Capítulo 508
El sol brillaba sobre la blanca cama grande, que crujía con cada movimiento.

Persistió sin cesar…

Esta vez, duró unos 40 minutos.

La lluvia cesó abruptamente, y los dos se abrazaron estrechamente, cubiertos de sudor. Mario estaba junto a Ana, su voz baja:

—¿Aún te atreves a decir que no estoy en tu corazón, que solo somos una noche de placer?

Ana jadeaba, poco a poco recuperándose. Después de un rato, habló suavemente:

—No usaste protección anoche. Ve a comprar pastillas para mí.

A Mario no le importaría tener otro hijo.

De todos modos, podría mantenerlo.

Pero recordó que Ana solía sentir malestar al tomar ese tipo de pastillas, así que aceptó. Sin embargo, recordó que últimamente había estado tomando un medicamento que no era adecuado para concebir un hijo, así que accedió, pero no olvidó que a Ana no le sentaba bien ese tipo de pastillas.

Mario trabajaba en una empresa farmacéutica y conocía todos los medicamentos.

Se levantó, se vistió y le dijo con cierta ternura en la voz:

—Voy a
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