Capítulo 133
Mario llegó a la villa cerca de las once de la noche.

Al entrar en el vestíbulo, una sirvienta se acercó y preguntó en voz baja: —¿Necesita que le prepare algo de comer, señor?

Después de quitarse el abrigo y desabotonar un par de botones de su camisa, Mario respondió con voz apagada: —Prepárame un tazón de sopa, por favor. ¿Y la señora? ¿Ya se acostó?

La sirvienta, tomando el abrigo de Mario, respondió respetuosamente: —La señora bajó a comer algo por la tarde, tocó el piano un rato y luego no volvió a bajar.

Mario asintió en señal de comprensión y la sirvienta se retiró.

Él se sentó en la mesa del comedor, abrió las puertas del balcón y encendió un cigarrillo, sumergiéndose en sus pensamientos.

Recordaba cómo Ana siempre lo esperaba en casa, con una cena preparada o algún bocadillo, deseosa de que él lo probara, feliz incluso con solo un bocado de su parte.

Antes, Ana solía sentarse sola en la mesa de comedor, sumida en la soledad. Ahora, era él quien se sentaba solo, igualmente s
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