Capítulo 277
Las lágrimas asomaban en los ojos de María mientras decía: —Cuidaré bien de tu hija.

Ana sonrió suavemente en respuesta.

Tras pasar un rato juntas, María se despidió para atender las tiendas, que siempre requerían de su gestión.

Una vez sola, Ana se sentó junto a la ventana panorámica.

El sol poniente filtraba su luz a través del cristal, bañando su rostro con un cálido tono anaranjado, añadiendo un toque de ternura a su semblante.

En ese momento, la pequeña Emma se movió suavemente en el vientre de Ana, como si estuviera contenta.

Ana colocó su mano sobre su abultado vientre, sintiendo la presencia de su hija y llenándose de ternura. Solo pensar en Emma la hacía sonreír ligeramente.

Cuando Emma naciera a principios de invierno, Ana ya había comprado muchas ropitas para ella, todas en tonos rosados y encantadores.

Mientras bajaba por el área de ropa masculina del centro comercial, una vendedora la abordó entusiasmada: —Señora, hoy tenemos una promoción especial, todo con un 12% de
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