CAPITULO 3

— Lana, ¿qué pasa ahí adentro? — preguntó uno de sus entrenadores, se le conocía como Rusoll, este era el encargado principal de su recuperación.

— No lo sé, la chica ha entrado y han comenzado a pelear por algo, no sé exactamente por qué — contestó la secretaria totalmente sorprendida por lo que estaba escuchando, el entrenador también espero, no había dudas de que la chica tenía razón.

— ¿Pasa algo Hans? — interrumpió, haciendo que su pupilo lo mirara realmente mal.

— Solo le he indicado a la señora, que no está calificada para trabajar conmigo, su currículo no cumple con lo mínimo para poder hacerlo — le dijo con total seriedad, conocía a su entrenador y sabía que esto iba a ser más largo de lo que creía.

— Un hombre tan grande y mintiendo, señor, déjeme decirle, que él joven no ha dejado ni siquiera que yo le pase mi experiencia, este no me ha hecho una entrevista como tal, está peleando como un niño pequeño, porqué antes de llegar aquí, me ha atropellado con su coche carísimo y su perro faldero se ha comportado como un gran patán, así que le tire una malteada, es injusto que, por tener un poco más de dinero, crea que las personas no merezcan respeto.

No me iré hasta que me haga una entrevista decente, así que tomé — le dijo molesta, sabía que no trabajaría con él, pero él coraje era tan grande, que esperaba a que tuviera el respeto y la tratara con dignidad.

Todo en aquella sala quedaron en silencio, tanto Hans, como su entrenador, no se esperaron aquello, Rusoll estaba fascinado por su carácter, era la primera vez que alguien dejaba cayado a Hans, era algo bastante gracioso.

Este tomó la carpeta y comenzó a leerla, aquel nombre le resultaba bastante conocido, había tenido una conversación con algunos colegas sobre lo que había pasado con los físios de la empresa con la que trabajaba, el jefe se había negado a que fueran mujeres, las que se llevarán los mejores casos.

Estaba ante ellos, una de las mejores fisioterapeutas en la actualidad y parecía ser que estaban a punto de no contratarla.

— ¿Has trabajado lesiones como las de Hans? — le preguntó este y ella respondió con tranquilidad, su carácter molesto y su tono de voz había cambiado en lo absoluto, parecía ser que la razón había vuelto a su interior.

— He tenido pacientes con problemas similares, también he trabajado con deportistas de alto rendimiento y han tenido muy buenos resultados — le dijo esta, algo que la hacía sentir orgullosa, era el poder hacer que muchos deportistas pudiesen tener la posibilidad de seguir haciendo lo que amaba.

— Lo sé, he escuchado cosas muy buenas de ti, de tu empresa no tanto, pero de ti sí — le dijo, parecía que Hans se había quedado a un lado, era el principal afectado y al cual debían atender, además él pagaría todo el tratamiento.

— De mí se dicen muchas cosas, entre buenas y malas, pero la mejor manera para poder saber la verdad es viendo a esa persona en acción, eso siempre apacigua las dudas — le dijo y este sonrió.

— No la contrataré — dijo Hans, estaba molesto, la mujer le causaba fastidio y no quería ni verla.

— Creo que de todas las que has y he entrevistado es la mejor opción, ya déjate de tonterías, Tania es buena — dijo este, sabía que se la pondría difícil, pero no perdería el tenerla en su equipo.

— No me interesa trabajar con esta mujer, es vulgar, no entiendo cómo podrá ayudarme — dijo mientras la miraba completamente mal.

Tania por su parte, estaba ya cansada de escucharlo, había aprendido a que una persona, por más millonaria que fuese, no dejaba de ser humano y el tratar es algo de dignidad.

— ¿Puedes comenzar mañana? — le preguntó su entrenador, sin siquiera prestarle atención.

— ¡No dejaré que esa señora me toque! — contestó este, algo que incomodaba a Tania era la mirada de desaprobación cuando no siquiera la conocía.

— No se preocupe, yo no quiero trabajar con un hombre como ese, espero entienda que no me voy por grosería, solo que mi paciencia tiene un límite y al parecer, el señor ha decidido cruzarlo, ¡hasta luego! — dijo esta y salió de ahí, aguantar la rabia era algo que le daba molestia, había sido decente con él, pero este no era capaz de razonar.

Rusoll estaba igualmente molesto, no sabía que más hacer para poder ayudarle, estaba cansado de su forma de actuar, de la manera en que se comunicaba con otros y aburrido de su arrogancia.

— Acabas de dejar ir a la mujer que puede cambiarte la vida, es de las mejores y tu arrogancia no dejo que lo vieras — le dijo y este se quedó en silencio.

— Te aconsejo que le llames, necesito que la traigas de vuelta, la inversión en ti es grande y es la que puede salvarte de este problema que tú mismo has creado — se levantó y se marchó, no quería lidiar con su drama, así que este se quedó solo.

Tania por su lado, estaba soltando chispas, no quería saber absolutamente nada de aquel hombre, sabía que era problemático y que su carácter no era el mejor, pero jamás pensó que su arrogancia no lo dejara avanzar.

— ¿Cómo te fue? ¿Lo conseguiste? — preguntó su madre emocionada, está al escucharla negó inmediatamente.

— Es insoportable, si te cuento lo que pasó, no te lo creerías — le dijo y comenzó a relatar lo ocurrido, hermano estaba ahí, Michel se sentía molesto, no le gustaba que tratarán a su familia de esa manera, aunque tenía miles de ganas de llamarle y decirle unas cuantas verdades, no podía pasar por encima de las decisiones de su hermana, así que desistió.

— Solo quiero olvidar esto, seguiré buscando en otro lado, quizás encuentre algo mejor.

Nunca se sabe — dijo con seriedad y colgó, debía ir a recoger algunas cosas y luego seguir buscando un empleo, sus gastos comenzaban a subir, cuando salió de la universidad, había decidido vivir sola, ahora, había vuelto a casa de sus padres, era algo que le causaba un conflicto bastante grande, estaba acostumbrada a ser demasiado exigente con sus cosas y parecía ser que todo se estaba volviendo una locura.

Tomo una botella de agua que había comprado y la tomó rápidamente, quizás eso apaciguaría la rabia que sentía que iba creciendo en su interior.

— ¿Ya hablaste con ella? — volvió a preguntar su entrenador, estaba cansado de que insistiera tanto, este le había ayudado en los últimos cuatro años, le había ayudado tanto y ahora era imposible dejarlo ir.

— Aún no, esa mujer no creo que quiera escucharme, es demasiado petulante — le dijo mientras comía algo.

— Si hablamos de petulante, tú te ganas el primer puesto, así que habla con ella, es la única que puede solucionar este problema contigo — le dijo este, no quería perderla, no ahora que sabía que los directivos estaban pensando en sacarlo del equipo, el único que no se había enterado era el mismo Hans, decirle aquello haría que este dejara de esforzarse, aunque esto lo estaba haciendo mínimamente.

— Esta bien, ya llamaré, pero si decide no aceptar, espero que no me crucifiques a mí — le advirtió.

— La conseguirás sí o sí, en esto no hay discusión, espero que lo entiendas — le dijo y le colgó, sus hijos lo esperaban para comer.

Aquello era una advertencia, sabía que debía hacer que esta se quedará, aun sabiendo que no la quería ni un poco cerca.

— Hola — contesto su teléfono, no sabía de quién se trataba y el número estaba oculto.

— Soy Hans Lancer — dijo y está colgó inmediatamente.

Era imposible que este la llamara, no lo soportaba y no trabajaría con él, no estaba dispuesta y punto.

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