Había logrado subsistir con su hijo, le costó, trabajó de muchas cosas, incluso de cajera en un comisariato, hasta que le salió una oportunidad en un bufete de abogados de renombre. Ella era recepcionista y le iba muy bien, al menos en esos dos años que tenía laborando para la firma no tenía quejas, tonteaba con uno de los abogados asociados, Alberto Coronado.
Esa era su tercera cita con él, tenía su propio código sobre citas: a la tercera se decían cosas más personales y si te vuelve a llamar eso era solo la corroboración de que lo flechaste sin importar nada.
La cena era por demás espléndida y el vino de delicioso sabor, entonces comenzaron a charlar sobre cosas importantes.
—¿Te gusta el pescado en siete hiervas?
Le encantaba que le hiciesen preguntas sobre lo que deseaba:
—Me encantaría.
Se acomodó el cabello negro ensortijado y bien cuidado, entonces lo miró a los ojos, hizo la conexión como una señal a invitarlo a abrirse:
—¿Cómo estuvo tu día?
—Regular, muchos problemas que solucionar, ¿y el tuyo?
—Genial hoy desperté temprano porque tenía que terminar el trabajo de Bru, era sobre el sistema solar—comenzó a degustar su plato con deleite.
—¿Sistema solar?
—Es que debía presentarlo y faltaba unos retoques.
Lo vio beber de su copa, entonces le preguntó:
—Tu amiga estudia todavía la escuela.
Era el momento esperado y entonces solo lo soltó:
—Bruno es un niño, mi hijo de seis años.
Fue tan incómodo ver a Alberto con el bocado de comida congelado cerca de su boca, no era exactamente el sueño de una chica, al menos su sueño no era así, se dio cuenta de que la noticia de su hijo fue como un shock para él.
—¿Tienes un hijo?
—De seis años… Es hermoso, ¿deseas ver sus fotos?
—Dios que no… Es que pensé que eras… Soltera.
—Soy madre soltera.
Él se rio cuando dijo eso y solo respondió con ironía:
—Al menos eso era indispensable para salir conmigo.
Intentó ser cordial pese a que se dio cuenta de que no era lo que esperaba:
—Alberto en verdad me agradas.
—Bien, pero no puedo salir con alguien que tiene un hijo, por Dios, estoy gastando casi 100 dólares en una cena para impresionarte y eres una mujer usada.
Esas palabras la sorprendieron y la pusieron en guardia. Una cosa era no ser lo que esperas para un hombre y otra que se portase grosero contigo.
—Supongo que tú también eres muy utilizado por mujeres.
—Mujeres que no tienen consecuencias, deberías aprender de ellas Dafne.
Ahora deseaba darle una lección de cómo emplear anticonceptivos y entonces le respondió.
—El que tu condón si funcione, no quiere decir que a otros les pase lo mismo—tomó su cartera muy enojada—Adiós, Alberto.
—En verdad, Adiós.
Ella salió llorando y se tropezó con una mujer muy elegante:
—Calma, amiga.
Ella sollozaba y le dijo triste:
—Me siento humillada.
—Querida, cuéntame la razón.
Era una total desconocida y ella se sinceró:
—El tipo con el que salía me humilló…
—¿Por qué hizo eso?
—Porque soy madre soltera—sollozó.
Nicole Montessori dijo molesta:
—Eso es una canallada, no siempre se puede tener una historia con alguien y terminar en un final feliz.
Al menos esa mujer la entendía.
—Solo quiero encontrar a un hombre que me haga feliz y que ame a mi hijo.
Nicole sacó su pañuelo y se lo dio:
—De seguro lo encontrarás y no es un tipo cualquiera.
—Lo peor es que es uno de mis jefes.
—Linda, ningún hombre merece nuestras lágrimas y menos un novio, tal vez un esposo—pensó en Giacomo—te diré algo.
Ella se secó las lágrimas:
—Ten esto—le dio mi tarjeta—si necesitas cualquier cosa, solo llámame.
—Es usted muy gentil.
—Me recuerdas a mí.
Ella guardó la tarjeta y se subió a su auto, respiró hondo y esperó a calmarse un poco para continuar su camino.
Manejó a casa por la avenida Ocles, podía ver pasar edificios, letreros y sentirse dormida por dentro, cada cita fallida la hacía perder la esperanza de un futuro mejor para ella y para su hijo. Bajó la velocidad, deseaba alargar el tiempo para sacar la frustración recibida momentos antes.
Alquilaba un piso en un edificio y era cómodo, al menos para ella y su hijo, solía cuidarlo una niñera, de esa manera podía sentirse segura de hacer sus labores sabiéndolo protegido con alguien. Devuelta a los brazos del único hombre que valía la pena para ella: Su hijo. Cuando llego la voz su hijo se escuchó.
—¡Mamí!
Esa era la mejor palabra que podía escuchar, lo abrazó y besó con mucho amor, su hijo se encargó de narrarle cada parte de su juego y cómo le había ganado a su niñera.
—Vamos, Bruno, ya es hora de dormir.
—Tengo que decirles a mis amigos que rompí mi marca.
—Pero ahora no, mañana en la escuela.
Así se cerraba un día entre azúcar y amargo en su vida. Pensó que Alberto sería el indicado y le tenía fobia al compromiso, entonces palpó la tarjeta en su chaqueta, la sacó decía en letras plateadas: Nicole Montessori, Recursos humanos, interesante, aunque no tenía idea de lo que eso representaba en esos momentos.
Se concentró en su miseria: Era una, le había hecho a Bruno una promesa: darle un papá y en dos años no había pasado de la tercera cita. Se había convencido para ese momento de que: a los hombres no le gustan las madres solteras.
A la mañana siguiente fue al consorcio de abogados y le esperaba el jefe de recursos humanos:
—Señora Daniels, aquí está su carta de despido, lamentamos perder a un miembro como usted, pero le deseo toda la suerte del mundo.
¡La habían despedido! Alberto era uno de los abogados de la empresa, podía hacer eso, pero era humillante que por no ser soltera y sin compromisos la despidiese.
Deseó llorar, sentía que no era justo nada de eso, pero no podía pelear contra abogados, respiró hondo y sin saber qué hacer en esos momentos: tenía el departamento que pagar, tenía la colegiatura mensual de Bruno, el cable que le gustaba ver a su hijo, las tarjetas y la alimentación. Estaba jodida, como se suele decir, entonces recordó a la señora Montessori. Marcó el número de Nicole, con muchas dudas.
—Hola, soy Dafne Daniels y nos conocimos afuera de un restaurante anoche.
—¡Hola! ¿Ya te sientes mejor?
—La verdad es que… Me despidieron—sollozó—mi jefe me hizo despedir.
—Cerdo, los hombres pecan de cerdos—dijo indignada.
—Lo cierto es que necesito trabajo y…
—Justo tengo en mis manos un parte para los diarios, necesito una supervisora para los restaurantes Montessori, ¿te interesa?
—Claro, lo que sea…
—Entonces te espero, ven inmediatamente para que te haga la entrevista.
Era otra oportunidad para Dafne, que enseguida enfiló para las empresas Montessori. Cuando llegó vio la elegancia del edificio, las letras doradas de gran tamaño sobresalían y se notaba un ambiente muy glamuroso, ella pidió en recepción ver a la tal Nicole y la hicieron pasar a una salita en donde había unos bocaditos, té, café o agua.
La tal Nicole salió muy alegre, solo ahí notó que estaba embarazada y al mirarla le dijo:
—Eres tú, ven, debemos de hablar.
Le calculo unos 24 años, muy joven y hermosa, toda una dama con clase.
—Lo que te hizo ese imbécil no tiene nombre, a no ser que imbécil le calce.
—No solo me bateó, sino que me hizo echar de la empresa.
Entonces le preguntó:
—¿Deseas tomar algo?
—Agua, por favor.
—Agua con limón para las dos, Ingrid.
El agua con limón le cayó de maravilla y entonces Nicole le dijo:
—Estamos buscando una persona que trabaje directamente con uno de los herederos Montessori en el área administrativa.
—Entiendo.
—Es un gran puesto y tiene un espléndido sueldo, además de todos los beneficios, lo que necesitamos es una persona muy dispuesta a trabajar y a viajar de cuando en cuando.
—Soy madre soltera, ¿eso no es impedimento para ustedes?
—Al menos para mí no, pero para tu jefe, mi cuñado tal vez… Mejor no se lo menciones, por el momento.
Ahora la que bebió un largo trago fue ella, no le gustaban las mentiras, pero las verdades no ayudaban mucho en casos como el suyo. Así entró a trabajar en las empresas Montessori.
En otro lugar de la ciudad: Lauren Montessori
Lauren miraba las fotos de su hermano con sus hijos, tenía dos y ya iba por el tercero, con ello la presión aumentaba para su vida. Celia, la modelo con la que salía en esos días, salió en toallas y se lo quedó viendo:
—¿Cuándo me presentas a tu familia?
¡Rayos! ¿Por qué todas las mujeres que conocía querían conocer a su familia? Entonces le dijo:
—Hoy no será el día.
—Quiero ser algo más para tu vida…
Esa cantaleta le tenía harto.
—Lo siento—le tiró una pulsera de diamante—esto es todo lo que te puedo dar.
Ella se enojó y le gritó:
—¡Yo valgo más que eso!
—Para mí, no.
De repente comenzó a lloverle jarrones, adornos, cojines de todo, se tuvo que encerrar en la habitación y podía escuchar cómo el ruido de vidrios quebrados dominaba el lugar. Mujeres, eran tan teatrales… Su móvil sonó, era su padre:
—Papa…
—Lauren pienso dar una fiesta en el cumpleaños de Giacomo Segundo y deseo verte en ella con una novia formal.
Escuchó un ruido estrepitoso fuera:
—Así que…—la voz de su padre lo volvió a la realidad—espero a tu novia formal y un compromiso a matrimonial.
—¿Matrimonio?
—Quiero nietos de tu lado.
Hizo una mueca y su padre le dijo:
—Basta de ser un Casanova, deseo dejarte tu parte de la herencia y de los restaurantes solo si te presentas con una novia oficial.
—Papá…
—No quiero más excusas, Lauren es tu última oportunidad.
Le cerró y se quedó reflexionando en la forma en cómo podría zafarse de ese compromiso una vez más.
El tráfico estaba fatal esa mañana, justo tenía su primera entrevista con su jefe, miró una forma de salir del atolladero y se metió por una calle alterna; sin embargo, un tipo tuvo la misma idea, su auto era un convertible del año y prácticamente se cruzó frente al suyo y ¡zas! Chocaron. —Oiga—se acercó, no lo veía bien—me chocó. Él se rio y dijo descaradamente: —No nena, tú me chocaste a mí. —Te cruzaste en mi camino, era mi giro y tú te metiste arbitrariamente. Lauren había tenido un mal día con su departamento destrozado por la loca de su ex. —¿Decías muñeca? Se las traía con un galán de medio pelo y le dijo: —Oye galán, me debes la reparación. —¿Tienes seguro? —Claro. —Entonces solucionado. Solo eso. Ella consultó su reloj y maldijo subiendo a su auto, el sujeto seguía dentro del suyo obstruyéndole el paso. —Oiga, algunos tenemos vidas que vivir. Lauren enarcó una ceja, como si le importara la vida de los demás. La mujer pitó varias veces, criatura molesta, pensó él
Estaba muda, la había sorprendido y él insistió en preguntar: —¿Hablaba con su novio? Reaccionó. —¿Novio?—rio nerviosa—no tengo novio, es un familiar mío, solo eso. —¿Sucede algo? —No… —¿Está segura de que no nos conocemos? Esa m*****a pregunta y ella sin poder responderle: Claro, tal vez seas el padre de mi hijo. Entonces balbuceó: —Yo… No, para nada… —Ok, deseo que vaya al curso para que pueda aprender todo. Su corazón retumbaba en su interior, no sabía cómo iba a salir de esa situación, es más, no tenía ni idea de qué hacer ante esa situación, jamás pensó que el hombre de esa noche ahora fuera su jefe, ¿y si se acordaba de ella? Dios mío, no podía dejar que eso pase y necesitaba el empleo, era para tirarse a llorar en esos momentos. El pequeño Bruno miraba la comida que su madre le había dejado, era carne, ensalada y arroz, no le gustaba, él deseaba otra cosa, pero tenía prohibido usar la cocina, otra cosa era el microondas. Le dijo a su niñera: —Hable con mi mami y di
—¿Has estado en Grecia?—No…—¿Australia?—No, no he viajado mucho.—Entonces me equivoqué.El corazón de Dafne se aquietó y respiró aliviada y él comentó:—Siento que te conozco, pero no recuerdo de donde.—Mi rostro es común…Lauren la miró de soslayo y no tenía un rostro común, era bella, muy bella, como una preciosa muñeca.Llegaron al restaurante Ícaro, tenía el monograma del sol y la M en medio.—Montessori Ícaro es un restaurante que se caracteriza por sus entradas con platillos netamente italianos con un toque asiático, además de sus postres.Le seguía el paso y todos lo saludaban con respeto y él asentía:—Cuidamos de todos los detalles—señaló las luces.Hermosos candelabros clásicos iluminaban en el entorno, era un restaurante en donde la imagen de Ícaro cerca del sol se podía sentir, además de detalles de dorado en las paredes.Los menús eran tan elegantes y tenían el monograma de la familia en alto relieve y con letras doradas, Dafne pasó su mano sobre él y Lauren se acerc
Estaba junto a él que estaba herido en el hombro, los gritos de la mujer retumbaban en todo el salón maldiciendo la vida de Lauren a los cuatro vientos, mientras los comensales estaban impresionados con lo pasado. Llamaron a una ambulancia y lo llevaron de emergencia al hospital.—Todo va a salir bien—repetía ella nerviosa.¡Santo Dios! No podía creer lo que había pasado, cuando llegaron al hospital lo trasladaron hacia emergencias y a ella la detuvieron.—¿Es usted familiar?Ni lo pensó y dijo de pronto:—Soy su novia.Le dieron pase y no podía imaginar lo que esa respuesta iba a causar, le dijeron que iban a realizarle estudios y ella daba vueltas en la sala de espera.La familia Montessori se movilizaLa noticia impactó al círculo Montessori que fueron inmediatamente al hospital para tener razones de Lauren y cuando llegaron…—Dígame algo sobre mi hermano, Lauren Montessori.—El señor Montessori está siendo intervenido en estos momentos para sacarle la bala.—¿Quién autorizó eso?—
Julia trabajaba una masa, sentía que eso la relajaba, el aroma a canela se extendía por toda la cocina, mientras tarareaba una vieja canción de su tierra, entonces esbozó una sonrisa, le dio ganas de bailar, siempre le daba ganas de bailar al ritmo de la música de su tierra, tantos recuerdos se agolpaban en su interior. Jean Carlo entró con una cesta de hierbas. —Es una mañana muy calurosa, como las mañanas en Saluzzo. —Hermosas mañanas en Saluzzo, Dio bendiga a Saluzzo—decía ella rociando un poco de harina—hace tiempo que no vamos por allá. —Certo, pero todo funciona de maravilla en la villa, en tutto lado. Entonces Julia pensó en Lauren: —Me preocupa nuestro figlio… Esa vida que tiene tan llena de excesos, las mujeres queriendo su cabeza… —Approvo a quella ragazza. —Yo también… Pero tu hijo siempre lo arruina todo. —Esta vez no… La mujer entonces dejó todo de lado y llamó a su hija: —Livana, ¿has hablado con Lauren? —Mamá, el mundo no gira en torno a Lauren. Ella se eno
Lauren estaba con la boca abierta ante este hecho, la mujer tenía la mirada baja y el silencio que imperaba se rompió cuando él dijo: —¿Cuántos años tiene? —Seis… Eso cambiaba todo… —¿Por qué no lo dijiste antes? —Quería el empleo y en algunas empresas el requisito es soltera o sin cargas. Lauren intentaba asimilar lo dicho: —¿Y el padre? Silencio. —¿Tiene padre el niño? Ella lo miró y se dijo para ti: El padre eres tú, idiota. Entonces se encontró diciendo: —Soy madre soltera. No lo hubiera imaginado, no de ella, se la veía bastante distinta… —Eso cambia las cosas. —Por eso esto es una locura. —Aunque… Su mente comenzaba a pensar en una idea. —¿Aunque? —Podría funcionar, eso me daría mayor sentido de responsabilidad ante mis padres… —Espere, no meteré a mi hijo en algo como eso. —Considéralo, necesitas dinero, tienes un hijo, yo necesito un compromiso formal, ¿qué más formal con una madre soltera? Ella se levantó molesta y le dijo rotunda: —¡No me voy a prestar
Lauren tomó el control de la situación y comenzó a explicarle las cosas al pequeño: —Estos cestos para helado son hechos de camote. —¿Qué es camote? —Es una batata o papa dulce, se pueden hacer chips con ellas o tortas, incluso estas cestas para helados innovadores—partió un pedazo—prueba. El niño probó y entonces le dio su opinión: —Sabe rico, crujiente y es diferente. —¿Te gusta lo diferente? —No me molesta. —Podemos combinar con helado de arroz con leche, ¿has probado el arroz con leche? —Sí, creo que sí. —Prueba este—le daba una pequeña porción—¿y bien? Era tan delicioso, sus mejillas se pusieron sonrosadas. —Es delicioso, muy rico. —Tenemos helados de ciruela verde, roja y amarilla, son helados diferentes, más tropicales queremos hacer un homenaje a comidas de otros países. —Es simplemente delicioso. Lauren sonrió y le indicaba los pasteles: —Un postre no solo debe de verse bien, debe saber bien y ser una fiesta en la boca de un comensal. El niño veía los distinto
Cuando Livana vio esas personas se extrañó. —No recuerdo haber invitado a ese hombre. Julia entonces le dijo sorprendida a su hija: —Descuida es un amigo mío. Ella fue a recibirle un tanto nerviosa: —Florentino. —¡Julia! Ella esbozó una dulce sonrisa: —¡Cuánto tiempo, querido! —Veo que la vida no te ha tratado tan mal. —La vida me ha tratado bien, ¿y a ti? Florentino dijo entonces: —A veces he tenido que enfrentarla. Lauren miraba al sujeto un tanto desconcertado por la familiaridad de su madre con él, no era que no hubiera cordialidad, notó que había afecto. Dafne veía la mesa llena de diversos bocaditos y comentó: —Nunca había visto nada tan exquisito. Su hijo se empinaba para tomar un vaso de un postre. —Bruno, hijo, deja que te den. —Pero yo deseo probar ese postre, dicen que es un flan de café. —Espera a que te den. Lauren se acercó y vio la carita de lluvia del niño: —¿Qué le hiciste? —Quería tomar uno de esos vasos y le dije que no. Lauren entonces le pasó