Se queda sin habla un instante. Por supuesto, se siente expuesta ante ella. Y consigue darle un motivo más para hacer que Maya dude. En el momento el pasar de sus miradas compartidas la hace alejarse de su coche y vuelve a la cera, aún con el cigarrillo en la mano. No sabe si es prudente entrometerse en los asunto de su jefe, mucho menos con su ex. Pero Maya cree que ya está bastante involucrada desde que empezó a cavilar en la cercanía que empleó los labios de Maximiliano D'Angelo sobre los suyos.—¿Qué es lo que quiere que haga?Diana se endereza y suspira. A pesar de no tener ahora la agradable mirada que siempre tuvo con Maya, alza las cejas. Su mirada se coloca entre la un hilo de austeridad.—No desvíes cuando lo llame.Maya baja la mirada. Se pone a pensar en todo lo que está haciendo y podría estar adentrándose. La mirada empleada de Diana la sugestiona, de maneras inimaginables. Recordando los labios que rozaban antes los suyos, siendo el mismo hombre en piensan ellas dos, n
No, no. Calma. Se repite.Ni ella ni jefe debían pasar esto por alto. Una vez que regresara a la oficina, y una vez que se le pasara esa impaciencia…¡Pero cómo hablar con su jefe por un casi beso! Es absurdo…lo es…Su mente se agota entre todos esos pensamientos, crueles consigo misma. Se pone a pensar en lo que tiene que hacer ahora. Bien, si debe mantener nuevamente una lejanía con su jefe hasta pensar bien las cosas, lo hará. Maya tiene la cabeza en otra parte y quiere concentrarse en el proyecto del hotel, junto a Chris. Chris, que es su socio. Puede entender que dar razones para no tener en la mente ese suspiro cerca de sus labios no está funcionando, y lo menos que ahora necesita es volver a pasar por algo así…no con él…no con Maximiliano D'Angelo.En pocas palabras, su jefe.Apenas se termina el lunes cuando la mañana del martes vuelve y adquiere más fuerza, a ella en realidad. Una mañana templada y llena de preguntas, revoltijos en el pecho. Unos suspiros en cuanto sale de su
Maya cierra la puerta y traga saliva. De acuerdo, el asunto se le escapó de las manos. Consigue sentarse en el escritorio, aparta los papeles y en el instante que se siente lista para botar todo el aire, se pone las manos en el rostro.Todo esto no puede estar pasando.Sigue todo al pie de la letra, sumergida en esos bultos de papeles, cuentas, salidas hacia administración y mandatos a los supervisores. Así sin más se la fue la tarde, como si entendiera el mismo tiempo que necesita salir de allí, otra vez. Se siente una cobarde porque no puso antes las cartas sobre la mesa. Su jefe ni siquiera la mira y no lo culpa. También hace lo mismo porque todos los recados dirigidos hacia él los anota y los deja anclados en el correo. Ni siquiera recibe una llamada, de esas que siempre contesta con un amable hombre del otro lado preguntando como iba todo, si ya había almorzado, si todo rondaba bien. Ciertamente es extraño para Maya no tener sus llamadas habituales pero se dice a si misma que la
Como las calles de Nueva York estás a la par por donde transitan, ni siquiera Maya sabe cómo fue que pararon hacia el lugar en donde estaban, casi llegando al Time Square. Por ese instante no comprende la veleidad con la que sus dos amigos acompañan. Ni más ni menos es el encanto con el que Jenny y Phoenix se divisan delante de sus ojos. Los tres se toman algunas fotos, mientras Maya disfruta del momento. El encuentro con sus dos amigos siempre ha sido fenomenal. Y más aún, cuando puede ser testigo de cómo aquellos dos no dejan a un lado las sonrisas, el coqueteo y la insinuación. Si tendría que ser de cupido, entonces lo haría.Pasando hacia ellos dos, empuja a Jenny para que Phoenix la atrape directamente. Con la gran excusa que se dobló el tacón y la única que vio fue a Jenny.No duda en tener la mirada de su amiga lista para meterla en un balde de fuego. Y Maya sigue frunciendo el ceño en señal de dolor, haciendo que se adelanten.Una vez que los observa riéndose por lo ocurrido,
Maya Seati no comprende la magnitud que está en aceptarlo. Pero para su jefe hay otra cosa de la que ella no parece conmoverse. De la que en realidad no la hace añorar un poco más de lo que entiende ella como un anhelo, una confianza. Porque de eso se trata lo de ellos dos: confianza, bienestar. Pero no cree que ahora aquello se encuentre. Si pudiera solamente volver a ese momento y no mirarlo como lo había visto, todo sería tan diferente ahora. No se sentiría de esa manera y ella estaría bien en compartir sus penas sola.Porque, ¿Casi besar a su jefe? Vamos, Maya Seati. Haz metido la pata.Creer que su a jefe tampoco no le afecta también es una mentira.Pero si acaso no logrando sostener aquello, incluso después de todo lo hecho, Maya observa la mirada aceitunada y suplicante de su jefe. No cree haber visto otra cosa más afable que aquel que le haga mover tantas cosas dentro de ella.¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué ahora?—Pero si no quieres…—Señor —le dice Maya de inmediato—. Ust
Maya alza la vista de pronto.Una ráfaga de conmoción le hace cosquilleo en las piernas.¿Qué acaba de decir? Maldición, ¿Qué?Su jefe. ¡Su jefe!En una paralela instancia no lo observa decir aquello. Tiene el pecho erguido hacia él, sus ojos lo vislumbran, conmocionada.Se coloca con rapidez el cabello detrás de su oreja y finge no escuchar lo que acaba de escuchar.—¿Está bromeando conmigo?Maya lo señala.Pero Maximiliano niega, mirando a otra parte.—Te esperaré mañana para hablar mejor, Maya. Buenas noches…Y se vuelve a su coche para entonces, en un momento crucial, lo enciende y se marcha.Así sin más.Pero ¿Qué?Dejándola ahí, repleta de sensaciones confusas, recreaciones de sus pensamientos firmes y lejanos a lo que siente. Se mantiene recia en su lugar y tiene que pestañear para volver a la realidad. En donde su jefe es quien menciona lo que ella piensa.—Demonios.Maya queda prendada en un sentimiento que no puede asimilar. Tiene que salir corriendo aún más, directo hacia s
Maya niega, con una sonrisa y dando todo lo necesario por no echar una carcajada delante de ellos. Bien, de seguro que recordar a su propio jefe viendo esos gordos y lindos es lo último que quiere recordar en el mundo, y se promete no pensar en ello en cuanto tenga la caridad para ella misma de saber que el tema donde se involucra su jefe no tiene, necesariamente, que estar aquí, ahora, dentro de su mente, y se propone solo a sonreír a las ocurrencias de sus amigos, riendo también y bromeando.Sin embargo, toma un suspiro al instante.—Conozco ese suspiro —menciona Jenny una vez que Phoenix se levanta para ir directo con Jason, en busca de agua en la cocina y un par de uvas que Maya les asegura estar aún frescas. Le quita los lentes a Jenny y se los coloca—. ¿En dónde estabas?—Ah, Jenny —gime Maya, tirando la cabeza hacia atrás—. No me preguntes porque debo preguntarte a ti desde cuando te escabulles con Phoenix.Jenny se ríe, moviendo la cabeza en señal de negación.—Desde ayer, ¿re
La noche pasó entre carcajadas, conversaciones y bromas salidas de la nada. Phoenix y Jason durmieron en un cuarto y Jenny durmió con ella. No recuerda el momento exacto en el que se fueron a dormir pero sabía que lo hizo ya cuando se sentía mareada. La mañana del miércoles llegó al instante. Los cuatros desayunaron al mismo tiempo y ya para las siete de la mañana las dos amigas, secretaria y recepcionista salían a su trabajo. Mientras Jason y Phoenix prometieron esperarlas a la salida y a compartir el logro de Maya y Chris.Una vez estuvo Maya en administración, apenas pestañea cuando la gerente del área de administración le truena los dedos por encima.—¿Buenas? ¿Hola?La secretaria sale de sus pensamientos, y se ríe con timidez.—Sí, creo que no dormí bien.—¿Malas rachas, eh? —la mujer menciona con pizca de diversión.—Supongo —los ojos ambarinos de Maya se fijan en ella. Una muy buena compañera. Aunque es mayor y tiene tres hijos jóvenes, siempre tiene la necesidad de entablar un