—Cariño, quiero que me acompañes a un sitio mañana por la tarde—invitó Enrique, entrando en la oficina de su novia aquel viernes por la tarde. —¿Mañana?Ashley se sorprendió un poco de la invitación, los fines de semana solía dedicárselos completamente a su pequeño hijo. —Sí. Será a eso de las seis. —No sé si pueda, Enrique. Ya sabes que Arnold demanda mucho de su madre. Él necesita que compartamos más tiempo juntos y yo estoy siempre aquí—señaló a la oficina—. O contigo. Ya casi no le dedico el mismo tiempo de antes y eso a él no le gusta. Ya sabes que él está acostumbrado a que su mamá sea únicamente para él y ahora, en cambio, tiene que compartirme contigo.—Lo entiendo, amor—contestó el hombre de forma comprensiva—. Por eso es que…—dejó la frase inconclusa, aunque lo que en realidad pensaba decir, era que por eso era que debía acompañarlo mañana. Sabía que luego de su matrimonio las cosas cambiarían para bien. Ya no tendrían que verse fuera de casa, sino que vivirían juntos, l
Enrique detalló en la expresión de su amada y por un momento temió que su respuesta fuese una negativa. En sus ojos, podía verse la indecisión, podía verse el miedo, el temor. La angustia que le causaba la idea de un nuevo matrimonio.—Prometo que voy a cuidarte. Prometo que te amaré, y protegeré tu corazón. Nunca voy a engañarte, Ashley, te doy mi palabra—sintió la necesidad de hacerle esas promesas, para disipar la neblina del temor que se había instalado en su corazón. La mujer lo miró y sonrió con una sonrisa rota. ¿Realmente podría volver a confiar? ¿Realmente sanar un corazón herido era tan fácil? La verdad era que parecía una tarea imposible de lograr. —Acepto—dijo entonces, convencida de que el hombre que tenía delante, merecía una oportunidad, la oportunidad de creer una vez más en el matrimonio. —Oh, cariño, ¿de verdad?—la emoción no cambia en el pecho del hombre, quien amaba a Ashley, la amaba con locura. Desde que la miró por primera vez, sintió aquel flechazo tan mágic
El sol se ocultaba en el horizonte de los Alpes suizos cuando Angelo, exhausto después de un día largo de trabajo, llegó a la majestuosa casa de sus padres. Una herencia antigua que nunca habían habitado hasta ahora, gracias a la insistencia de su madre.Y como si la hubiese invocado con sus pensamientos, la mujer apareció frente a él. Débora, lo esperaba con una expresión furiosa, y no pudo contener su lengua por un segundo más, necesitaba confrontarlo. —¿Has estado visitando a aquel bastardo?—espetó, su voz resonando con un tono de rabia que no pasó desapercibido para Angelo.El joven, harto de las acusaciones constantes de su madre, la miró directamente a los ojos. —No vuelvas a referirte a Arnold de esa manera. Es mi hijo, tu nieto. Tienes que aceptarlo—le dejó en claro.La mujer, negándose a reconocer al niño como parte de su familia, persistió en sus sospechas. —Ashley solo lo metió en nuestras vidas para sacarnos dinero o para hacerte sentir culpable. No es tu hijo, estoy se
—No volveré nunca más—decidió, mientras salía de la casa familiar con paso firme.Furioso tras la intensa discusión con su madre, Angelo salió de la casa de sus padres con la maleta en mano. La rabia ardía en su interior, incapaz de comprender la maldad que residía en el corazón de su progenitora. Aunque conocía su difícil pasado, no podía justificar que ella adoptara actitudes tan destructivas.Caminando hacia su auto pensaba en las palabras hirientes que le había dicho, en las amenazas hacia Ashley y su hijo. «¿Sería su madre capaz de cumplirlas?», se preguntó subiendo al vehículo. Algo en su interior le contesto que sí, que no debía subestimarla.Dando un portazo, encendió su auto y decidió tomar distancia de sus padres, dejando así que las aguas se calmaran, al menos por un momento. Necesitaba espacio para procesar lo ocurrido y tomar decisiones fundamentales para la protección de los que les importaba.Al poco tiempo, llegó a un hotel donde alquiló una habitación para pasar la n
Al llegar a la casa de Ashley junto a Arnold, luego de compartir la tarde. Angelo intentó mantener la normalidad por el bien de su hijo, la noticia de la inminente boda lo atormentaba de una manera insoportable, razón por la cual no pudo evitar abordar el tema en la puerta de la casa.—Ashley, necesitamos hablar—le dijo a la mujer, su mirada reflejando la tormenta interna que lo consumía.Ashley, al notar la tensión en la voz de su exmarido, lo miró con una actitud defensiva. «¿Y ahora qué quería?», se preguntó a sí misma con recelo. —¿Qué quieres, Angelo?—cuestionó entonces, preparándose para atacar en lo que le diera respuesta. —¿Es cierto que te vas a casar?Aquella pregunta la tomó completamente por sorpresa. Inmediatamente, supo que su pequeño hijo había estado hablando de más. —Eso no es asunto tuyo.Angelo, luchando por contener sus emociones, no pudo evitar la sinceridad en su mirada. —¿De verdad, Ashley?—insistió, necesitaba que se lo confirmara con su propia boca, con es
Su mente no terminaba de procesar lo que acababa de suceder en el umbral de la puerta de su casa. Angelo la había besado, y su corazón, contra toda lógica, latía con fuerza, desbocado. La turbación invadía sus pensamientos mientras intentaba entender sus propias emociones.Arnold, notando a su madre perdida en sus pensamientos, la miró con curiosidad y preocupación. —¿Mamá, qué te pasa? ¿Por qué estás así?—el niño seguía desconcertado por lo presenciado hacía unos momentos.Su madre, tratando de recuperar la compostura, forzó una sonrisa hacia su hijo. —No es nada, cariño. Solo estoy un poco cansada—se excusó—. ¿Qué te parece si preparamos la cena juntos?Pero las preguntas de Arnold no cesaron. Era pequeño, pero podía intuir que sucedía algo. —Pero mamá, vi a papá muy cerca de ti. ¿Eso no es lo que hacen las personas que se quieren mucho?La pregunta inocente del pequeño acentuó la confusión de la mujer, quien tratando de encontrar las palabras adecuadas, finalmente dijo:—Tu papá
Durante esa semana, Ashley intentaba llevar una aparente normalidad mientras se sumergía en los preparativos de la boda. Revisaba folletos sobre posibles lugares para la ceremonia, se encontraba ocupada con todos los detalles que conllevaba organizar un evento de tal magnitud. Sin embargo, de tanto en tanto, se detenía frente a su computadora y dejaba escapar un suspiro.—Me voy a volver a casar—murmuraba para sí misma, sintiéndose agitada y nerviosa ante la sola idea. A pesar de estar emocionada por iniciar una nueva etapa junto a Enrique, un temor profundo se había apoderado de ella. Era como si hubiese adquirido una fobia al matrimonio, como si el recuerdo de su anterior experiencia le pesara más de lo que creía.Las dudas y los temores la acosaban, haciéndola cuestionar si estaba tomando la decisión correcta. Aunque quería creer en el amor y la felicidad que compartía con Enrique, el miedo al fracaso y al sufrimiento pasado aún persistía en su mente, sembrando la incertidumbre en
La semana posterior al beso que le había dado a Ashley había sido sumamente rutinaria para él. Vivía en un modesto departamento, en un nuevo lugar, tras haberse quedado sin trabajo. Aunque contaba con algunos ahorros, el despido repentino lo había dejado en una situación financiera difícil de sobrellevar.Los días pasaban sin grandes cambios: se levantaba temprano cada mañana y se dedicaba a la ardua tarea de buscar un nuevo empleo. Enviaba currículums, se inscribía en entrevistas y recorría las calles en busca de oportunidades laborales, pero los resultados no eran nada favorables.La falta de trabajo comenzaba a pesar sobre él, generando preocupación y ansiedad por su futuro. Se sentía frustrado por la falta de respuestas y la incertidumbre que lo rodeaba. Sin embargo, se esforzaba por mantener la esperanza y la determinación, recordándose a sí mismo que tarde o temprano encontraría una nueva oportunidad, que volvería a encaminar su vida por el rumbo correcto. «¿Lo haría?», se pregu