Julia trabajaba una masa, sentía que eso la relajaba, el aroma a canela se extendía por toda la cocina, mientras tarareaba una vieja canción de su tierra, entonces esbozó una sonrisa, le dio ganas de bailar, siempre le daba ganas de bailar al ritmo de la música de su tierra, tantos recuerdos se agolpaban en su interior. Jean Carlo entró con una cesta de hierbas. —Es una mañana muy calurosa, como las mañanas en Saluzzo. —Hermosas mañanas en Saluzzo, Dio bendiga a Saluzzo—decía ella rociando un poco de harina—hace tiempo que no vamos por allá. —Certo, pero todo funciona de maravilla en la villa, en tutto lado. Entonces Julia pensó en Lauren: —Me preocupa nuestro figlio… Esa vida que tiene tan llena de excesos, las mujeres queriendo su cabeza… —Approvo a quella ragazza. —Yo también… Pero tu hijo siempre lo arruina todo. —Esta vez no… La mujer entonces dejó todo de lado y llamó a su hija: —Livana, ¿has hablado con Lauren? —Mamá, el mundo no gira en torno a Lauren. Ella se eno
Lauren estaba con la boca abierta ante este hecho, la mujer tenía la mirada baja y el silencio que imperaba se rompió cuando él dijo: —¿Cuántos años tiene? —Seis… Eso cambiaba todo… —¿Por qué no lo dijiste antes? —Quería el empleo y en algunas empresas el requisito es soltera o sin cargas. Lauren intentaba asimilar lo dicho: —¿Y el padre? Silencio. —¿Tiene padre el niño? Ella lo miró y se dijo para ti: El padre eres tú, idiota. Entonces se encontró diciendo: —Soy madre soltera. No lo hubiera imaginado, no de ella, se la veía bastante distinta… —Eso cambia las cosas. —Por eso esto es una locura. —Aunque… Su mente comenzaba a pensar en una idea. —¿Aunque? —Podría funcionar, eso me daría mayor sentido de responsabilidad ante mis padres… —Espere, no meteré a mi hijo en algo como eso. —Considéralo, necesitas dinero, tienes un hijo, yo necesito un compromiso formal, ¿qué más formal con una madre soltera? Ella se levantó molesta y le dijo rotunda: —¡No me voy a prestar
Lauren tomó el control de la situación y comenzó a explicarle las cosas al pequeño: —Estos cestos para helado son hechos de camote. —¿Qué es camote? —Es una batata o papa dulce, se pueden hacer chips con ellas o tortas, incluso estas cestas para helados innovadores—partió un pedazo—prueba. El niño probó y entonces le dio su opinión: —Sabe rico, crujiente y es diferente. —¿Te gusta lo diferente? —No me molesta. —Podemos combinar con helado de arroz con leche, ¿has probado el arroz con leche? —Sí, creo que sí. —Prueba este—le daba una pequeña porción—¿y bien? Era tan delicioso, sus mejillas se pusieron sonrosadas. —Es delicioso, muy rico. —Tenemos helados de ciruela verde, roja y amarilla, son helados diferentes, más tropicales queremos hacer un homenaje a comidas de otros países. —Es simplemente delicioso. Lauren sonrió y le indicaba los pasteles: —Un postre no solo debe de verse bien, debe saber bien y ser una fiesta en la boca de un comensal. El niño veía los distinto
Cuando Livana vio esas personas se extrañó. —No recuerdo haber invitado a ese hombre. Julia entonces le dijo sorprendida a su hija: —Descuida es un amigo mío. Ella fue a recibirle un tanto nerviosa: —Florentino. —¡Julia! Ella esbozó una dulce sonrisa: —¡Cuánto tiempo, querido! —Veo que la vida no te ha tratado tan mal. —La vida me ha tratado bien, ¿y a ti? Florentino dijo entonces: —A veces he tenido que enfrentarla. Lauren miraba al sujeto un tanto desconcertado por la familiaridad de su madre con él, no era que no hubiera cordialidad, notó que había afecto. Dafne veía la mesa llena de diversos bocaditos y comentó: —Nunca había visto nada tan exquisito. Su hijo se empinaba para tomar un vaso de un postre. —Bruno, hijo, deja que te den. —Pero yo deseo probar ese postre, dicen que es un flan de café. —Espera a que te den. Lauren se acercó y vio la carita de lluvia del niño: —¿Qué le hiciste? —Quería tomar uno de esos vasos y le dije que no. Lauren entonces le pasó
Estaba muda viendo la mirada de sorpresa de ambos hombres y solo pudo decir: —Buscaba el baño… Florentino miró a Jean Carlo y le dijo en tono de advertencia. —Hablaremos luego. Salió rozando a la joven y ella un poco atontada por el alcohol, ¡Qué momento más incómodo! Jean Carlo le dijo: —Lo que escuchaste… —Descuide, no sé nada. Se recompuso para volver al salón principal, Lauren reía junto a Bruno, estaban muy cercanos y ella tenía que hacer algo, se acercó a ellos: —¿Todo bien? —Mamacita, Lauren me va a enseñar a cocinar. —¡Claro qué no! Tenía que detener eso y le dijo a su hijo: —Eres todavía muy pequeño y no es correcto que te expongas. Lauren la tomó del brazo y le dijo a la joven: —Cariño, no desilusiones al niño, con un maestro como yo estará seguro. ¿Maestro? ¿Ahora era maestro? Entonces Lauren la notó rara y preguntó en voz baja: —¿Estás ebria? —Un poquito… Es el licor de los postres. Lauren estaba sorprendido porque nunca conoció a alguien que se embriagara
¡Qué noche tan rica!, pensó Dafne removiéndose en la cama, podía sentir que su piel vibraba, sonrió tontamente dando pequeños gemidos de placer. Entonces lo recordó todo y se sentó aterrada: ¡Qué hiciste Dafne! Estaba sola en la habitación, todo estaba en silencio, miró todo a su alrededor y no reconoció nada, estaba desnuda y ni señas de Lauren: —¡Eres una tonta! ¡Caíste como idiota! Buscó con qué cubrirse y salió, fue a la habitación de Bruno y no estaba, entonces bajó apresuradamente y no lo encontró en la sala y entonces recordó: la cocina. Bruno miraba todo lo que Lauren tenía dispuesto para el desayuno. —Te voy a dar una clase, ¿sabes de dónde salieron los wafles? —No… —Bien, te lo diré para que sepas lo interesante que es su origen—picaba—nacieron como las hostias de consagración, lo que dan en las iglesias a los fieles y eso dio pie a que se hicieran preparaciones más ricas de ellas. “Entonces los franceses le dieron su toque… y comenzaron a ponerle rellenos. —¡Qué int
Dafne terminaba de limpiar toda la cocina cuando una empleada llegó: —Buenos días, ¿usted limpió? —Sí… —Es que ese es mi trabajo. Salió molesta a buscarlo y en la piscina no estaban, los perros revoloteaban alrededor de ella. —¿Y su amo?—meneó la cabeza—¿cómo si pudieran entenderme? Los perros comenzaron a correr mostrándole el camino hacia un sendero y ella enfiló hacia allá, caminó un buen trecho y escuchó la voz de su hijo: —Huele rico, siempre creí que era polvo. —La albahaca se la seca y se la muele, entonces se hace polvo, así es antes de eso. El niño pasaba sus dedos por el manojito de albahaca, Lauren le explicó: —Personalmente, me gusta fresca, por el aroma…—la olía. Bruno veía todo el pequeño huerto y le dijo: —Nunca pensé que pudieran tenerse haciendas en casa. Lauren le explicó: —Esto es un huerto, siempre tenemos uno con lo más necesario que podemos usar, por ejemplo…—excavó en la tierra y sacó una raíz de jengibre—esto puede cambiar el sabor de una carne o d
Dafne escapó de su acoso y le dijo nerviosa: —Te agradezco que desees ser la figura paterna de mi hijo, pero… Estamos en esto por interés. —Exacto, me interesas…—dijo él—también tengo sentimientos. Entonces ella le dijo: —Para un hombre que recibió un balazo en el hombro de una ex, cambias rápido de sentimientos… —¿Hablas de Celia? Ella asintió y él le dijo: —Ella nunca entendió que no deseaba un compromiso con ella. Dafne se cruzó de brazos y le preguntó: —¿Y conmigo lo quieres? —Firmamos un acuerdo, eso es serio, es la primera vez que hago algo como eso y todo se debe a Bruno, es un gran chico… No lo has echado a perder y no merece que lo hagas. ¡Cuánta petulancia! Entonces le dijo resuelta: —Sobre lo de esa noche… No volverá a pasar. —¿En serio?—dijo burlón—lo disfrutaste. —Estaba ebria… —Te embriagaste con unos postres. —Bruno irá a ese cumpleaños y espero que no se te ocurra nada más. —Veremos… Ella lo miró, tal se diría que deseaba fastidiarla. Era un sábado mu