Después de horas incómoda, porque querer cambiar mi panti, húmeda, por fin, he terminado con todo, lista para irme a casa, y poder tomar una ducha fría que calme el calor de mi cuerpo, ya que, siempre está ardiendo en deseo, y más después de que me obsesioné con Fernando Laureti, digo que es una obsesión porque no hay día que no piense en él, y ahora que lo tengo cerca más aún, aunque, sé disimular muy bien.
Cierro la laptop, y me estiro un poco para salir del edificio. Cómo todos los días, soy la última en irme, ya que amo tanto mi trabajo, que me quedo horas extras para organizar lo del día siguiente, aunque confieso que este día es por algo especial, o mejor dicho, alguien, alguien que no volvió a mi oficina de nuevo, y eso me llena de decepción porque siento que no le gusto lo suficiente como yo quisiera.«¿Y como Samantha, si te acaba de conocer?»Y haciéndole caso a mi subconsciente, decido que es muy pronto para despertar un interés en Fernando, y aunque soy una mujer hermosa, tampoco es que soy la miss universo para que él se fije en mí de la noche a la mañana.Tomo mi bolso, y salgo del edificio arrastrando un poco mis pies por el cansancio de mi cuerpo, cuándo logro ver la oficina de Fernando encendida.¿Estará ahí? ¿A esta hora? Miro la hora en mi reloj, y me doy cuenta de que son casi las siete de la noche. No había salido en todo el día de mi oficina por motivos laborales, así qué supuse que ya se había ido.Intento acercarme hasta la puerta, para espiar desde afuera a mi querido jefe, pero en el preciso momento que me estoy acercando, la figura imponente de Fernando sale del lugar.¡Santa madre!Carraspeo y me giro para entrar en el ascensor, tratando de que no note mis intenciones, pero cuando estoy pidiendo el mismo, él se para detrás de mí.Mil pulsaciones se comienzan a acelerar, y aunque intento decirme a mí misma, que debo calmarme, y que no puedo parecer una mujer regalada, creo que mi cuerpo no logra entender, porque el sudor de mis manos, y mi respiración comienzan a delatarme.—¿Estás asustada, Sam? —trago doble al escuchar como me ha llamado, ¿Sam? Suena tan lindo, que no puedo creerlo, no puedo creer que él esté detrás de mí.Aprieto el bolso negro en mis manos con fuerza, y sonrío tratando de demostrar seguridad, una seguridad que obviamente no tengo.—¿Debería de estarlo? —me giro un poco y le pregunto de vuelta.Puedo ver por el rabillo del ojo como él pela sus dientes blancos, baja braga, al mismo tiempo que acomoda su corbata, ¿Por qué es tan lindo?—Eso te lo pregunto a ti, ya que andabas espiando en mi oficina, ¿acaso querías saber si me había ido? —pregunta de pronto.Trago grueso por sus palabras, lentas y sexuales, pero no le respondo, camino al interior del ascensor con la mandíbula tensa de los nervios.Él entra detrás de mí, y lo veo mirar su teléfono mientras las puertas se cierran. Su sonrisa ancha mientras lee un mensaje de texto, y eso llena mi cuerpo de molestia, ¿Será una mujer de su club de fans? Mi corazón palpita al saber que puede ser verdad todo lo que dicen de él, y estoy consciente que yo no soy nadie, y que hasta ayer él no me conocía, pero diablos que él para mí sí lo es.«¿Y eso que Samantha?»Inhalo con fuerza, para tratar de controlarme, ya que los minutos en este aparato se me están haciendo eternas, pero con eso complico un poco las cosas, porque el olor del CEO se mete en mis fosas, llenando mi cuerpo y bajando al medio del mismo, o sea, en mis bragas.¿Por qué todos los sentidos se quedan ahí?Disimulo un poco, para que él no note lo que siento, pero es inútil, la mirada azul de mi crush me ve detalladamente._¿Qué pasa? —le digo sin importancia.Él señala mis senos, y yo bajo la mirada al notar el sudor chorrear entre ellos.Mi cara se tiñe roja de vergüenza, porque él se ve tan fresco como una lechuga, ¿Será que no es un humano? ¿Podría ser que es alguien sobrenatural? Aunque pensándolo bien podría ser, él y toda su familia seguramente son seres de otro mundo, eso explicaría su belleza, su inteligencia y todo lo de ellos.—Ten, límpiate —me da un pañuelo blanco, con bordados dorados alrededor, además de que tiene su nombre impreso en él.—Gracias —lo tomo y comienzo a limpiar mi sudor, en el momento que se abren las puertas del ascensor.Él camina por delante de mí, cómo si no estuviera a su lado, ¿Podría aunque sea esperarme? O sea, compartimos ascensor, ¿qué le cuesta ser más considerado y caminar conmigo hasta la cochera?Camino detrás de él, con rapidez, para buscar mi auto e irme a casa, pero en el momento que me detengo para subirme veo que una mano me detiene.—Mi pañuelo —subo la mirada, y asiento con la cabeza para tenderle el pañuelo.Fernando lo toma con cara de asco, y puedo notar el porqué: se ve la mugre en él, y no me culpen, es solo que trabajar tantas horas encerrada en una oficina hace sudar a cualquiera.—Lávalo, sí, y cuídalo es muy importante para mí —me dice guiñándome un ojo.Trago grueso y tomo el pañuelo de nuevo, para así poder subir a mi auto. Ya estando adentro, lo miro con detenimiento. Se ve que es de buena marca, y que además tiene un valor único para él, ¿Se lo habrá dado alguna novia? Lo aprieto con fuerza un poco molesta, pero termino por llevarlo a mis fosas, y aspirar con fuerza su olor, ¿Qué perfume usará? Niego con la cabeza por mis locos pensamientos, y comienzo a conducir a casa.…Apenas llego a mi querido departamento, lo primero que hago es quitar mis tacones, al mismo tiempo que voy quitando toda mi ropa. Entro al baño desnuda, y me sumerjo debajo de la regadera, dejando que el agua enfríe mi cuerpo por completo. Apenas el agua fría toca mis pezones, estos se erizan, al mismo momento que mi mente comienza a viajar a los ojos azules de Fernando, a sus labios gruesos, a su olor, a su exquisito olor, ese que me mata, me envuelve y me enloquece. Como cosa rara, mi vagina empieza a palpitar con fuerza, tan fuerte que duele.Salgo de la ducha desesperada, desnuda, y mojada, y me lanzo en la cama, abro la gaveta y tomo mi vibrador, mi compañero de placer y el que nunca me abandona. Lo presiono en mi clítoris y lo enciendo. Apenas siento las vibraciones en mi zona delicada, cierro los ojos, imaginando que él está en la habitación, imagino que es él el que tiene su pene en mi centro, imagino que es él que me estruja, imagino que es él el que me toma sin piedad y me desbarata.—¡Ahhh, Fernando! —exclamo al sentir un líquido salir de mi cuerpo.Lanzo mi juguete a un lado de la cama, y tomo el pañuelo para olerlo, mientras cierro los ojos con fuerza.Había enviado a la francesa, a qué buscará los archivos impresos de sus años de trabajo, porque me pareció una gran falta de respeto su atrevimiento, aunque confieso que me molestó más el hecho de que no me conoce, ¿quién no me conoce? O sea, tampoco es que soy el presidente de los Estados Unidos, pero mi apellido es reconocido en muchos países, y ella como gerente de la empresa que voy a heredar, y como empleada de mi familia debería de conocer a sus jefes, ¿o no?Entro a la oficina y miro todo a mi alrededor. Esta oficina ha estado cerrada, y solo se abre cuando venía Fernanda o mi padre a hacer inspección, pero después de que contrataron a Samantha, no lo han hecho seguido.—Puedes mandar a cambiar estos muebles, por favor, algo más elegante, y puedes unos cuadros en esta pared, —comienzo a darle indicaciones a mi secretario, ya que el decorado de mi nueva oficina no es lo habitual en mí.Todo es de un color marrón triste, y yo adoro el color negro, combinado con carmesí, siento qu
Llegar temprano a la oficina nunca había sido tan placentero para mí cómo hasta el día de hoy. La realidad es que no pude dormir en toda la noche, me rehúse a lavar el pañito de Fernando porque quería seguir oliendo el aroma del mismo, y también tenía sus ojos azules en mi mente, desnudándome y haciéndome suya sin contemplación.Entro al edificio con dos tazas de capuchino que compré en el camino, uno para mí y uno para Cloe. Es la única amiga que tengo, además de las monjas del orfanato.Tomo el ascensor tratando de contener los nervios que se generan en mi cuerpo al pensar en volver a verlo.«Tienes que acostumbrarte»Fernando es ahora mi jefe y estará por aquí por mucho tiempo, si no es para siempre. He escuchado que su padre acostumbra a que sus hijos hereden sus empresas, y seguramente si lo envío aquí es porque está es la de él.De solo pensarlo mi corazón se detiene, y un frío recorre mi vientre hasta llegar a mis piernas.Inhalo y exhalo antes de que se abra el ascensor. Lo pr
La cafetería de la empresa queda en el último piso del edificio; no acostumbro a comer ahí, porque la comida no es la mejor que digamos, además, todo el personal de trabajo está ahí, y eso me hace sentir incómoda.Antes de ir hasta allá, me meto en el baño y cepillo un poco mis dientes, aunque estoy consciente de que luego de comer tengo que volver a hacerlo, pero no me importa, no puedo permitir que Fernando sienta algún mal olor en mi, aunque estoy segura que no lo tendrá.Acomodo algunos mechones rebeldes que buscan salir de mi coleta, y luego de alisar mi ropa termino por salir de mi oficina.Puedo ver a Cloe en su lugar de trabajo comiéndose una hamburguesa y unas papitas fritas, además de Coca-Cola. La miro con una ceja alzada, y no es que no me guste comer esos deliciosos platos grasos y adictivos, es solo que ella todas las tardes come de lo mismo.—¿Qué? Es delicioso. —Habla con la boca abierta.Ruedo los ojos sin contestarle y termino por entrar al ascensor. Mientras veo l
Pov Fernando.Me quedo en estado de shock al ver cómo Samantha Mercier camina a paso seguro fuera de mi vista. Empuño mis manos preso de la rabia que siento por su rechazo, ¿de verdad? ¿A mí? ¡Joder! Cuando me dijo en mi oficina que no sería el hombre que le daría placer pensé que se trataba de una maldita broma, de una manera de subir su ego, o que se yo, pero jamás imaginé que no le pudiera gustar, a todas la mujeres le gusto, y no es por presumir, puedo sentir la mirada de ellas en mi cuerpo, puedo sentír sus ojos de deseo detallarme cómo si fuera un puto manjar, pero ella; Samantha Mercier, mi jodida gerente, y la mujer que desde que llegué quiero follar hasta cansarme.«Si que puedo darte placer mujer mucho placer»Tomo la carpeta en mis manos y las aprieto con fuerza. La noche anterior no dormí nada formulando el informe, además, ya había llamado a mi abogado para que viajara a firmar porque estaba totalmente seguro que ella sería la número doce, pero me equivoqué, sí que me equ
Pov SamanthaLas calles abarrotadas de París es cómo música para mis oídos. Podía escuchar la bicicletas de los niños rodar, lás risas de las parejas caminar de la mano, y los autos pasar. Suspiro caminando con lentitud, me sentía herida, tonta y sobre todo desilusionada. Sabía perfectamente que Fernando era un hombre multi mujeres, de esos que tiene una en cada esquina, y de paso a todas le da placer, ¿Y como no? Es un adonis de la belleza, lujuria, y pecado y no pudo negarlo. «No quieres negarlo»Continuo con la mirada perdida y lás manos temblorosas. Aún no sé cómo tuve el valor de enfrentarlo, de decirle en su cara que no seré una más de sus esclavas sexuales. De esas mujeres que le brindan placer a su asquerosos pero placenteros deseos carnales.Muero por estar en su cama y lo reconozco, no voy a negarlo, sería una reverenda mentira si lo hiciera, pero muero más porque el se enamore de mi, se entregue sin un maldito contrato de por medio, y que no solo sea un contrato de placer.
Pov SamanthaEstoy esperando que me bese, que abra aún más mis piernas y se entierre dentro de mí, que rompa las barreras y me haga suya, pero no, Fernando Laureti quita el aparato de mi entrada y lo coloca en la mesa. Sus ojos azules están fijos en los míos llenos de deseo, pero se controla, y lo hace muy bien. Acomoda su erección y toma de nuevo los papeles que traía.Asimismo yo estoy ahí, cómo tonta, con las piernas abiertas, empapada y con las mejillas rojas de la vergüenza. Con rapidez me visto, y me pongo de pie con la mirada baja a la espera que él diga algo, algo que me haga abrazarlo, besarlo, o también podría besar su pene si quiere, pero no, el solo camina como sexi profesor por mi salsa mientras da un discurso:—Eso Sam, sería un pequeño porcentaje del placer que puedo hacerte sentir, cada día, cuando te desee.«¿Cuando él me desee? ¿Osea que mis deseos no valen?»Trago grueso intentando controlarme. Mis piernas tiemblan, y mi garganta se seca al escucharlo, y al olerlo.
Pov SamanthaLas siguientes horas, me la pasé tratando de evitar a toda costa a Fernando. Estar cerca de él siempre me traía problemas, dichos problemas que eran muy placenteros, no los voy a negar, pero joder, no puedo estar de abre piernas cada vez que lo veo, es más, creo que mis piernas sufren de algún síndrome, síndrome Fernando, porque no logro explicar cómo con solo estar a solas con él ellas comienzan a temblar y abrirse solas.Y no, no puedo ir de facilonga a dejar que él me toque cuando quiere, porque si es así, jamás me tomara en serio. Desde ahora en adelante no le voy a permitir tocarme, lo prometo.«Es que el es tan sexi que no puedo evitar»«A si no vas a llegar a nada a Samantha», me regaño mentalmente.Termino de leer el informe que me tocaba entregar, para luego enviárselo a mi querido jefe. Echo un vistazo para ver qué no haya un error ortográfico, y le doy enviar. Espero su respuesta, pero no lo hace, así que decido irme a almorzar.No soy mucho de tomar mis horas
¿Son ideas mías, o Fernando me ha estado ignorando? Creo que la segunda opción, después de lo que le dije en el baño el no me ha buscado, él ni siquiera ha ido a mi oficina para hablar de negocios, y mucho menos para hablar de lo que le dije, y lo entiendo, supongo que al darse cuenta que la única manera de acostarse conmigo, es de una manera natural, y sin un contrato de por medio, lo hizo desistir, y me duele, me duele saber que lo perdí, que perdí la oportunidad de estar con el hombre que quiero, ese que lleva siendo mi compañero de sueños y suspiros por años.«Y de masturbaciones nocturnas Samantha»Sí, y de masturbaciones nocturnas, por qué Fernando Laureti es un hombre tan perfecto, que cualquiera lo quiere para todo, y ese fue mi error, quererlo para todo y no conformarme con las migajas que él me ofrece.Salgo del edificio cansada, arrastrando casi mis sandalias de tacón doradas. No voy a negar que la esperanza de verlo retumba en mi cabeza, que las ganas de ir a su oficina y