POV: William.
«Es una oportunista», pienso enfadado.
Una desilusión que no sabía podía sentir, me embarga. Tres años, tres malditos años visitando este lugar. Un mes. Un mes desde que decidí dar un paso. Uno que ahora, dudo que sea el correcto.
Ashley Moon, la chica que me trae embobado, no puedo determinar desde cuándo, es una oportunista. Me lo acaba de confirmar esa dichosa nota.
«¡Se busca un millonario!», recuerdo que decía. Con una letra fina, alargada y adornada con muchos colores, que muestra un carácter insuficiente e infantil.
Tal vez, ella no pretendía mostrar esa información, pero yo tuve la desdicha, o la dicha, de encontrarla. Gracias a ella misma pude evitarme muchos dolores de cabeza. Hasta hoy, pensaba que era una chica trabajadora y emprendedora. Por lo poco que conozco sobre ella, sus estudios y responsabilidades, no la creía ese tipo de mujer, pero me equivoqué. Al parecer, sus expectativas de vida, se basan únicamente en encontrar a alguien que le entregue lujos y le quite trabajos. Y ese, no seré yo.
«Hasta aquí llegó mi fascinación por ella».
—Ricardo, nos vamos —digo con enfado a mi chófer.
Sin esperarlo, abro la puerta trasera del auto y me subo.
—Enseguida, señor —responde él y, en pocos segundos, salimos del lugar.
En el camino, durante toda la media hora que dura el traslado hasta la ciudad, no dejo de pensar en ella. A pesar de todo, no soy capaz de olvidar su rostro mientras estábamos cerca, el brillo esperanzador en su mirada, la energía crepitante flotando entre nosotros. Pero todo se sintió frío cuando le entregué ese mensaje, cuando su hermoso y delicado rostro mostró una pena profunda. Sé que fue algo bajo lo que hice, al darle una excesiva propina por sus supuestos servicios de mensajería de forma tan déspota. No debería haber sido tan imbécil, pero me frustraron tanto sus ambiciones que no pude evitar darle una lección.
Sus ojos color café, los más sinceros que hasta el momento había tenido la oportunidad de disfrutar, me demostraron que nada es lo que parece.
—Llegamos, señor. —Ricardo interrumpe mis pensamientos y yo reacciono. Miro por la ventanilla y veo el complejo de apartamentos donde vivo.
Sacudo mi mente para despejarme y me bajo del auto cuando el chófer abre mi puerta. Una ligera llovizna cae sobre nosotros y yo apuro el paso para no mojarme. Cuando entro al edificio, sacudo las solapas de mi chaqueta mientras saludo al guardia. Sin más, me dirijo al ascensor y en el panel, coloco la llave para que me lleve directo a mi apartamento en el último piso, el 32.
El penthouse donde vivo es, si me preguntan, el mayor logro de todos. O por lo menos, el que más significado tiene para mí. Desde que tengo uso de razón, recuerdo que soñaba con vivir en un lugar así. Un lugar mío.
«Y lo logré», pienso satisfecho, mientras las puertas se abren y entro a lo que considero mi hogar.
Me costó trabajo llegar hasta aquí. Aunque ahora se me considere como uno de los hombres más ricos de la ciudad y también, de todo el país, no niego ni oculto mis verdaderos orígenes. Estoy orgulloso de ser quien soy y de todo lo que aprendí cuando era un don nadie. Mis padres, trabajaron toda su vida para darme la oportunidad de ganarme un futuro. Mis hermanos y yo, fuimos más que bendecidos con la familia que nos tocó. Todos luchamos. Todos cumplimos metas. Todos logramos cambiar nuestra vida, por una más confortable, más fácil.
Y no es que el trayecto haya sido fácil, porque nada que ver. Lo sencillo llega cuando se ha forjado todo un imperio. Cuando cada uno de los O' Sullivan completó sus sueños por separado, para luego unirlos en uno solo.
O' Sullivan Enterprises es nuestro mayor logro; la respuesta a tanto sacrificio entregado por nuestros padres, que hoy en día, se pueden dar el lujo de vivir como quieren. Para eso, nosotros, sus hijos, estamos trabajando.
—Bienvenido, señor —exclama con voz cantarina Martha, el ama de llaves, cuando me ve llegar. La pequeña mujer, rechoncha y con sonrisa amable, es mi mano derecha en cuestiones de hogar.
—Buenas tardes, Martha —devuelvo el saludo con una sonrisa—. ¿Ya está...?
—Sí, señor —interrumpe ella la pregunta que pretendía hacerle—. Ya está todo listo para la cena de hoy con sus familiares.
Agradezco con una sonrisa y un gesto de la cabeza. Me dirijo primero hacia mi despacho, para dejar el portafolio y luego, voy hasta la habitación. Por seguir mi rutina de cada día, estoy atrasado; mis padres y mis hermanos deben llegar en menos de una hora. No es que tenga que hacer mucho, pero me gusta revisarlo todo cuando tengo invitados.
Tomo un baño de agua fría, pero ni el efecto de esta en mi piel, puede llevar mis pensamientos lejos de la chica. Me causa tanta impresión este descubrimiento, porque de verdad, no creía que fuera de ese tipo de personas. Su amiga sí, tiene pinta de eso. Y no es que esté juzgando sin conocer a mi supuesta cita de mañana, es que a la morena de ojos verdes se le nota hasta en la voz, que está acostumbrada a vivir en los lujos. Solo me bastó una mirada, para darme cuenta.
Y ahora, por molestar a Ashley y darle una lección, tendré que cumplir mi palabra e invitar a salir a su amiga; porque mi intención no era invitar a su amiga, sino a ella.
Resoplo, irritado, cuando soy consciente del problema en que yo mismo me he metido. Pero ahora no puedo quedar mal, además, de que un pedacito bien pequeñito dentro de mí, quiere seguir molestando a la rubia de ojos café.
Salgo del baño y escucho mi teléfono sonar. Con una toalla envuelta en mis caderas, atravieso la habitación hasta dónde dejé colgada la chaqueta. En uno de los bolsillos, encuentro mi teléfono y al sacarlo, una bola de papel cae al suelo.
—Diga —respondo, sin mirar quién es, tan ensimismado observando el papel que me tiene tan alterado.
—Eh... —escucho la voz de una mujer, pero no dice nada más.
—Oigo, ¿quién habla? —repito, para ver si reacciona.
—Hola, soy Steph —dice, ahora con una voz más segura y decidida, que no creo haya sido la misma voz del principio—. Tu cita de mañana.
Y… justo acaba de explotarme en la cara mi metida de pata.
—Umm, ¿vale? —pregunto, porque no sé cómo reaccionar.
—Mi amiga Ash me dejó tu mensaje y pensé en llamarte, para saber, tú sabes, lo que haremos. A dónde iremos, que debo ponerme, si me recogerás, a qué hora, si pue....
—Mira, mira, creo... —interrumpo su diatriba, porque en solo un segundo me volvió loco. Pellizco el puente de mi nariz y tomo una respiración profunda, antes de añadir—: Ahora no puedo responderte porque estoy ocupado, ¿este es tu número?
Escucho silencio del otro lado de la línea, pero luego su chillona voz me confirma mi pregunta.
—Sí, lo es —murmura, con una risita que me hace pensar que esta chica está un poco loca.
—Vale, te mando un mensaje con todos los detalles —continúo y rasco mi cabeza, intentando pensar en algo que me saque de este lío.
—Mejor me llamas, no importa que sea tarde —interrumpe ella, con voz divertida—. Estaré esperando. ¡Bye!
—Ok —respondo, pero un pitido del otro lado me informa que ha colgado.
«Joder, que intensa».
Miro el teléfono sin entender nada. Me llama para ponerse de acuerdo conmigo y luego me cuelga. Espero que no sea una de esas estrategias de artículos de revistas, donde marcan y cuelgan solo para llamar la atención. Eso sería lo último.
«Al parecer me arrepentiré mucho de haber sido tan impetuoso», pienso, resignado con mi nueva situación.
Lo que me recuerda...
Me agacho, para recoger la bola de papel a mis pies. Lo abro y siento otra vez mi sangre hervir. Pero ahora también, siento un ligero pinchazo en el pecho; una sensación que me pone un poco incómodo. Ruedo los ojos, porque tengo que dejar de sentirme así por culpa de alguien que no vale la pena. Mi obsesión con ella debería acabarse, pero ahora es peor, porque me dan ganas de hacerle una propuesta indecente. Todo puede quedarse en un simple disfrute, una noche que me haga olvidar todas esas tonterías que pensaba podía vivir con ella. Una noche nada romántica, pero sí emocionante; con ella debajo de mí y gimiendo mi nombre. Luego, que se busque por otros medios con quién cumplir sus expectativas de conseguir un millonario.
El timbre suena y yo me sobresalto; maldigo en voz baja porque, por estar pensando en quien no debo, no he comenzado a vestirme y no pude verificar los arreglos para la cena de hoy.
Más frustrado que antes, me niego a consolidar mi última idea. A la larga, esa mujer traerá problemas a mi vida; ya me tiene de cabeza y ni siquiera, la he dejado entrar.
POV: Ashley.Me obligo a continuar mi camino y no quedarme en medio del salón, parada como estúpida; tengo que aceptar mi patética realidad, de una vez.Sostengo entre mis manos la dichosa libreta, con la nota dejada por el odioso y sexy señor O' Sullivan. Releo su contenido y mis ojos pican otra vez. Muy dentro de mí, sé que estoy exagerando demasiado, él nunca ha dado muestras de interés por mí, por lo que mis motivos para estar así pueden considerarse como infundados; pero no puedo evitar molestia ante lo que tendré que soportar. Asumir que mi mejor amiga tendrá una cita con el hombre que me gusta, sobrepasa mis límites.—Ash... —Steph llega a mi lado, preocupada—. ¿Qué pasó?Su pregunta me hace suspirar. Bajo mis hombros, derrotada, y le entrego la nota.—Esto —digo y le entrego a Steph e
POV: William.Con la llegada de mi familia me relajo e intento olvidar lo que me hizo sentir ese anuncio, ese dichoso papel que me puso en tantos apuros con esa chica que ni conozco. Mi madre, Eleonor, es la primera en llegar, acompañada de Esme, mi hermana pequeña.—Hola madre —saludo, cuando llego a su lado y beso su mejilla—. ¿Y papá?Me extraña que no haya venido con ellas, pero estoy seguro que llegará pronto.—Hola, hijo. Estaba loca por verte —responde y me devuelve un abrazo enorme—. Tu padre viene con los gemelos. Andaban viendo algunos terrenos que tus hermanos quieren comprar, para extender el proyecto de desarrollo local, en conjunto con el Ayuntamiento.Me intereso por este tema y apunto por algún lugar de mi cabeza, que necesito conocer detalles de ese proyecto. Le doy otro beso a mi madre y me vuelvo hacia donde está Esme.—Hola,
POV: Ashley.«No puedo dormir»Hasta hoy, mi obsesión por el señor O' Sullivan no me había quitado el sueño. Tal vez, sí algunos minutos antes de caer rendida, mientras aliviaba un poco mis necesidades pensando en él. Pero nada preocupante. No como ahora, que no he sido capaz de cerrar los ojos, aunque tengo claro que debo levantarme en solo dos horas. Su voz es adictiva, aún más si le imprime ese tono bajo y seductor que usó para hablar con Steph. No conmigo.De seguro se llevó una decepción enorme al saber que era yo quien le hablaba, noté en su respiración que le alteró la situación. Pero bueno, no hay remedio.No sé por qué diablos él la tomó de esa forma conmigo, tampoco la razón por la que me dijo algunas palabras que me emocionaron y me hicieron creer que le interesaba. Todo cambió cuando me
POV: William.Me levanto con mal genio después de una noche completamente inútil. No pude pegar ojo ni un segundo pensando en la angelical voz de esa chica que me tiene perturbado. ¿Cómo es posible que yo sea tan tonto de seguir obsesionado con ella? Me irrita mi propio comportamiento y comienzo a pensar que tengo algún tipo de enfermedad mental, si continúo tras lo que sé, me hará daño.«Debo ser masoquista», pienso y ruedo mis ojos.Decido tomar una ducha bien fría que me traiga a la realidad, para ver si al fin me mentalizo sobre lo que debo hacer. Bajo la ducha, mientras las primeras gotas de agua caen y erizan mi piel, pienso en mi cita de hoy y en las ganas que tengo de pasarla por alto. Imagino varios escenarios en los que podría evitar esta complicación sin sentido, pero ninguno me parece lo suficientemente bueno para asumirlo como justificación.
POV: William.Salgo con Steph agarrada a mi brazo. Siento en mi espalda el peso de la mirada de la curiosa y contrario a lo que creo, no me siento bien en esta posición. Ella no me ha hecho nada, en realidad. Lo que pasa es que estaba tan obsesionado con ella, que conocer sus principios me decepcionó mucho. Y de ahí, surgió toda esta locura.—¿A dónde vamos? —pregunta Steph, cuando salimos del todo, girando su cuerpo para quedar frente a mí. Me quedo en blanco, mirando su expresión demasiado feliz—. Estoy tan emocionada, te juro que me quedé en shock cuando vi tu nota. Mi amiga me la entregó con muy mala cara. De hecho, pensé que era en ella en quien estabas interesado...pero...—Ok, espera un momento —interrumpo sus palabras, ella se calla al instante. Tapo mi rostro y froto con mis manos, en señal de frustración. Se supone que estoy acostumb
POV: Ashley.Escucho la voz de Adelfa y me parece que me llama. Dejo lo que estoy haciendo y espero, pero no escucho nada más. De igual forma decido ir a su encuentro, para verificar que no necesita de mí. Atravieso la librería y llego a la puerta que colinda con la cafetería; lo que veo, me provoca un pinchazo de decepción.William. Steph.Juntos.A pesar de todo lo que ya me dije a mí misma, sí me afecta verlos. Hasta último momento pensé que Steph se negaría, pero al parecer, no lo hará. Ahora me toca aguantarla cuando regrese.Él se acerca a ella y le dice algo, creo leer en sus labios un halago... «estás hermosa». Mi pecho se aprieta y quiero dar la vuelta e irme, pero me mantengo en el lugar, soy así de masoquista.William extiende su brazo, para que Steph lo acepte y ella, antes de hacerlo, mira a su alrededor. Me escondo un p
POV: Ashley.El viaje se me hace corto, demasiado corto.Mis manos sudan y mis pies no se están tranquilos en ningún momento; llevo mis uñas a la boca y por obra y gracia de no sé quién, no termino comiéndolas.El chófer me mira raro por el espejo retrovisor y, con una sonrisa pacífica, intenta tranquilizarme.—Ya casi llegamos, señorita —informa—. Pronto podrá verificar que su amiga está en buenas manos. El señor es un caballero y sus principios están bien formados.Y como yo soy como soy, en vez de tranquilizarme, me pongo peor. Disimulo mi ansiedad con una sonrisa que más parece una mueca. La verdad es que no necesitaba saber que faltaba poco para llegar. Quisiera, en serio, que durara una eternidad y no tener que encontrarme con el susodicho "señor caballeroso" en su propia casa. Debería haber pensado antes de decidi
POV: William. «Ashley no está». Cuando escucho a la señora Adelfa decirle a Steph que ya su amiga se fue, por problemas con su madre, me preocupo. La morena no fue muy comunicativa en cuanto a la vida personal de Ashley se refiere, pero algo mencionó sobre su madre; una enfermedad. Steph se queda un poco más hablando con su jefa, pero yo no logro escuchar qué se dicen. Solo sé, que cuando la loca hada madrina que me he buscado, viene a mi encuentro, lo hace con una sonrisa dibujada en su boca. —¿No se supone que su madre está enferma...por qué sonríes? —pregunto molesto. Ella rueda sus ojos y me arrastra a la salida. —Vamos, antes de que ella se arrepienta de haberme dejado ir, afuera te explico todo —habla en voz baja, casi que entre dientes. Verdaderamente, esta mujer es la locura personificada, pero aun así le sigo la corriente. Cuando salimos de la cafetería, guía el camino hasta mi auto. —Stephania, ¿qué sucede con Ashley?