Capítulo 289
Mario tragó saliva con dificultad...

Tras un largo momento, finalmente se repuso y despidió a la consultora de lactancia.

Cuando volvió al dormitorio, Ana ya se había puesto su ropa, aparentando estar lista para irse. Mario la observó en silencio bajo la luz y preguntó: —¿Te vas?

Ana no lo negó. Dijo: —Tengo cosas que hacer. Volveré en unos días para visitar a Emma... Una vez que termine lo que tengo que hacer, me la llevaré lejos de aquí.

Bajo la luz que todo lo blanqueaba, los ojos de Mario se tornaron rojos, y con voz ronca dijo: —Tu esposo está aquí, tu hija está aquí, ¿a dónde piensas ir? Ana, ¿a dónde?

¡Esposo! ¡Hija!

Ana no quería discutir con Mario, ni tenía la energía para hacerlo.

Solo lo miró con esos ojos llenos de tristeza y respondió suavemente: —Mario, ¿realmente te consideras mi esposo? ¿No te parece ridículo? ¿Olvidaste cuando me golpeaste por Cecilia? ¿Olvidaste cómo, por ella, ignoraste mis súplicas y te fuiste al extranjero?... Mario, ¿puedes oler la sangre en es
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