Paolo supo que algo malo estaba pasando tan pronto vio a Sabino. Venía sin Loredana y parecía bastante preocupado. Cuando sus ojos se encontraron con los de él, solo confirmo sus sospechas. Se acercó a él a toda prisa y se alejaron algunos metros de los invitados. Adriano, Ezio y Giancarlo los siguieron muy de cerca. —¿Qué sucede? ¿Dónde está Loredana? —preguntó mirando detrás de su futuro suegro como si esperar que su prometida fuera a aparecer en algún momento—. Sabino, ¿qué está sucediendo? —insistió al no recibir una respuesta de inmediato. —Ella no está. —¿Cómo que no está? —Fui a recogerla a la habitación, la puerta estaba abierta y no había nadie en el interior. Busqué en el baño y en las habitaciones de al lado, pero no la encontré. —La dejamos allí apenas unos minutos atrás —dijo Vanessa. No estaba seguro de en qué momento se había acercado. Se pasó la mano por el cabello. Su peor temor se estaba haciendo realidad. Miró a su guardia de seguridad en busca de alg
Loredana estaba aterrada. Un movimiento en falso y Paolo podía salir herido. No estaba segura de cómo la había encontrado, pero tampoco había dudado de que lo haría. Él le había demostrado más de una vez que era capaz de todo por ella.Bibiana había dejado de sujetarla con la misma intensidad ahora que su atención estaba en Paolo. del principio no podía dejarse llevar el pánico. No le costaría demasiado soltarse, pero no podía hacerlo mientras ella estuviera apuntando a Paolo.—Bibiana, deja ir a Loredana y te prometo que escucharé todo lo que tengas que decir. —Paolo se escuchaba bastante calmado para alguien que estaba siendo amenazado con un arma de fuego. Bibiana soltó una risa carente de humor.—Yo mejor que nadie sé que no eres muy bueno cumpliendo tus promesas.—¿A qué te refieres? —preguntó Paolo confundido.—Mi hermana estaría viva si hubieras cumplido tu palabra. Ella creyó en ti y murió. Discúlpame si no cometo el mismo error.¿Hermana?Un solo nombre se le vino a la ment
Cuando Loredana le había hecho aquella pregunta, Paolo creyó que se trataba de alguna de sus bromas, pero allí estaban, un par de días después, justo una hora después de haberse dado el “Sí”.Oficialmente Loredana era su esposa y ni siquiera estaba seguro de cómo habían logrado volver a montar todo. Había tomado un poco de tiempo, pero con ayuda de sus hermanas y su mamá, lo habían logrado y con éxito.Se habían asegurado de que nada faltara. Servicio de catering, música en vivo, nuevos adornos florales y la lista continuaba. Estaba seguro de que no había gastado poca cosa en todo aquello con tan poco tiempo de antelación, pero ¡qué demonios! Valía la pena cada centavo.Una sonrisa se extendió por el rostro de Paolo al ver a Loredana reír. Después del incidente con Bibiana había estado un poco sensible e incluso tuvo pesadillas la primera noche. Él había estado a su lado consolándola y esperando el momento en el que ella se decidiera a hablar con él.Loredana le había contado el miedo
—¿Quién es el hombre más guapo del mundo?—Asumo que no hablas de mí.Loredana se dio la vuelta con su hijo en brazos. El pequeño Thiago tenía un par de meses de vida. No podía creer como el tiempo pasaba tan rápido cuando eres feliz.La noche que su hijo nació fue toda una locura. Las contracciones la habían despertado alrededor de la una de la mañana. Paolo no había tardado en despertarse también, se había puesto de pie y había sacado la maleta de emergencia que tenían preparada. Luego la llevó a la primera planta de la casa y anunció a todo pulmón que el bebé estaba por nacer.Su padre, sus abuelos y la madre de Paolo habían aparecido en cuestión de segundos. Ellos habían estado viviendo con ellos durante las últimas semanas cerca de la fecha probable de parto.Había sido su padre quién condujo hasta el hospital porque Paolo estaba muy nervioso para hacerlo. Aún podía recordarlo pálido, casi hiperventilado, mientras no dejaba de repetirle que todo estaría bien.Después de diez hora
—¿En qué estábamos pensando cuando aceptamos esto? —preguntó Ezio. Para Paolo, unas vacaciones en familia habían sonado más que estupendas hasta que se enteró que no serían solo Loredana, él y sus hijos. No tenía nada en contra de los demás, pero no estaba seguro de cómo sobreviviría dos semanas rodeado de niños y adolescentes por todos lados, en especial porque la mayoría del tiempo no tenía idea de lo que estaban hablando. Y eso que no era ni de cerca el hombre de mayor edad. Tal vez debía pensar en comprarse algún libro sobre dialecto de adolescentes para poder comunicarse con sus hijos en el futuro. Al paso que estaban creciendo sentía que eso sucedería en cualquier momento y que no estaría preparado. —No es como si hubiéramos podido decir que no, ellas mandan —comentó Valentino. —Será todo un reto salir vivos de esto, hay una gran probabilidad de que alguien termine muerto. —Matteo, el cuñado de Adriano, tenía una sonrisa burlona en el rostro. —¿Tú crees? —preguntó Alessandro
Loredana se despertó desorientada y tardó algunos segundos en recordar donde estaba. Tragó saliva y sus músculos se tensaron en cuanto las imágenes de la noche anterior llegaron a su mente. Abrió los ojos y miró a su costado esperando que todo se tratara de un sueño. No era así. El hombre con el que había pasado la noche, seguía a su lado. Con cuidado, se deslizó fuera de la cama. No necesitaba despertarlo. Seguro sería incómodo para ambos. Dejó de respirar y se quedó inmóvil cuando el hombre se movió. Era extraño no tener un nombre para él, pero ninguno de los dos se había presentado. Recuperó la calma en cuanto se dio cuenta que él seguía dormido. De pie, a un lado de la cama, se quedó observándolo. Aún dormido se podía ver la dureza en sus rasgos. Después de la corta interacción que habían tenido, podía aseverar que era uno de esos hombres que creían que el resto debía inclinarse ante ellos… Para nada el tipo de hombre con el que se relacionaría y, sin embargo, allí estaba. S
Paolo despertó al escuchar una puerta cerrarse en la distancia. Abrió los ojos y miró en esa dirección antes de dirigir los ojos al lugar a su lado. La mujer con la que había pasado la noche se había marchado. Era una lástima, habría sido divertido estar con ella antes de decirse adiós. No es que le importara mucho. Era una mujer hermosa, sin duda, y eso era todo. Las relaciones no eran lo suyo, implicaban un nivel de confianza que no creía que podría entregar a alguien que no fuera parte de su familia, e incluso con ellos le había tomado su tiempo abrirse. Además, por qué acercarse a alguien cuando podrías perderlos. No quería pasar por eso… otra vez. Era precisamente su aversión a las relaciones el tema de principal preocupación de sus hermanas —una más entrometida que la otra. A Vanessa y Elaide les encantaba meterse en su vida mientras sus esposos se limitaban a observar. No es que alguien pudiera hacer algo para detenerlas cuando tenían algo en mente. Ellas hacían lo querían c
—No sabía que se conocían. —Renardo los miró a ambos con curiosidad. —Tuve el placer de conocerla anoche —se adelantó a decir el recién llegado. Loredana fulminó al hombre con la mirada. No le gustaba para nada como su tono de voz había cambiado y la sonrisa que adornó su rostro al hablar. No necesitaba que Renardo dedujera lo que había pasado entre ellos. Ya estaba en suficiente desventaja al no saber qué hacía allí. El hombre alzó una ceja con un brillo de diversión en los ojos y miró su mano que todavía seguía extendida. Observó en esa dirección con recelo, pero la tomó con seguridad. Nunca demuestres debilidad. Sus músculos se tensaron cuando lo sintió acariciar su muñeca con el dedo pulgar. Las cosas solo empeoraron para ella cuando experimentó una ola de calor recorrerla de pies a cabeza. Era difícil olvidar la manera en la que la había acariciado con la misma mano apenas la noche anterior, al igual que todo lo que sucedió después. Había sido un desliz, uno provocado po