Mi amiga me la entregó con muy mala cara. De hecho, pensé que era en ella en quien estabas interesado...pero...—Ok, espera un momento —interrumpo sus palabras, ella se calla al instante. Tapo mi rostro y froto con mis manos, en señal de frustración. Se supone que estoy acostumb
POV: Ashley.Escucho la voz de Adelfa y me parece que me llama. Dejo lo que estoy haciendo y espero, pero no escucho nada más. De igual forma decido ir a su encuentro, para verificar que no necesita de mí. Atravieso la librería y llego a la puerta que colinda con la cafetería; lo que veo, me provoca un pinchazo de decepción.William. Steph.Juntos.A pesar de todo lo que ya me dije a mí misma, sí me afecta verlos. Hasta último momento pensé que Steph se negaría, pero al parecer, no lo hará. Ahora me toca aguantarla cuando regrese.Él se acerca a ella y le dice algo, creo leer en sus labios un halago... «estás hermosa». Mi pecho se aprieta y quiero dar la vuelta e irme, pero me mantengo en el lugar, soy así de masoquista.William extiende su brazo, para que Steph lo acepte y ella, antes de hacerlo, mira a su alrededor. Me escondo un p
POV: Ashley.El viaje se me hace corto, demasiado corto.Mis manos sudan y mis pies no se están tranquilos en ningún momento; llevo mis uñas a la boca y por obra y gracia de no sé quién, no termino comiéndolas.El chófer me mira raro por el espejo retrovisor y, con una sonrisa pacífica, intenta tranquilizarme.—Ya casi llegamos, señorita —informa—. Pronto podrá verificar que su amiga está en buenas manos. El señor es un caballero y sus principios están bien formados.Y como yo soy como soy, en vez de tranquilizarme, me pongo peor. Disimulo mi ansiedad con una sonrisa que más parece una mueca. La verdad es que no necesitaba saber que faltaba poco para llegar. Quisiera, en serio, que durara una eternidad y no tener que encontrarme con el susodicho "señor caballeroso" en su propia casa. Debería haber pensado antes de decidi