Capítulo 505
Ana, más o menos, tomó dos copas.

José echó a la gente y bromeó:

—¡Mario se pondrá celoso después! ¡Hay fruta madura para ustedes!

La risa estalló por todas partes.

Justo en ese momento, Leo salió de entre la multitud, el hombre que iba a ser el novio, pero no había ni rastro de felicidad en su rostro… Miraba a Ana con una mirada profunda.

El ambiente se calmó.

Hace algunos años, los actos locos de Leo por Ana fueron desenterrados y se convirtieron en tema de burla. En aquel entonces, Leo estaba realmente fuera de sí, tanto que sus padres lo mandaron directamente al extranjero.

Alguien tomó a Leo del brazo, intentando tranquilizarlo:

—Leo, ¡mantén la calma!

Leo se liberó.

Él miraba fijamente a Ana y dijo suavemente:

—¡Tranquilo! ¡Estoy muy tranquilo! Hace años que estoy tranquilo.

Pero en su interior, sabía que lo que lo mantenía tranquilo nunca fue el tiempo, sino la falta de interés de Ana.

Ella nunca lo consideró importante.

De lo contrario, ¿por qué la gente alrededor de ella venía
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