Capítulo 18
Ana sintió que era demasiado íntimo.

Justo cuando iba a rechazarlo, David sacó un tupper desde el asiento del copiloto: —Son empanadillas hechas a mano por mi madre, tu relleno favorito, me pidió que te los trajera.

Ana se sintió un poco avergonzada: —¡Tía todavía lo recuerda!

David sonrió suavemente, se inclinó y abrió la puerta del copiloto: —Sube, justo voy por tu camino.

Ana ya no pudo rechazar.

Se subió al coche y se abrochó el cinturón de seguridad: —Entonces, te molesto.

David, con ambas manos en el volante, giró la cabeza para ver cómo sostenía el tupper, su mirada era cálida: —Si tienes hambre, ábrelo y come, todavía está caliente.

Pero Ana no quería parecer demasiado íntima, y también temía ensuciar su coche, así que negó con la cabeza: —Prefiero comerlo en casa.

David no la presionó y suavemente pisó el acelerador. Al cabo de un rato, dijo alegremente: —Comer en casa también está bien.

El BMW blanco se alejó lentamente...

A una distancia de unos diez metros, Mario miró en la
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