Capítulo 24
Leonora había bebido y ya estaba medio ebria.

Mario la llevó al estacionamiento, abrió la puerta del copiloto con una mano y le pidió que subiera.

Leonora no quería...

Estaba borracha, pero no inconsciente.

Se apoyó en la puerta del coche, mirando hacia arriba con los labios rojos ligeramente entreabiertos y una voz sensual: —Mario, ¡no quiero ir a casa contigo! ¡Vamos a divorciarnos!

Mario la miraba desde arriba, sus ojos oscuros fijos en ella, observando su encanto embriagador.

Nunca había visto a Leonora así.

Vestida con una blusa de seda color champán y una falda sirena, una indumentaria que solía ser puramente elegante, ahora exudaba un aura femenina.

Cada curva de su cuerpo parecía invitar al tacto y posesión masculinos.

Mario se acercó a su oído, gruñendo entre dientes: —Mira cómo estás ahora, ¿dónde queda algo de una respetable dama de casa?

Leonora levantó la mirada hacia él.

Sus ojos parecían lúcidos por un momento, pero luego se volvieron confusos.

Mario renunció a razonar c
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