¡Maldito esposo, en esta vida me vengaré de ti!
¡Maldito esposo, en esta vida me vengaré de ti!
Por: La pluma de Sag
Capítulo 001

La luz tenue de la habitación dejaba ver la cara desencajada y llorosa de Dafne.

Su marido, el honorable Oscar Nally, le propinó una bofetada.

—No eres más que una put@ —pronunció cada palabra con asco y, acto seguido, empujó el menudo cuerpo de su esposa al suelo.

Dafne cayó, y de sus labios se escapó un grito. La rutina de siempre: golpes, insultos y tirones de cabello.

Una pregunta rondaba su cabeza cada vez que sus huesos dolían, cada vez que su garganta ardía de tanto gritar para que él parara: ¿En qué momento el príncipe azul se convirtió en una bestia?

—Desearía que estuvieras muerta —soltó Oscar de repente. Sus ojos verdes mostraban el desprecio, el odio que brotaba desde lo profundo de su ser—. ¡Tu cara me enferma! —exclamó con furia, y luego su mano se estampó en el rostro de su mujer.

Dafne quedó nuevamente tumbada en el suelo. Su cuerpo temblaba sin control. Su boca apenas logró pronunciar un "perdón".

¿Cuándo pasó de ser la heredera de una fortuna incalculable a una mujer marchita? En unas semanas cumpliría cinco años de casada.

Su vida siempre estuvo rodeada de lujos y personas que la servían sin importar su actitud despectiva. Miraba con desprecio a los demás y los veía como esclavos dispuestos a cumplir cada uno de sus caprichos.

Su padre era un prestigioso empresario, al igual que su abuelo. Su imperio se expandía. O eso creyó Rómulo Caetani. Ahora solo faltaban dos meses para que se cumplieran dos años de su fallecimiento.

Su muerte trajo desgracia a su familia. Un deceso anunciado en el que intentó no dejar a su amada hija desprotegida, pues sus dos hijos varones no eran más que parásitos que despilfarraban su dinero.

Dafne tenía veinte tres años cuando se casó con Oscar. Se encaprichó de él desde los quince. Se aferró a él como una polilla a la luz de un foco brillante.

Ella creyó que había logrado atarlo. Que por fin cumplía su cometido al casarse. Lo que la pobre no sabía era que todo era un plan de Oscar para consumar una venganza.

Él se presentó delante de Rómulo con fingida inocencia, nobleza simulada, "buenas intenciones" y una fidelidad hipócrita. Finalmente, cumplió su objetivo. Encerró en cuatro paredes la posesión más preciada de Caetani: Dafne.

La bombardeó con un amor falso y adictivo y, luego, se lo arrebató.

La niña malcriada, caprichosa y privilegiada se convirtió en una mujer sumisa, atormentada y humillada.

La ambición destruyó a los hijos mayores de Caetani, lo que hizo de Dafne la dueña del imperio. Con un simple tira y afloja, todo pasó a manos de Oscar.

El sufrimiento desgarrador que le robó la cordura fue el ataque que sufrió en el patio de su casa. Estaba embarazada de siete meses cuando una banda de seis hombres encapuchados la atacó.

El abuso sufrido la llevó a perder a su hijo y a contraer enfermedades venéreas. Oscar la culpó de todo.

En sus años de soltera, Dafne disfrutaba de coquetear con los hombres de su padre. Le encantaba exhibirse frente a ellos con ropa diminuta, observar sus caras sonrojadas y reprimir sus impulsos al ser ella la hija de su señor.

Después de meses de recuperación, sufrió un segundo ataque; el resultado fue un segundo embarazo que tampoco llegó a término. Oscar llevaba mucho tiempo sin estar con ella en la cama, y tras esos abusos y consecuencias, su vida íntima se volvió inexistente.

Dafne perdió la razón poco a poco, y su esposo, la encerró en su habitación con llave, sin posibilidad de salir.

La mente nublada de la joven que alguna vez fue brillante se convirtió en la de una mujer enloquecida por el dolor. En algunos días, escuchaba en el cuarto el llanto de un bebé.

Los meses pasaron rápidamente, o quizá su cabeza dejó de recordar su vida anterior.

Una noche o quizá era una tarde, su mente era confusa, las mujeres de limpieza, entre sollozos, la sacaron al patio.

Sus ojos cafés junto a unos labios resecos y una piel pálida casi traslúcida se mostraron ante Alfonso.

Alfonso Grecco fue el hombre más cercano a Rómulo, quien lo adoptó a través de uno de sus sirvientes cuando era solo un niño de cuatro años. Le dio trabajo, estudios y luego la oportunidad de ser su socio.

Dafne le dirigió una mirada de pánico. Lo último que supo de él fue que se había asociado con mafiosos y que andaba en malos pasos. En un principio, en su infancia, lo consideró como su único amigo, al llegar a la adultez dejó de inspirarle confianza y siempre le pidió a su padre que cortara lazos con él.

Lo siguiente que ocurrió, Dafne no lo recuerda. Solo recuerda lágrimas y sus manos cubiertas de un líquido rojo escarlata.

Sus ojos no volverían a ver a Oscar ni a nadie de la casa Caetani. Ahora veía a otras mujeres que le insistían en que se duchara, que le llevaban comida con regularidad, y escuchaba el llanto de un bebé que la atormentaba.

Su recuerdo más vívido fue ver a Grecco al lado de una mujer de cabello oscuro. Ella los observaba desde la puerta, y ellos parecían no notar su presencia. Como un fantasma, una muerta que pena por el amargo dolor de su alma.

Ambos se giraron al mismo tiempo y ante sus ojos, Dafne apreció la figura de un bebé. Sus manos temblaron y recordó su trágico y desafortunado abuso.

Vidrios rotos, sangre, llanto, dolor y las manos fuertes de Alfonso que la sujetaban.

Una pregunta rondó su cabeza: ¿si estoy muerta, por qué el dolor no desaparece?

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