Capítulo 241
Al amanecer, María aún yacía tranquila...

Ana hundió su rostro en la palma de la mano de María, murmurando: —¡María, despierta! Nadie volverá a lastimarte, ahora podrás vivir con la frente en alto, no tienes que preocuparte por que descubran tu pasado, por que te miren con desprecio. ¡Podrás tener hijos!

—¿Podrías despertar, por favor? ¡Te lo suplico! Hazme saber que todo lo que he hecho ha valido la pena.

La espera sin esperanza lleva a la desesperación.

Temprano en la mañana, el médico anunció con pesar que la situación era crítica. Si María no despertaba en las próximas 4 horas, podría no volver a hacerlo jamás, convirtiéndose en una persona en estado vegetativo.

Nunca volver a despertar...

Ana sentía un dolor que le impedía respirar. De repente, corrió al baño, se apoyó en el lavabo y vomitó violentamente hasta expulsar la bilis, hasta quedar exhausta y débil, sentada en el suelo apoyada contra la pared.

Se acurrucó lentamente, cubriéndose la cara y gritando: —¡María! ¡María!

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