POV: Ashley.
«No puedo dormir»
Hasta hoy, mi obsesión por el señor O' Sullivan no me había quitado el sueño. Tal vez, sí algunos minutos antes de caer rendida, mientras aliviaba un poco mis necesidades pensando en él. Pero nada preocupante. No como ahora, que no he sido capaz de cerrar los ojos, aunque tengo claro que debo levantarme en solo dos horas. Su voz es adictiva, aún más si le imprime ese tono bajo y seductor que usó para hablar con Steph. No conmigo.
De seguro se llevó una decepción enorme al saber que era yo quien le hablaba, noté en su respiración que le alteró la situación. Pero bueno, no hay remedio.
No sé por qué diablos él la tomó de esa forma conmigo, tampoco la razón por la que me dijo algunas palabras que me emocionaron y me hicieron creer que le interesaba. Todo cambió cuando me pidió mi libreta, su rostro se contorsionó de furia al leer algo que había escrito. Aunque, ahora que recuerdo, no era mi libreta, era una de las que tomé de la encimera. Sabrá Dios qué fue lo que vio y pensó que yo había sido la autora.
«Es que ni suerte tengo», pienso, agobiada, mientras intento relajarme un poco. Lo que sea que a él le molestó, lo llevó a querer salir con mi amiga, mi mejor amiga. Y ella...a ella también le gusta. No puedo negar que me duele su posición, pero William no está interesado en mí y no pretendo privar a Steph de vivir un amor como los que desea.
Cierro los ojos y pienso en él. Me daré el gusto de hacerlo solo por hoy. A partir de mañana, o más bien, a partir de hoy, alejaré mis deseos por ese chico hermoso de ojos azules y sonrisa sincera.
Sueño con su voz cuando por fin logro conciliar el sueño. Y me parece una misión casi imposible cumplir lo que me propuse. Será muy complicado olvidarme de él, si no he podido hacerlo desde que lo conocí.
(...)
Mi día empezó temprano, al final, dormí menos de dos horas y ahora ando en modo zombi, intentando no dormirme mientras estoy en clases. Cada pocos minutos, me enfado con el señor O' Sullivan, él tan fresco nadando en sus millones y yo aquí, intentando atender y entender una aburrida clase, con un aún más aburrido profesor, por haberme desvelado pensando en él.
Mis clases terminan poco después del mediodía y voy corriendo a casa para ayudar a mi madre con el almuerzo y los preparativos de mi hermano, antes de que comience mi turno en la cafetería, a las tres de la tarde. El apartamento queda bastante cerca de la facultad, por lo que no pasa mucho tiempo y yo estoy atravesando las puertas del viejo edificio.
Al entrar, el olor a humedad y herrumbre me recibe. Por más que ya lleve tres años y medio viviendo en este horrible lugar, no me acostumbro a estos olores. Cada vez que atravieso estas puertas, que están a punto de caerse, pienso una y otra vez en todo el esfuerzo que estoy haciendo yo sola para lograr mantenernos a todos. Por más que no me guste este sitio, es lo único que puedo pagarme por el momento. Entre la facultad, los estudios de mi hermano y la enfermedad de mi madre, es muy difícil estar dándose lujos que ni al caso.
Llego al segundo piso y voy hasta el final del pasillo. Tomo un pequeño respiro mientras busco las llaves dentro del bolso, me cuesta trabajo encontrarlas entre tantos libros y cuadernos, pero no puedo pagarme un casillero para dejar los libros en la universidad, así que cargo con ellos a todos lados. Cuando por fin la encuentro, entro con apuro, ya voy un poco atrasada con todo lo que debo hacer.
—Hola. Ya llegué —anuncio a todos, aunque es innecesario, puesto que la casa es bien pequeña y con solo abrir la puerta ya hice el ruido suficiente para que todos supieran.
Cierro la puerta detrás de mí y dejo el bolso sobre el sofá. Me acerco a mi madre, que está en la cocina, intentando preparar algo para que me dé tiempo almorzar esta vez.
—Hola, hermosa —saluda mi madre, volteando a verme para darme dos besos—. ¿Cómo te fue hoy?
Me asomo a la cazuela para ver qué está preparando, el olor que llena mi sentido del olfato es maravilloso.
—Uff, mamá, que delicia —digo, cerrando los ojos para saborear la mezcla de olores de las especias—. Todo fue bien, un poco de sueño, pero nada a lo que no esté acostumbrada.
Hablo de espaldas a ella, mientras tomo un cucharón y pruebo el guiso; cuando me giro, ella me mira con angustia. Rebobino en mi cabeza y me arrepiento de haberle dicho eso.
—Ash, creo que es hora de que te tomes un descanso. Estás presionándote mucho, mi niña —murmura, con voz triste y una mirada llorosa.
Mi madre está enferma. Hace poco más de tres años le descubrieron un tumor en las partes blandas. Por aquel entonces, vivíamos con mi padre, Samuel Moon. No éramos ricos, pero realmente nos alcanzaba para vivir cómodos y darnos unos cuantos lujos. Yo recién comenzaba la universidad cuando todo esto se descubrió. En medio de todo, mientras mi madre llevaba a cabo los tratamientos, yo tuve la suerte, o la desdicha, de sorprender a mi padre con una de sus compañeras de trabajo. Y no precisamente, trabajando.
Cuando lo enfrenté, solo supo decirme que las expectativas de vida de mi madre eran muy bajas y que él, en algún momento, necesitaría rehacer su vida. En ese momento supe, en verdad, que la traición puede venir de cualquier lado y que la puñalada puede herirte o puede matarte. Yo decidí que solo provocaría un rasguño.
Con el dolor de mi alma me fui de esa casa, donde supuestamente había vivido feliz, en compañía de mi familia, por tantos años. Por supuesto, mi madre vino conmigo y mi hermano también. A partir de ese día, me hice una promesa, una que, hasta hoy, tres años después, sigo cumpliendo.
«Yo seré su fortaleza, así me esté muriendo de agonía, seré para ellos lo que necesiten. Al costo que sea».
Encontré este apartamento y con algunos ahorros que tenía, pude pagar los primeros dos meses de renta. Mi madre, que tenía una pequeña cuenta de ahorros de sus años de trabajo, asumió los gastos que le quedaban del tratamiento. Pero desde el momento en que yo logré conseguir empleo en la cafetería de Adelfa, decidimos mantener ese dinero en el banco, como una garantía en casos de emergencia. Yo me ocupo del diario, rezando cada día para que mi madre no tenga una recaída.
A mi padre, no lo hemos vuelto a ver. Y por gracia y obra del Señor, mi madre se ha recuperado estos últimos años, aunque no puede llevar una vida normal, como ella quisiera.
—Todo está bien, mamá —aseguro, a la vez que me acerco para darle un abrazo enorme. Su preocupación por mí, es normal, pero ya me acostumbré a ser yo la que se preocupa por todos—. Solo fue un desvelo, no podía dormir con tantos pensamientos dándome vuelta en la cabeza.
Clarissa Write me mira con el ceño y la boca fruncidos, buscando en mi expresión alguna señal de que estoy mintiendo o que algo me preocupa. Y aunque sí tengo en qué pensar, no es que tenga mucha importancia, tampoco. Mi obsesión no es algo que quiera compartir.
—¿Y mi hermano? —pregunto, para cambiar de tema y también, porque me extraña no haberlo visto.
Hablo un poco más alto mientras voy hacia mi habitación, necesito tomar una ducha y cambiarme para ir a trabajar.
—Se fue más temprano, por eso adelanté la comida —escucho que dice mi madre, su voz amortiguada por la distancia—. Un repaso con uno de los profesores para los exámenes finales.
«Uhm», me llena de orgullo saber que mi hermano se preocupa por su educación.
—¿Crees que necesite dinero, mamá? Digo, hay algunos profesores que imparten repasos y cobran —pregunto, dispuesta a pagar lo que sea necesario para que mi hermano pueda garantizar su futuro.
Me voy desvistiendo y busco la ropa que luego me pondré. Lo dejo todo sobre la cama y salgo envuelta en la toalla.
—La verdad, no sé —responde mi madre, viéndome desde el sofá. Está recostada y sus piernas las mantiene elevadas sobre una pequeña silla dispuesta justamente para su comodidad—. No me dijo que lo necesitara y no me extraña que así fuera, pero él es como tú. Tiene sus ahorros y me consta que los usa para superarse.
Un halo de orgullo nos rodea al pensar que, a pesar de lo poco que podemos darle, Christopher, con solo quince años, es consciente de las necesidades que tenemos e intenta ayudarnos. Su mejor virtud, es su empatía. Él conoce los sacrificios y está más que decidido a hacer su parte. Tanto así, que trabaja en su tiempo libre en una tienda de antigüedades, para ganarse algo de dinero y aportar a los gastos de la casa.
Por supuesto, yo no se lo acepto, solo le pido que ahorre para cumplir sus sueños y que piense bien antes de gastarlo en algo que no le sea de utilidad. Aunque también hago la vista gorda cuando se complace algunos de sus caprichos, a fin de cuentas, es un niño. Y los niños nacen para ser felices.
—Hiciste un buen trabajo —halago a mi madre y ella se ruboriza. Pero luego, me mira con un brillo emocionado en sus ojos y me devuelve el elogio.
—Estamos, Ash...estamos haciendo —dice y yo me veo completamente ridícula, parada en medio del pequeño salón, con la toalla envuelta y los ojos llorosos—. Tú eres más que su hermana, mi niña.
Una lágrima cae por su mejilla y sé lo que está pensando. Ella no cree que pueda ver crecer a Christopher. En sus cuarenta y cuatro años, la flor de la vida, mi madre corre el riesgo de empeorar, sin esperanzas de recuperarse. Pensar en eso me oprime el corazón, por eso es un tema que evito mencionar.
—No digas eso, mamá —contradigo—. Christopher es mi hermano y, aunque yo soy la que traigo el dinero, tú eres nuestra madre, la mejor del mundo. Y la única que alguna vez tendrá Chris.
Una lágrima solitaria baja por mi mejilla, reflejo de las que corren por el rostro de mi madre. Voy hasta donde ella está y me siento a su lado. Me acuesto con mi cabeza sobre sus muslos y me acurruco en el sofá.
—Tode estará bien, mamá. Ten fe.
El miedo es algo que nos consume. Por eso necesitamos personas a nuestro alrededor que nos levanten el ánimo, la autoestima y que cada día, nos entreguen al menos unos minutos de su tiempo. Un beso. Un abrazo. Una sonrisa.
—Eso hago mi niña. Ruego cada día para que me alcance la fe.
(...)
Llego a la cafetería unos minutos tarde. En cuanto entro, escucho la voz de Steph responderle a Adelfa que no me ha visto en todo el día. Informo de mi presencia y corro hasta ponerme a su lado. Intento esconder la cara de angustia que tengo desde que salí de la casa, pero fracaso estrepitosamente cuando Adelfa frunce el ceño y Steph me mira con curiosidad.
—¿Todo está bien, Ashley? —pregunta mi jefa, aflojando su tono brusco.
—Sí, siento llegar tarde. No sucederá más —respondo y bajo la cabeza. Steph toma mi mano y me da un apretón.
La miro, para tranquilizarla y me quedo en shock. Steph se preparó muy bien para su cita con el señor O' Sullivan. Su rostro luce hermoso con ese sutil maquillaje, su piel se ve más clara y su largo cabello brilla en ondas perfectamente colocadas.
Me da el bajón cuando recuerdo el motivo por el que se arregló tanto hoy.
«William».
Al parecer, mi expresión cambia y Adelfa lo malinterpreta con alguna situación familiar. Y aunque mi madre no está del todo bien, no es lo que me tiene así en este momento.
—Sabes que para lo que necesites, Ashley, estoy aquí —interviene Adelfa y coloca en sus labios una de sus raras sonrisas compasivas.
—Gracias, de verdad —agradezco su preocupación y continuamos escuchando las labores de hoy.
Hoy me toca atender a los clientes en la librería y aunque es mi sitio favorito para trabajar, me gustaría estar hoy en la cafetería. Quiero ver cuando William y Steph salen juntos. Por mucho que sea doloroso verlos, necesito reaccionar de una vez por todas.
«Tengo que olvidarme de él».
POV: William.Me levanto con mal genio después de una noche completamente inútil. No pude pegar ojo ni un segundo pensando en la angelical voz de esa chica que me tiene perturbado. ¿Cómo es posible que yo sea tan tonto de seguir obsesionado con ella? Me irrita mi propio comportamiento y comienzo a pensar que tengo algún tipo de enfermedad mental, si continúo tras lo que sé, me hará daño.«Debo ser masoquista», pienso y ruedo mis ojos.Decido tomar una ducha bien fría que me traiga a la realidad, para ver si al fin me mentalizo sobre lo que debo hacer. Bajo la ducha, mientras las primeras gotas de agua caen y erizan mi piel, pienso en mi cita de hoy y en las ganas que tengo de pasarla por alto. Imagino varios escenarios en los que podría evitar esta complicación sin sentido, pero ninguno me parece lo suficientemente bueno para asumirlo como justificación.
POV: William.Salgo con Steph agarrada a mi brazo. Siento en mi espalda el peso de la mirada de la curiosa y contrario a lo que creo, no me siento bien en esta posición. Ella no me ha hecho nada, en realidad. Lo que pasa es que estaba tan obsesionado con ella, que conocer sus principios me decepcionó mucho. Y de ahí, surgió toda esta locura.—¿A dónde vamos? —pregunta Steph, cuando salimos del todo, girando su cuerpo para quedar frente a mí. Me quedo en blanco, mirando su expresión demasiado feliz—. Estoy tan emocionada, te juro que me quedé en shock cuando vi tu nota. Mi amiga me la entregó con muy mala cara. De hecho, pensé que era en ella en quien estabas interesado...pero...—Ok, espera un momento —interrumpo sus palabras, ella se calla al instante. Tapo mi rostro y froto con mis manos, en señal de frustración. Se supone que estoy acostumb
POV: Ashley.Escucho la voz de Adelfa y me parece que me llama. Dejo lo que estoy haciendo y espero, pero no escucho nada más. De igual forma decido ir a su encuentro, para verificar que no necesita de mí. Atravieso la librería y llego a la puerta que colinda con la cafetería; lo que veo, me provoca un pinchazo de decepción.William. Steph.Juntos.A pesar de todo lo que ya me dije a mí misma, sí me afecta verlos. Hasta último momento pensé que Steph se negaría, pero al parecer, no lo hará. Ahora me toca aguantarla cuando regrese.Él se acerca a ella y le dice algo, creo leer en sus labios un halago... «estás hermosa». Mi pecho se aprieta y quiero dar la vuelta e irme, pero me mantengo en el lugar, soy así de masoquista.William extiende su brazo, para que Steph lo acepte y ella, antes de hacerlo, mira a su alrededor. Me escondo un p
POV: Ashley.El viaje se me hace corto, demasiado corto.Mis manos sudan y mis pies no se están tranquilos en ningún momento; llevo mis uñas a la boca y por obra y gracia de no sé quién, no termino comiéndolas.El chófer me mira raro por el espejo retrovisor y, con una sonrisa pacífica, intenta tranquilizarme.—Ya casi llegamos, señorita —informa—. Pronto podrá verificar que su amiga está en buenas manos. El señor es un caballero y sus principios están bien formados.Y como yo soy como soy, en vez de tranquilizarme, me pongo peor. Disimulo mi ansiedad con una sonrisa que más parece una mueca. La verdad es que no necesitaba saber que faltaba poco para llegar. Quisiera, en serio, que durara una eternidad y no tener que encontrarme con el susodicho "señor caballeroso" en su propia casa. Debería haber pensado antes de decidi
POV: William. «Ashley no está». Cuando escucho a la señora Adelfa decirle a Steph que ya su amiga se fue, por problemas con su madre, me preocupo. La morena no fue muy comunicativa en cuanto a la vida personal de Ashley se refiere, pero algo mencionó sobre su madre; una enfermedad. Steph se queda un poco más hablando con su jefa, pero yo no logro escuchar qué se dicen. Solo sé, que cuando la loca hada madrina que me he buscado, viene a mi encuentro, lo hace con una sonrisa dibujada en su boca. —¿No se supone que su madre está enferma...por qué sonríes? —pregunto molesto. Ella rueda sus ojos y me arrastra a la salida. —Vamos, antes de que ella se arrepienta de haberme dejado ir, afuera te explico todo —habla en voz baja, casi que entre dientes. Verdaderamente, esta mujer es la locura personificada, pero aun así le sigo la corriente. Cuando salimos de la cafetería, guía el camino hasta mi auto. —Stephania, ¿qué sucede con Ashley?
POV: Ashley.Puedo fingir que no me importa, pero la verdad es que sí lo hace. Ver a Steph en esas condiciones, me hace querer gritar de frustración; por decepción, por dolor o simplemente, por irritación.«¿Qué código me obliga a mí a soportar esto?», me pregunto, cuando un extraño sentimiento se apodera de mis pensamientos.La rabia va subiendo conforme la muevo y ella, nada; ni se inmuta. Cuando pasan diez minutos y ya yo soy consciente de que estoy perdiendo mi tiempo, es como si una ola de genio se apoderara de mí. Salgo de la habitación, como alma que lleva el diablo, para reclamarle al dichoso millonario el estado de mi amiga. No es mi intención, pero la puerta de la habitación donde está mi “no tan amiga” por ahora, se cierra con demasiada fuerza, provocando un estruendo que me hace brincar. En el pasillo, camino con
POV: William.«Soy imbécil».Cómo es posible que yo haya dicho semejantes palabras. No es sólo que defendiera mi hombría ante las declaraciones provocadoras de Ashley, es que se me fue la musa un poco "demasiado". Prácticamente le afirmé una relación sexual con su amiga, lo que para nada era mi intención tras este trato. Luego, para más de contra, la ofendí mencionando su temporada de sequía. Ya, por último, fui muy lejos, ofreciéndole mi ayuda para superar sus... ¿carencias?«Dios, es que ni yo mismo me creo que haya dicho tanta pendejada junta».No era mi intención decir nada de eso, solo se sintió ofensivo que ella me atacara, sin yo conocer las razones. No es como que Steph y yo tuvimos algo de verdad, aunque bueno, ella me pidió una camisa y pasó a dormir en los brazos de Morfeo, sabiendo todo lo que su
POV: Ashley.«Cómo olvidarlo», repito en mi mente y me dan ganas de reír, al recordar la vergüenza que sentí.William me alcanza la miel y le echo un chorrito al té. Mientras revuelvo el contenido con una cucharilla, siento la mirada de él sobre mí; pero no quiero levantar la cabeza. Todavía está demasiado fresco nuestro encuentro anterior y pretendía mantener mi promesa de no acercarme más a él; pero no pude evitar sentirme mal al verlo tan alterado mientras daba órdenes por el celular.Al estar en la habitación, completamente en silencio, pude pensar en cada palabra dicha por los dos; llegué a la conclusión de que ambos nos equivocamos. Yo no debía decirle todas esas cosas y por supuesto, él no debía reaccionar de la forma en que lo hizo. Pero lo más duro de todo, fue aceptar luego, que sus palabras eran reales.