Capítulo 290
Ana no quería, ni podía responder a la pregunta de Mario.

El sedante comenzó a surtir efecto en su organismo, y, lentamente y con reluctancia, cerró los ojos...

Su figura dormida era delgada y frágil, desprovista del brillo que una vez tuvo.

Mario le acariciaba suavemente el rostro, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas... Aunque Ana ya había caído en el sueño, parecía resistirse inconscientemente al contacto de Mario.

El dolor en el corazón de Mario era inmenso.

Tras observarla durante un largo rato, finalmente se levantó y salió de la habitación.

En el vestíbulo de la villa, con la adición de una nueva vida, las luces permanecían encendidas toda la noche, y los sirvientes se afanaban en sus tareas.

Al bajar las escaleras, Mario caminaba despacio.

Bajó la vista hacia la alfombra recién cambiada, aún creyendo percibir un olor a sangre...

De repente, sus manos empezaron a temblar.

Sacó un cigarrillo de su bolsillo, pero no lo encendió.

En la profundidad de la noche,
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