«Tres años ya», pienso y resoplo internamente, desanimada conmigo misma y mis prioridades, por ser tan soñadora. Lo hago mientras prácticamente arrastro a Steph hasta la recepción.
—¿Por. Qué. Diablos. Hiciste. Eso? —pregunta mi posible ex mejor amiga, haciendo hincapié en cada dichosa palabra que sale de su boca. De más está decir que su rostro está rojo de rabia.
—Cálmate, tigresa —digo, rodando los ojos ante su exagerado enfado—. Te evité un mal rato.
—Y se supone que... ¿debo agradecerte que me alejaras de un mal rato como ese? —pregunta ella, sin entenderme del todo—. Amiga, con él, pasaría un millón de malos ratos —continúa, volteándose otra vez para ver al exclusivo cliente.
—No de él Steph, de Adelfa, que es bastante recia con las relaciones cliente- trabajador —explico con calma y siguiendo su mirada.
Me sorprende sobremanera y se asienta en mi estómago un estremecimiento, cuando me doy cuenta que sus maravillosos ojos azules están fijos en los míos.
No en los ojos verdes como esmeraldas de Steph.
En los míos. Color café. Simples. Comunes.
«Hasta yo quisiera pasar malos ratos a tu lado», confieso, casi babeando interiormente, emocionada y nerviosa por ser el objetivo de su profunda mirada.
—Ajá, te gusta —grita Steph, sobresaltándome.
Desconecto de la nebulosa donde me había metido y reacciono, para ver a Steph sonriendo maliciosa.
—¿Qué dices? Estás loca —desestimo y niego con la cabeza, secundando mi afirmación—. Y por favor, no grites, puede escucharte.
—Te gusta... mucho —insiste. No me quita ojo de encima, velando por si vuelvo a caer en la tentación y pues, no logro aguantar. Las ganas de confirmar que me observa son más intensas—. Ahí está la confirmación.
Me guiña un ojo cuando suspiro, agobiada y arrepentida de no haber sabido disimular absolutamente nada. De igual manera, intento convencerla de lo contrario, haciéndola pasar por loca.
—Déjame tranquila, Steph. Un hombre como ese no tiene nada que ver conmigo. No sería tan tonta de enamorarme —culmino, dispuesta a seguir trabajando.
—Pero, chica, ¿quién habló de amor? —dice y hace una mueca de asco. Luego vuelve a mirarlo con descaro—. Yo de él, además de conocer sus millones, solo necesitaría aferrarme al respaldo de su cama, preferiblemente de frente.
Hago una mueca, porque sus palabras me hacen sentir horrible. Específicamente, me visualizo arrastrándola por toda la cafetería, por meterse con mi amor platónico de esa manera. Aunque sé que, en la vida real, solo me alcanzaría para salir corriendo del lugar, con lágrimas surcando mi rostro.
No entiendo qué es lo que me atrae de él. Es hermoso, sí. Y está bueno, también. Pero es algo más. Sus ojos, las pocas veces que me han notado de verdad, me muestran un hombre como pocos, dispuesto a ofrecer confianza, respeto y amor. Es raro lo que siento cada vez que lo veo. Es como si un flechazo me diera justo en medio del pecho, cada maldito día.
A veces creo que soy demasiado ingenua, por mantener esta extraña sensación durante tres larguísimos años; sin posibilidades de nada. Pero es imposible dejar de soñar con él, esperarlo cada día, sentir mi sangre correr más rápido durante la media hora diaria que pasa aquí en la cafetería. Rogar para que decida, algún día, pasar al área de la librería, donde yo en verdad trabajo; pedir a quien sea que mueve los hilos del destino, que un encuentro nos haga mirarnos a los ojos y ser sinceros. O al menos serlo yo.
Estoy consciente de mi locura, yo misma me la diagnostico, porque los síntomas son siempre los mismos. Unas ganas inmensas de acercarme y confesar mis pesados pensamientos; llenarme de valor y, al menos, comentarle sobre el tiempo. Aunque eso suene raro.
—¡Ashley! —grita Adelfa, casi en mi oreja. Doy un brinco, porque me había quedado ensimismada pensando en estupideces.
Me giro, para verla detrás de mí, con sus brazos en jarra. Me mira frunciendo el ceño y logra acobardarme un poco.
—¿Qué... qué pasa? —tartamudeo, nerviosa por el espectáculo.
«Es que ni suerte tengo», pienso, resignada por semejante vergüenza.
—Atiende tú al señor O' Sullivan, Stephania todavía no está adiestrada y él, como sabes, es nuestro mejor cliente. No quiero que lo asuste.
Ante sus palabras, Steph hace un puchero. La miro, sonriendo por dentro; al parecer, la que estará cerca de él, por fin, seré yo.
«¡¿Seré yo!?» reacciono, acojonada, al darme cuenta de lo que eso significa. De repente, mis piernas tiemblan y creo que no tendré fuerzas para siquiera dar dos pasos.
—Es para hoy, Ashley —agita mi jefa. Se aleja de mí, para conducir a Steph hacia la librería y darle las tareas correspondientes.
Steph me mira, guiña un ojo y sonríe con malicia. Yo me quedo ahí, parada en el medio del salón, sin poder hacer nada.
«Es solo un cliente más», me digo, para convencerme.
Tomo una respiración, dos. Siento como me relajo poco a poco. Cuando me siento más segura, pero aún no del todo convencida, me encamino hacia la mesa del hombre de mis sueños. Llego a su lado, pero él mantiene su mirada en el libro que lleva trayendo consigo desde hace unos días. Carraspeo, para llamar su atención. Su reacción no es inmediata, levanta su mirada con lentitud, hasta conectarla con la mía. Mantiene su cabeza inclinada, por lo que sus maravillosos pozos azules me miran desde abajo, al estar él sentado y yo de pie, a su lado.
—¡Ho...hola! —carraspeo y chillo a la vez.
Me doy una colleja mental por mi falta de carácter en los momentos claves de mi existencia. Él, sigue mirándome, sin hablar. Me pone nerviosa la profundidad de su mirada y cuando creo que voy a salir corriendo en dirección contraria, sonríe. Un atisbo de sonrisa; alza la comisura de su boca solamente. Más específico, el lado derecho, que es el izquierdo mío.
«Dios, ya estoy pensando estupideces», reclamo, resoplando y rodando los ojos en mi cabeza, como por décima vez.
—¿Va a tomar algo? —pregunto, después de tragar duro para evitar perder la voz otra vez. Por suerte, ahora mantengo mi tono de voz normal.
Él asiente. Tampoco habla. Y yo me desespero por querer escuchar su voz, hablándome solo a mí.
—Adelante. —Lo insto, apuntando mi lápiz en la pequeña libreta y desviando la mirada de sus ojos hipnóticos.
—¿No lo sabes? —pregunta, luego de unos segundos de silencio, y casi comienzo a sudar por las ganas de quitar mi mirada de la m*****a libreta.
Levanto la cabeza, mirándolo con confusión. Yo sé lo que pide cada vez, tengo estudiadas absolutamente todas sus rutinas. Pero eso, él no puede saberlo.
—No creo. ¿Debería saberlo? —devuelvo, asumiendo un rol un poco empoderado. Me ofende bastante la arrogancia con la que me hace la pregunta.
Él se queda mirándome. Otra vez.
«Ay Diosito», grito en mis pensamientos. Es que quisiera...
—¿Puedes enseñarme tu libreta de notas? —pregunta, entonces, interrumpiendo mis cavilaciones.
Me extraña su pregunta y, cuando me dispongo a entregarle la libreta, miro unos garabatos que hice, sin darme cuenta.
—¡No! —grito, alterada.
Pero ya es tarde. Mi libreta está en sus manos. Intento aguantarla, tirar de ella para que él no logre ver del todo lo que está escrito.
—Café amargo, un chorro de miel y canela, eso es precisamente lo que quiero —murmura, con voz divertida, mientras lee su pedido en la pequeña libreta.
Tapo mis ojos, avergonzada a niveles estratosféricos. Suspiro, martirizada y angustiada a partes iguales. Es que solo a mí me suceden cosas como ésta.
—Hey, no tengas pena —dice, entonces, rozando mi codo para que lo atienda—. Es normal que conozcas lo que pido.
Lo miro, confusa. Y no logro aguantar mi tonta pregunta.
—Eh, ¿sí?
—Ujum. —Asiente con la cabeza—. No soy muy original y llevo bastante tiempo visitando este lugar a diario.
Me sonríe, ahora comprensivo. No entiendo su cambio de humor, es como si se hubiera sentido culpable por dejarme en evidencia.
—Ok, gracias —respondo. Me doy vuelta, murmurando un—: enseguida está su pedido.
Camino hacia la barra como alma que lleva el diablo. Respiro con dificultad y tengo que sostenerme de una de las sillas para mantener el equilibrio.
«Esto es demasiado», digo para mí misma.
—¿Lo invitaste a salir? ¿Le dijiste que te gusta?
Steph hace mil preguntas y a ninguna le hallo sentido. La miro como si de verdad le faltara algún tornillo y ella resopla, no conforme con mi reacción. Por unos segundos locos, solo pienso en que pudo escaparse de Adelfa con tal de seguir el chisme.
—Me decepcionas —concluye, rodando los ojos y resoplando.
«Al parecer, se le pegaron mis tics», es lo único que pienso. Mi cabeza no da para más.
Diez minutos. Solo diez minutos tengo para relajar mi cuerpo y calmar mis nervios. Diez míseros minutos que no alcanzan para nada y se van corriendo.—Aquí está el pedido, Ash —dice Monse, poniendo la taza repleta de café y un platillo, sobre el mostrador.Con manos temblorosas, tomo la taza y la coloco sobre la bandeja.«¿Por qué tiemblo?», me reclamo interiormente.Nunca antes me había sentido así. Mi fascinación por el cliente más hermoso y elegante de la cafetería siempre ha quedado en segundo plano cuando de mi profesionalidad se refiere. Pero también hay que tomar en cuenta que, nunca antes, nunca, me había hablado. Mucho menos, tocado. El punto exacto donde tuvimos contacto, en mi codo, lo siento arder. Un ligero roce de sus dedos, para llamar mi atención, fue suficiente para que mi mente obsesiva no pueda controlarse.&m
POV: William.«Es una oportunista», pienso enfadado.Una desilusión que no sabía podía sentir, me embarga. Tres años, tres malditos años visitando este lugar. Un mes. Un mes desde que decidí dar un paso. Uno que ahora, dudo que sea el correcto.Ashley Moon, la chica que me trae embobado, no puedo determinar desde cuándo, es una oportunista. Me lo acaba de confirmar esa dichosa nota.«¡Se busca un millonario!», recuerdo que decía. Con una letra fina, alargada y adornada con muchos colores, que muestra un carácter insuficiente e infantil.Tal vez, ella no pretendía mostrar esa información, pero yo tuve la desdicha, o la dicha, de encontrarla. Gracias a ella misma pude evitarme muchos dolores de cabeza. Hasta hoy, pensaba que era una chica trabajadora y emprendedora. Por lo poco que conozco sobre ella, sus estudios y responsabili
POV: Ashley.Me obligo a continuar mi camino y no quedarme en medio del salón, parada como estúpida; tengo que aceptar mi patética realidad, de una vez.Sostengo entre mis manos la dichosa libreta, con la nota dejada por el odioso y sexy señor O' Sullivan. Releo su contenido y mis ojos pican otra vez. Muy dentro de mí, sé que estoy exagerando demasiado, él nunca ha dado muestras de interés por mí, por lo que mis motivos para estar así pueden considerarse como infundados; pero no puedo evitar molestia ante lo que tendré que soportar. Asumir que mi mejor amiga tendrá una cita con el hombre que me gusta, sobrepasa mis límites.—Ash... —Steph llega a mi lado, preocupada—. ¿Qué pasó?Su pregunta me hace suspirar. Bajo mis hombros, derrotada, y le entrego la nota.—Esto —digo y le entrego a Steph e
POV: William.Con la llegada de mi familia me relajo e intento olvidar lo que me hizo sentir ese anuncio, ese dichoso papel que me puso en tantos apuros con esa chica que ni conozco. Mi madre, Eleonor, es la primera en llegar, acompañada de Esme, mi hermana pequeña.—Hola madre —saludo, cuando llego a su lado y beso su mejilla—. ¿Y papá?Me extraña que no haya venido con ellas, pero estoy seguro que llegará pronto.—Hola, hijo. Estaba loca por verte —responde y me devuelve un abrazo enorme—. Tu padre viene con los gemelos. Andaban viendo algunos terrenos que tus hermanos quieren comprar, para extender el proyecto de desarrollo local, en conjunto con el Ayuntamiento.Me intereso por este tema y apunto por algún lugar de mi cabeza, que necesito conocer detalles de ese proyecto. Le doy otro beso a mi madre y me vuelvo hacia donde está Esme.—Hola,
POV: Ashley.«No puedo dormir»Hasta hoy, mi obsesión por el señor O' Sullivan no me había quitado el sueño. Tal vez, sí algunos minutos antes de caer rendida, mientras aliviaba un poco mis necesidades pensando en él. Pero nada preocupante. No como ahora, que no he sido capaz de cerrar los ojos, aunque tengo claro que debo levantarme en solo dos horas. Su voz es adictiva, aún más si le imprime ese tono bajo y seductor que usó para hablar con Steph. No conmigo.De seguro se llevó una decepción enorme al saber que era yo quien le hablaba, noté en su respiración que le alteró la situación. Pero bueno, no hay remedio.No sé por qué diablos él la tomó de esa forma conmigo, tampoco la razón por la que me dijo algunas palabras que me emocionaron y me hicieron creer que le interesaba. Todo cambió cuando me
POV: William.Me levanto con mal genio después de una noche completamente inútil. No pude pegar ojo ni un segundo pensando en la angelical voz de esa chica que me tiene perturbado. ¿Cómo es posible que yo sea tan tonto de seguir obsesionado con ella? Me irrita mi propio comportamiento y comienzo a pensar que tengo algún tipo de enfermedad mental, si continúo tras lo que sé, me hará daño.«Debo ser masoquista», pienso y ruedo mis ojos.Decido tomar una ducha bien fría que me traiga a la realidad, para ver si al fin me mentalizo sobre lo que debo hacer. Bajo la ducha, mientras las primeras gotas de agua caen y erizan mi piel, pienso en mi cita de hoy y en las ganas que tengo de pasarla por alto. Imagino varios escenarios en los que podría evitar esta complicación sin sentido, pero ninguno me parece lo suficientemente bueno para asumirlo como justificación.
POV: William.Salgo con Steph agarrada a mi brazo. Siento en mi espalda el peso de la mirada de la curiosa y contrario a lo que creo, no me siento bien en esta posición. Ella no me ha hecho nada, en realidad. Lo que pasa es que estaba tan obsesionado con ella, que conocer sus principios me decepcionó mucho. Y de ahí, surgió toda esta locura.—¿A dónde vamos? —pregunta Steph, cuando salimos del todo, girando su cuerpo para quedar frente a mí. Me quedo en blanco, mirando su expresión demasiado feliz—. Estoy tan emocionada, te juro que me quedé en shock cuando vi tu nota. Mi amiga me la entregó con muy mala cara. De hecho, pensé que era en ella en quien estabas interesado...pero...—Ok, espera un momento —interrumpo sus palabras, ella se calla al instante. Tapo mi rostro y froto con mis manos, en señal de frustración. Se supone que estoy acostumb
POV: Ashley.Escucho la voz de Adelfa y me parece que me llama. Dejo lo que estoy haciendo y espero, pero no escucho nada más. De igual forma decido ir a su encuentro, para verificar que no necesita de mí. Atravieso la librería y llego a la puerta que colinda con la cafetería; lo que veo, me provoca un pinchazo de decepción.William. Steph.Juntos.A pesar de todo lo que ya me dije a mí misma, sí me afecta verlos. Hasta último momento pensé que Steph se negaría, pero al parecer, no lo hará. Ahora me toca aguantarla cuando regrese.Él se acerca a ella y le dice algo, creo leer en sus labios un halago... «estás hermosa». Mi pecho se aprieta y quiero dar la vuelta e irme, pero me mantengo en el lugar, soy así de masoquista.William extiende su brazo, para que Steph lo acepte y ella, antes de hacerlo, mira a su alrededor. Me escondo un p