Loredana se puso de pie para recibir a los recién llegados. Inhaló profundo para tratar de calmarse. No era así cómo había esperado que la hermana menor de Paolo los encontrara. Había estado tan atrapada en su burbuja de felicidad que se había olvidado que estaban esperando más visita.Paolo se colocó a su lado y la tomó de la cintura. Ese pequeño gesto la reconfortó.—Elaide, Ezio —saludó él.—Paolo —respondió Ezio.Elaide, por otro lado, tenía la mirada fija en ella con una sonrisa enorme.Ezio rio al ver como su esposa ignoraba a su hermano.—Loredana ella es mi hermana y él es su esposo —los presentó Paolo al ver que su hermana no planeaba responderle pronto—. Y ellos son sus hijos, Olivia y Giulio —acotó cuando la pequeña, que Ezio sujetaba con una mano, empezó a decir su nombre emocionada.Los sobrinos de Paolo parecían adorarlo sin importar la edad.—Es un gusto conocerlos —musitó.—No puedo creerlo —dijo Elaide acercó su silla de ruedas hacia ella un poco más, luego abrió sus
—¿Cómo estamos seguros de que no la dejaste llevarse el trato con D’agostino? —preguntó Dominico.Era uno de los socios más antiguos y leal a Filippo, al igual que otros tres. Podría no decirlo abiertamente —era demasiado cobarde para eso—, pero Paolo lo sabía. Al sujeto no le importaba que Filippo había secuestrado a su propia hija para quedarse con la empresa.Había esperado la pregunta, pero no por eso lo molestó menos. Estaba harto de tratar de demostrarles su valía. No tenía que demostrarle nada a nadie.Se reclinó en su asiento y lo miró con dureza.—¿Estás cuestionando mi lealtad con esta empresa?Vio a Dominico vacilar un poco antes de responderle.—Es normal que tengamos algunas dudas.—No, no es normal. Siempre he actuado con profesionalismo y he llenado vuestros bolsillos de mucho más dinero del que se merecen. Si no están contentos por cómo manejo las cosas o piensan que haría algo para perjudicar el legado de mi familia, conocen la salida.—No puedes hablarnos así —replic
Las semanas estaban transcurriendo más rápido de lo normal. Loredana sentía las cosas no podían ser más perfectas, pero su lado pesimista le decía que algo estaba a punto de suceder. Había tratado de dejar de pensar de esa manera. No tenía ninguna lógica. Su relación con Paolo iba muy bien y su vida profesional no podía ser mejor. Era viernes por la tarde y había ido a su casa para recoger algunas cosas. Le sorprendía que todavía tuviera algo allí. Cada vez que iba con Paolo, él se llevaba más de lo necesario con la excusa de que nunca se sabía cuándo lo podía necesitar. Siempre terminaba dejándolo hacer lo que le pareciera mejor. Él era demasiado dulce para decirle que no. Además, le gustaba vivir con él. Después de la reunión de Paolo con sus accionistas, algunos rumores se habían esparcido. Uno de los más frecuentes era que se estaban usando para conseguir información. Loredana ni siquiera lo había pensado dos veces. Paolo nunca sería capaz de hacer algo parecido. Sin embargo, po
Paolo frunció el ceño al ver las rejas abiertas. Apresuró el pasó con un mal presentimiento. Loredana nunca se habría olvidado de cerrarlas, algo más debía de estar pasando. Usó las llaves que ella le había dado para abrir la puerta y entró. Su visión se tornó roja en cuanto vio a Aurelio sobre Loredana. Ambos estaban sobre el sofá y él la estaba besando. Desde su posición no podía ver el rostro de Loredana. Tan solo un segundo la idea de que ella lo estuviera engañando se cruzó por su mente, pero la descartó de inmediato. Un gruñido escapó de sus labios antes de lanzarse a atacar a Aurelio. Lo tomó del hombro y le dio la vuelta, sin pensarlo dos veces le propinó un puñetazo. El hombre tuvo el descaro de sonreír. —Ella siempre fue mía —musitó Aurelio. Lo golpeó otra vez solo para borrarle la sonrisa. Él cayó en el suelo. Sus ojos se desviaron a Loredana y, al verla, terminó de perder el control. Tenía el labio partido, un moretón comenzaba a formarse en su mejilla y sus ojos esta
La enfermera llevó a Loredana hasta una de las habitaciones. Una vez allí la ayudó a cambiarse con una bata y le pidió que se acomodara sobre la cama. Luego la conectó a una maquina por medio de cables.Loredana se quedó con la mirada perdida pensando en lo que había sucedido. Todavía esperaba que todo se tratara de una pesadilla. Si Paolo no hubiera llegado cuando lo hizo, no estaba segura de cómo hubiera terminado las cosas. Se llevó la mano al vientre con la mano temblorosa.—Tranquila, todo está bien. Estás segura aquí —dijo la enfermera alcanzándole un pañuelo de papel.Ella la miró confundida, solo cuando algunas lágrimas cayeron sobre su mano se dio cuenta de que estaba llorando. Tomó el pañuelo y se limpió el rostro con cuidado. Aún sentía dolor en el lado que Aurelio la había golpeado.Agradecía a la mujer por tratar de consolarla, pero solo una persona podía hacerla sentir mejor en ese momento y ese era Paolo. —¿Cuánto tiempo le tomará a mi novio llenar los papeles?—No de
El silencio estaba volviendo loco a Paolo. No comprendía porque el doctor se estaba tomando tanto tiempo en darle una respuesta. Usualmente eso significaba malas noticias y eso lo ponía aún más nervioso. —¿Hay algo malo con ella? —preguntó tratando de obtener una respuesta cuanto antes.Después de todo lo que había pasado se sentía al borde. Ver el rostro de Loredana era un recordatorio constante de lo indefensa que la había encontrado y se prometió que nunca más dejaría que algo como eso sucediera.—No, para nada. Como le dije antes, las lesiones externas no son de gravedad.—Entonces ¿de qué se trata? —insistió.—Ordené una prueba de embarazo para su novia —explicó el doctor.—¿Prueba de embarazo?Miró a Loredana. Eso no era lo que estaba esperando escuchar.—Esta tarde antes de que Aurelio interrumpiera en mi casa, me di cuenta de que llevo algunos días de retraso.—¿Estás embarazada?Loredana se mordió el labio inferior.—Eso creo.—De hecho —intervino el doctor—, según los resu
Loredana soltó una carcajada cuando Paolo la levantó en brazos. Parecía que su única misión era impedir que hiciera cualquier tipo de esfuerzo. No es que se quejara, por el contrario, estaba disfrutándolo bastante.—Me vas a malacostumbrar si sigues así.—Esa es la idea.—Pero no es necesario que me cargues, puedo caminar.—Lo sé —dijo él sin detenerse. No parecía interesado en las miradas divertidas que le lanzaban sus hermanas. Para sus cuñados, sin embargo, no parecía nada fuera de lo común.Su padre tampoco lucía nada sorprendido. Es más, cualquiera podía decir que la mirada en sus ojos era de respeto.Los niños pasaron corriendo por sus costados, al llegar a la puerta saludaron a Anna y Angelina, que los esperaban, y desaparecieron.—Solo falta que te ponga dentro de una bola de hámster para protegerte del mundo.—No le des ideas, en estos momentos lo creo capaz de eso y mucho más —comentó con sorna.Anna soltó una carcajada.—Estoy feliz de que estés bien. —Ella miró a su hijo a
Paolo no se había sentido tan nervioso desde que estaba en la escuela. Ni siquiera cuando le tocó cerrar su primer trato importante, se había sentido así. Casi esperaba ponerse a hiperventilar en cualquier momento. Tenía un discurso preparado para la ocasión, pero no era capaz de recordar cómo empezaba. Si no fuera porque estaba tan tenso, era muy probable que se hubiera reído de sí mismo. Volvió a la realidad y sus ojos se encontraron con los de Loredana. Eso le dio el valor suficiente para empezar a hablar. —Loredana —empezó—, tuve bastante suerte el día en que te conocí, aunque quizás no lo supe en ese entonces. —Respiró profundo y continuó—: Eres la mujer con la que me imagino despertar todos los días. Te amo y amo la familia que estamos por comenzar. ¿Me harías el honor de convertirse en mi esposa? Loredana lo miró en completo silencio. Sus ojos se humedecieron y las lágrimas no tardaron en deslizarse por sus mejillas. Empezó a creer que ella diría que no cuando continuó sin