Capítulo 135
Ana, que había bebido ligeramente, se sentía un poco mareada.

A las 11 de la noche, justo cuando estaba pagando para irse, Mario entró en el bar.

La noche de invierno lo envolvía en un delgado abrigo negro que lo hacía lucir muy apuesto. Parecía que había llovido afuera, ya que su abrigo estaba salpicado de gotas de agua, dándole el aspecto de alguien que venía de atravesar una tormenta.

Dentro del bar, la música seguía siendo ensordecedora.

Ellos se miraron a través de la multitud.

Mario lucía frustrado y Ana, indiferente.

Ana llevaba una blusa de seda ligeramente transparente y una falda larga negra, un atuendo más seductor que su vestimenta habitualmente formal, lo que hacía que el semblante de Mario se tornara cada vez más sombrío.

Después de un momento, se acercó a ella.

Tomó el abrigo de Ana y se lo puso, abotonándolo cuidadosamente de abajo hacia arriba, sin perderse ni un solo botón.

Ana, que conocía bien los pensamientos de los hombres, encontró la situación irónica.

Cua
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