CAPITULO 1

Habían pasado dos días desde la cancelación de su matrimonio, se sentía una m****a, nunca se imaginó terminar con algo que había planeado desde que tenía 7 años. Siempre soñó con casarse con su príncipe azul y ser feliz para toda la vida.

Pensar en eso la hundía mucho más y la ponía peor que antes, su madre le había gritado miles de cosas; para la señora Rosalía Suárez de  León la cancelación del matrimonio era un acontecimiento totalmente devastador para su reputación, para ella era más importante su posición que los berrinches de su hija mayor que ya no estaba en edad para esas cosas y para colmo dejar a un hombre como Frank no le hacía nada de gracia, por Dios era el hombre más cotizado de la jet set de Barcelona, ¿Qué pensarían sus   amigos? Qué vergüenza pasarse este mes por el club, los rumores la harían pedazos.

—   ¡Maiteee, porque me haces la vida de cuadritos! ¿Quieres arruinarme? —  le gritó su madre al acercarse al borde de la cama en la cual Maite se derretía en lágrimas mientras le lanzaba una famosa revista en las piernas. Está no se inmutó para mirarla, pero su madre le ahorró las ganas, - Ya salió la noticia en los medios, ahora sí me van a asesinar en el club, hace unos días era la envidia de todas las arpías del grupo de golf y ahora seré la burla de todas, esto no me puede pasar a mí!, ¡Me he esforzado mucho por mantener las apariencias de esta familia y tú lo has arruinado en segundos!- sollozaba la mujer, señalando a su hija de la manera más cruel.

Maite estaba cansada de escuchar todo lo que su madre decía y seguiría recalcándole en cada oportunidad, no lo permitiría por mucho que la amara, así que sin decirle una sola palabra, se levantó de su cama y tomó las maletas de Vacaciones y comenzó a meter prenda por prenda, su madre la miraba con los ojos muy abiertos.

—   ¿Ahora qué piensas hacer May, parece que estuvieras en plena adolescencia, qué haces? —   dijo Rosalía intentando quitarle la maleta de las manos.

Con el valor que había recogido en los últimos días tomó sus maletas y las bajó. Hasta aquí llegaba todo este basurero de vida perfecta en la que se había encerrado, había estado tan ciega complaciendo a su familia, a su madre más que nada, que se había olvidado de ella, de sus gustos, de lo que era como individuo y ya era suficiente, desde el momento en que cruzó la puerta de la sala de su domo  personal, se prometió no volver a ser lo que otros querían que fuera, ahora sería ella la que decidiría. 

Subió todo con ayuda de su hermano menor, este la miraba con cierta admiración, le sonrió de manera muy genuina y le deseó buen viaje, claro está que le advirtió que no se perdiese totalmente y que un W******p sería suficiente señal de humo para saber qué estaba bien.

Lo abrazó y subió a su carro, no al Aston Martin que había dispuesto su ex prometido, sino a su viejo amigo, el que la había acompañado en toda su etapa universitaria y que ahora, por razones estúpidas había dejado olvidado. Su flamante camioneta gris  Ford de 1980 que su padre le había regalado algunos años atrás, cuando había empezado a conducir y estrenaba su licencia, recordar a su padre todavía le dolía, su partida la sentía tan reciente que 5 años no eran suficientes para mitigar el sufrimiento, todavía dolía como el día en el que lo vio caer en la puerta de su casa, gracias a un infarto fulminante.

Se quedó en blanco por un instante, no sabía exactamente a donde iría, así que se decidió por llegar a la casa de su mejor amiga, la Yayis, esa española que le había brindado más que una simple amistad, era su hermana de otra sangre. Al llegar a la casa de la susodicha está ya le esperaba en el portal de su casa.

-¡Ostias que estáis hecha m****a! ¿Que os ha sucedido, tienes una cara que te cagas? - dijo María Inés Banderas más conocida como la Yayis.

Maite lo único que pudo hacer era un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas, ¿Porque tenía que ser tan blanda en este tipo de situaciones?, no le gustaba terminar llorando como una magdalena, pero allí estaba berreando a moco tendido y con el corazón partido en pedacitos, su vida fabulosa se había despatarrado en un dos por tres y no sabía cómo comenzar a reorganizarla, aunque tenía claro que todo lo había provocado ella misma con sus decisiones apresuradas, no se arrepentía de haberlo hecho, solo tenía miedo de descubrir por donde comenzar, ya no tenía ni leyes, malas caras a las cuales le temía y mucho menos a su madre manejándola como si fuera un muñeco ventrículo.

— ¡Calma mi niña, ya lo verás que todo se reorganizara, joder habéis tomado la mejor decisión, ya era hora que les dieras por culo, lo tenían merecido por abusadores! —  dijo Yayis calmándola y abrazándola de manera protectora.

Entraron y organizaron las maletas en la habitación de huéspedes, Maite le aclaró que era temporal y que no se quedaría más que unos cuantos días a lo que su amiga sonrió y le enfatizó que estaba muy orgullosa de ella.

La noche estaba de mal humor por lo visto, pues del cielo comenzaron a caer unos pesados rayos y una lluvia bastante fuerte.

Se acomodaron cerca a la chimenea que Yayis se había empeñado en tener en la sala de estar, la cual era multicolor y multicultural, en esta casa se podría encontrar de todo un poco.

— ¡Anda que ya es hora de sacar esos morritos de tu caraza, tomemos unos rebujitos! —  dijo su amiga mientras sacaba el alcohol transparente que tenía guardado en su intocable licorera.

Se tomaron 1, 2, 3... Y un sin fin de shots de tequila, bebida que había enamorado a Yayis el día que piso México, se trajo aproximadamente 3 botellas y cuando estás estuvieron vacías, buscó un proveedor que le suministraba la ración cada 2 meses.

Así quedaron totalmente pérdidas en el alcohol, completamente borrachas y con hambre, por lo cual pidieron una pizza que llego en 20 minutos.

Maite se levantó a traspiés por toda la casa, al abrir la puerta, descubrió a un joven alto y todavía con cara de niño asustado con la caja en las manos y una sonrisa que distaba mucho de la tranquilidad, lo miró y le quitó la pizza poniéndola en la mesa que estaba muy cerca. –

—  ¡Sabes, (hipo) no tengo ni un duro, nada, de nada (hipo), así que te pagaré en especie, no hay de otra! —  lo dijo y atropelladamente se quitó la camiseta que llevaba puesta y apestaba a alcohol y quedó con las tetas al aire. 

—  Señora creo que está muy ebria, debería sentarse, tranquila con la vista a sus tetas me basta, así que no me pague en especie, soy gay, usted es linda pero no me gusta —  dijo el joven mientras tomaba un billete que estaba asomado en la mesita cerca a la puerta y se marchaba a toda prisa con la cara roja como un tomate.

— ¡Tú te lo pierdes! ¡Son naturales! —  gritaba May al joven que se alejaba rápidamente y montaba su motocicleta a todo vapor.

Su amiga solo reía con demasiadas ganas, atropelladamente tomaron la pizza y comenzaron a comer entre risotadas mucho más estruendosas que la anterior, al cabo de 30 minutos se habían quedado dormidas, una sobre la mesa del comedor y la otra sobre la mesa de la cocina.

Mañana lo recordaría todo por su cuenta o el dolor de cabeza les ayudaría a refrescar la memoria al abrir los ojos.

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