28. Habladuría

—Discúlpame Tom. No sabía que tendríamos este percance. Hombre, mira ese tránsito.

—Ni que lo diga, señor. Y apenas es lunes y la estatal parece no tener fin.

—Y parece no tener fin —es lo que dice Maximiliano, suspirando—. Llegaré tarde hoy.

El chofer le sonríe y lo mira por el retrovisor.

—¿Usted cree que va a llegar tarde? Señor, usted es jefe.

Y Maximiliano se ríe también. Un poco agraciado ahora, con los pensamientos lejanos y entonces disponiéndose a mirar más allá de lo que la mala racha le quiso hacer sentir. Pero termina de hablar con el chofer de algunas cosas para apaciguar el momento y esperar. Han pasado por la calle primera, en la esquina y entonces el chofer dobla.

Maximiliano decide observar otra vez su celular, y cuando ha subido la mirada, se queda viendo hacia afuera, helado al momento.

Su secretaria va caminando, con su falda de tubo y tacón de punta negro, encorvándose para sostener el teléfono en su hombro y en la oreja, revisando algunos papeles. Su cartera negr
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