—¿Me amas? —preguntó Loredana cuando pudo hablar. Su voz era apenas un susurro.Las palabras de Paolo se repetían una y otra vez en su cabeza. No estaba segura de sí había escuchado bien o había sido producto de su imaginación, pero estaba por averiguarlo.—¿Por qué suenas tan sorprendida? —Paolo hizo a un lado sus cabellos y acarició su rostro—. ¿De qué crees que se trataba todo esto? Jamás he llevado a una mujer a casa de mi madre y tampoco la traje aquí.Él se inclinó y rozó sus labios. Casi se olvidó de lo que estaban hablando, entonces sus palabras penetraron la bruma que la rodeaba.—Me trajiste aquí a unos días de conocerme.Paolo sonrió.—Eso hice. Debí darme cuenta de lo que significaba entonces. —él le dio un suave beso y luego salió de su interior. Se acomodó a su lado y la acercó a él.Lejos de rehuir a su contacto, se acurrucó contra su cuerpo y colocó una de las manos en su pecho. Había extrañado los momentos que compartían después de hacer el amor.Miles de preguntas in
Paolo sacudió la cabeza mientras una sonrisa adornaba su rostro. Últimamente se encontraba sonriendo en cualquier momento. Se había ganado más de una mirada extraña a causa de eso. Había pasado casi una semana desde que Loredana y él estaba saliendo formalmente y las cosas no podían marchar mejor. Cada noche, desde el domingo, ella se había quedado a dormir en su casa. Se había acostumbrado a compartir cama con ella incluso cuando solo se quedaban allí en silencio abrazados. Loredana no había puesto mucha resistencia al respecto e, incluso, muchas de sus cosas ocupaban ahora su habitación. Le gustaba ver su espacio lleno de las cosas de la mujer que amaba, aunque a veces su desorden podía ponerlo un poco loco. Todavía no habían hablado con nadie, además de su madre, respecto a su relación y estaban optando por mantener un bajo perfil, pese a que él se moría por decirle a todo el mundo que Loredana era suya. —Señor, buenos días —saludó Nestore tan pronto pasó delante de su escrit
—¿Qué fue lo que olvidaste? —preguntó Loredana comenzando a entrar en pánico.La puerta principal se abrió y luego escucharon algunos pasos.—Paolo, he estado tratando de contactarte desde hace una hora y… —La mujer que estaba hablando se detuvo al verlos. Sus ojos iban de ella a Paolo. Loredana no tardó demasiado en identificarla. La había visto en algunas fotos y también en alguna que otra ceremonia. Vanessa Giordano. Una de las hermanas de Paolo.—No sabíamos que tenías visitas —comentó un hombre detrás de la mujer a quien también reconoció.Antes de que alguno más pudiera decir algo, dos niñas aparecieron de la nada y se abalanzaron sobre Paolo.—¡Tío Paolo! —gritaron ambas mientras se aferraban a este.—Pequeñas traviesas —dijo él con una sonrisa adornando su rostro.Era más que obvio que adoraba a las pequeñas.—¿Quién es ella? —preguntó la más grande dando un paso hacia atrás y mirándola.Paolo la tomó de la cintura y la acercó a él.—Ella es Loredana, mi novia.La menor de
—La novia del tío Paolo es genial, nos dejó usar sus esmaltes y nos contó unas historias muy divertidas —dijo Lionetta a toda velocidad. A su corta edad, su sobrina tenía una habilidad impresionante para hablar sin respirar.—Espero las niñas no les hayan dado problemas —dijo Vanessa mirando a Loredana.Ella y Adriano habían llegado media hora atrás y los había invitado a quedarse. No tenía mucho sentido que se fueran, cuando tenían que volver a la hora del almuerzo.—Para nada, tienes unas hijas muy preciosas —respondió Loredana.Paolo le sirvió zumo de naranja en un vaso y se lo entregó.—Gracias —musitó ella con una sonrisa.—¿Cómo estuvo la cena de anoche? —preguntó.—Ya sabes, lo mismo de siempre —comentó Adriano—. No me habría molestado llevar a mi esposa a cenar a otro lado. —El odia rodearse de personas —bromeó Vanessa mirando a Loredana.Durante los siguientes minutos continuaron hablando en un ambiente ameno. Paolo estaba feliz al ver lo bien que habían congeniado su herma
Loredana se puso de pie para recibir a los recién llegados. Inhaló profundo para tratar de calmarse. No era así cómo había esperado que la hermana menor de Paolo los encontrara. Había estado tan atrapada en su burbuja de felicidad que se había olvidado que estaban esperando más visita.Paolo se colocó a su lado y la tomó de la cintura. Ese pequeño gesto la reconfortó.—Elaide, Ezio —saludó él.—Paolo —respondió Ezio.Elaide, por otro lado, tenía la mirada fija en ella con una sonrisa enorme.Ezio rio al ver como su esposa ignoraba a su hermano.—Loredana ella es mi hermana y él es su esposo —los presentó Paolo al ver que su hermana no planeaba responderle pronto—. Y ellos son sus hijos, Olivia y Giulio —acotó cuando la pequeña, que Ezio sujetaba con una mano, empezó a decir su nombre emocionada.Los sobrinos de Paolo parecían adorarlo sin importar la edad.—Es un gusto conocerlos —musitó.—No puedo creerlo —dijo Elaide acercó su silla de ruedas hacia ella un poco más, luego abrió sus
—¿Cómo estamos seguros de que no la dejaste llevarse el trato con D’agostino? —preguntó Dominico.Era uno de los socios más antiguos y leal a Filippo, al igual que otros tres. Podría no decirlo abiertamente —era demasiado cobarde para eso—, pero Paolo lo sabía. Al sujeto no le importaba que Filippo había secuestrado a su propia hija para quedarse con la empresa.Había esperado la pregunta, pero no por eso lo molestó menos. Estaba harto de tratar de demostrarles su valía. No tenía que demostrarle nada a nadie.Se reclinó en su asiento y lo miró con dureza.—¿Estás cuestionando mi lealtad con esta empresa?Vio a Dominico vacilar un poco antes de responderle.—Es normal que tengamos algunas dudas.—No, no es normal. Siempre he actuado con profesionalismo y he llenado vuestros bolsillos de mucho más dinero del que se merecen. Si no están contentos por cómo manejo las cosas o piensan que haría algo para perjudicar el legado de mi familia, conocen la salida.—No puedes hablarnos así —replic
Las semanas estaban transcurriendo más rápido de lo normal. Loredana sentía las cosas no podían ser más perfectas, pero su lado pesimista le decía que algo estaba a punto de suceder. Había tratado de dejar de pensar de esa manera. No tenía ninguna lógica. Su relación con Paolo iba muy bien y su vida profesional no podía ser mejor. Era viernes por la tarde y había ido a su casa para recoger algunas cosas. Le sorprendía que todavía tuviera algo allí. Cada vez que iba con Paolo, él se llevaba más de lo necesario con la excusa de que nunca se sabía cuándo lo podía necesitar. Siempre terminaba dejándolo hacer lo que le pareciera mejor. Él era demasiado dulce para decirle que no. Además, le gustaba vivir con él. Después de la reunión de Paolo con sus accionistas, algunos rumores se habían esparcido. Uno de los más frecuentes era que se estaban usando para conseguir información. Loredana ni siquiera lo había pensado dos veces. Paolo nunca sería capaz de hacer algo parecido. Sin embargo, po
Paolo frunció el ceño al ver las rejas abiertas. Apresuró el pasó con un mal presentimiento. Loredana nunca se habría olvidado de cerrarlas, algo más debía de estar pasando. Usó las llaves que ella le había dado para abrir la puerta y entró. Su visión se tornó roja en cuanto vio a Aurelio sobre Loredana. Ambos estaban sobre el sofá y él la estaba besando. Desde su posición no podía ver el rostro de Loredana. Tan solo un segundo la idea de que ella lo estuviera engañando se cruzó por su mente, pero la descartó de inmediato. Un gruñido escapó de sus labios antes de lanzarse a atacar a Aurelio. Lo tomó del hombro y le dio la vuelta, sin pensarlo dos veces le propinó un puñetazo. El hombre tuvo el descaro de sonreír. —Ella siempre fue mía —musitó Aurelio. Lo golpeó otra vez solo para borrarle la sonrisa. Él cayó en el suelo. Sus ojos se desviaron a Loredana y, al verla, terminó de perder el control. Tenía el labio partido, un moretón comenzaba a formarse en su mejilla y sus ojos esta