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30. Inevitable cercanía

Sin embargo, Maya aún sostiene en la mente la conversación de antes y no deja de pensar en lo que ha dicho.

“Yo venía en el carro. Pero te vi…”

¿Se había bajado el señor Maximiliano para acompañarla? ¿No se había conseguido con él por casualidad? Maya tiene que parpadear pero, en un instante casi efímero, la conservación se anula cuando finalmente, el Livende está frente a los dos.

—¿Estás mejor, Maya?

—Oh, usted no se preocupe. Ya estaré mejor el resto del día —y asiente.

Han llegado a la recepción y la mirada de Jenny se alza hacia los dos. Se arregla los lentes porque, al parecer, la imagen de la recién pareja la hecho fruncir el ceño, aunque Maya le sonríe y se dirige hacia ella, sacando de su cartera una caja de donas.

—Para ti —le dice contenta.

—Oh, querida, ¿y eso por qué? — aunque estuviese Jenny mirándola, sonriendo también, sus ojos a través de sus lentes no dejan de mirar también al señor Maximiliano, que se había detenido para hablar con algunas personas en recepción.

—No
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