Capítulo 13
Ana lucía deshecha. Mario, sin embargo, seguía impecable, salvo por unas pequeñas manchas húmedas en su pantalón oscuro.

Le daban un aire ligeramente lascivo y seductor.

Las manos de Ana temblaban incontrolablemente, y en varias ocasiones, no pudo asir los diminutos y delicados botones.

Mario, parado a un lado con una mirada altiva, no mostraba intención de ayudar.

Acostumbrado a tocar sus gemelos, frunció el ceño al no encontrarlos.

A pesar de no haberlos encontrado, no podía humillarse preguntando por ellos en ese momento.

Después de un largo tiempo, Ana finalmente se arregló.

Levantó la vista hacia Mario, quien también la observaba con una mirada profunda e insondable. Sin embargo, Ana no quería entenderla. Con un tono desilusionado, dijo: —Mario, estoy realmente cansada. ¡Sería mejor si nos separáramos amistosamente!

Tras decir esto, salió por la puerta.

Pero esta vez, Mario no la detuvo.

Él simplemente se quedó de pie, observando cómo se alejaba Ana. Después de un momento, bajó la
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