Maya entonces se paraliza. Vuelve a escucharlo. —Dímelo. La mujer retrocede un momento. No puede ser capaz de describir su molestia impregnada de todo su rostro. —¿Por qué lo has hecho? Maya traga saliva, alzando las cejas —No creí que usted preferiría denegar esa llamada, señor. —Tú conoces está situación. Diana no tiene nada que hacer en estos lares. No debe interrumpir mi trabajo. No puede venir aquí y hablar como si nada ha pasado. Maya, no debiste hacerlo. El mismo regaño controla sus facciones y le dejan un torrente de sorpresa. Podía esperar de todo…pero nunca una cosa como esta. Y más cuando se trataba…¿De Diana? La mujer no tiene por qué dejar pasar esto, no puede dejar que algo como esto la ponga a ella como alguien que su jefe no puede confiar. Tiene que acercarse hacia él casi al instante. —Señor, perdóname, no quise hacerlo…. —¡Basta! Me ha jodido el día. Y si esto lo has hecho a propósito… —¡Cómo se le ocurre! Maya parece gruñir al instante. Ciertamente no fue
Y entonces todo pasa, no hay marcha atrás, nada es comprendido, el tiempo se detiene. El anhelo consigue verse entre sus labios, que por un instante viajan al cielo, y bajan al paraíso que se deslumbra en lo que ahora, ni siquiera, dan nombre. El aliento es lo primero que se esconde. Se envuelven sus bocas para hacerse uno solo y la primera bocanada de aire se enreda en sus pulmones y tienen que separarse para entender lo que han hecho. Se miran a los ojos, se cierne sobre ellos dos la posibilidad de volver a sentir sus bordes, idóneos para este momento. Una vez más, sus manos se hieren por tenerlo lejos, y en un abrir y cerrar de ojos lo aprisiona contra sí. Inspirando su propio aire, que sabe fresco y dulce cuando lo siente de nuevo. Es un movimiento brusco, en busca de volver a sentir. Precipitado y lleno de ansias. Tropiezan en cuanto es él quien la toma de la cintura y la aprieta contra su pecho. Y ella lo agarra del cuello, envolviéndolo y yendo por ese camino, en donde sus l
Maximiliano baja la mano y solamente puede ponerse más cerca de su cuerpo.—Es culpa mía.Maya aguanta el aliento. Quiere reír ahora por lo coartada que sostiene ahora su jefe…¿Jefe? Realmente lo ha dicho. Y siente sus manos en su hombro. Le está subiendo la tira fina que pertenece a su vestido. Son sus dedos quienes la hacen mantenerse lejos de la sensatez.—No —sus labios no quieren sellarse en este momento—. No lo es. Fui yo quien lo hizo.Maximiliano mantiene su mirada justo en ella.No cabe más de un momento cuando la toma de la muñeca, con suavidad, y de tal manera la eleva del suelo.Su aliento está buscándola. Y sin embargo, en lo único que piensa es en alejarse. Un paso más atrás y tiene que volver a negar.—Tengo que pensar en todo esto.—¿Te arrepientes?Pregunta Maximiliano.Maya pestañea, tomando el poco aire que el alrededor le concede.—No es ahora una pregunta que pueda contestar.Simple.Sus ojos ambarinos abrazan al hombre abochornado frente suyo y contiene el alient
Recuerda de improviso que la discusión fue por ella. Y su manera de entrar al Livende le produce un extraña sensación directo en el estómago. Toma su cartera, sus guantes y no la deja de mirar.Diana June aparece a través de la tormenta, de forma literal. Deja la sombrilla justo cuando los llaveros le toman el abrigo y sus pertenencias. Su cabello caramelo reluce y Maya se da la vuelta, tragando saliva.Esto debe ser una broma. Maldición.—¿Nos vamos?Jenny también la ve, acercándose hacia recepción. Figura su mohín un tanto distanciado de aquello, pero que finge no ser tan obvio para no dar su brazo a torcer con su amiga.Atisba a Jenny de reojo y asiente.Está dispuesta a salir cuando Diana se divisa en su camino y Maya toma con fuerza su cartera. La mirada que le dirige es sin duda de escrutinio. Pero se endereza, dejando su teléfono justo en la mesa de recepción.—Oh, hola Maya.La susodicha contiene el aliento. Pestañea, en busca de una sonrisa. Pero en realidad parece lo más cer
La sonrisa de Maya trata de volver en cuanto se bajan del taxi y se emplean directo a su apartamento. Como es viernes la gente de su vecindario está charlando y bebiendo, comiendo y pasándola bien en el alrededor, que es un gran patio, al igual que una ciudad pequeña y por todos lados se encuentran tiendas, puestos, locales de bebidas y una que otros juegos de casino. Es un paisaje digno de admirar porque pese a que los rascacielos de Nueva York ya lo han dejado muy atrás, la multitud de su vecindario da colores y mucha buena vibra. Maya tiene que sonreírle a Jenny en cuanto la observa dejar sus cosas dentro de un puesto bien conocido en el lugar. De comida rápida, venta de cervezas y golosinas. Una vez que Jenny saluda a la mujer, le presenta a Maya, quien sonríe y muestra un muy buen gesto.—Oh, es un placer. Mi nombre es Britney pero todos me dice Briggie —responde la señora.—Un placer, Briggie —contesta Maya al instante que observa el resplandor de la tienda guindando arriba de
Por mucho tiempo la llamó Ale: diminuto de Alejandra. Sus ojos atentos y radiantes le hacen recordar mucho al hombre que al parecer vuelve a ella después de mucho tiempo, y aun así tiene Maya que dejar el cigarrillo, colocando la mano detrás para finalmente exclamar:—¡Ale! —sonríe.—¡Maya! Por Dios, ¿qué haces por aquí? —las dos se infunden en un gran abrazo. Está sorprendida hasta más no poder.—¡Es lo mismo que te pregunto! —Maya se aleja para verla de arriba hacia abajo, sonriendo—.¡Estás radiante, Ale! ¿Qué haces en Nueva York?—Bueno —la linda mujer frente suyo se ríe por debajo—. Vine a ver el juego porque mi primo me invitó y me tenía todas las noches repitiendo lo mismo ¾dice, y Maya por supuesto no puede dejar pasar a quien nombra. “Su primo.” Sabe muy bien, bastante bien quien es su primo—. Y aquí vive mi pareja. Aproveché a quedarme aquí, acabamos de llegar del partido.—Oh, eso es genial —es lo que Maya menciona. Cuando nota a Jenny, alza la mano hacia ella—. Mira Ale, el
En toda la extensión de la palabra, y en toda la larga noche Jenny no dejó de preguntarle sobre quién era ese hombre, quién en todos los lugares del mundo era ese aquel que la había hecho pronunciar esas palabras y sentirse así, en dónde lo había conocido y por qué apenas ella se enteraba de aquello. No queriendo formular más preguntas por lo mismo, Maya se sintió ida de arrepentimiento al tener a su amiga cuestionando sobre aquello. Y no era porque no quisiera contestar, sino por qué no sabía que era lo que tenía que contestar. Una vez entendiendo que la plenitud de todo aquello fue el beso entre Maximiliano y ella, apenas la noche anterior, es casi imposible mencionárselo a Jenny. Ni siquiera le contó sobre sus desnudos, gordos y lindos pechos estando en la mirada de su señor jefe. En ese momento no tuvo las agallas, ninguna para mantenerse lista en contárselo a su amiga, y confirmando por ella misma…no tiene la menor idea de cómo serían las cosas una vez que lo observase otra vez. Q
El peor temor de Maya es cómo conseguir las palabras necesarias para lo que siente porque no hay oración que pueda describir esta horrible emoción. Pasan unos cuantos instantes en el que tiene que acercarse a la camilla en donde reposa Giovanna, magullada y ensangrentada a su momento, mientras está siendo trasladada a la ambulancia. Sus manos tiemblan, su respiración se acorta porque no hay nada en ese preciso momento que pueda sosegarla al tiempo que mira a Giovanna de aquella manera y no tiene por ninguna parte indicio alguno de abrir los ojos. Su cuerpo está repleto de heridas y ni siquiera puede ver bien su rostro, apaleado de distintas formas. Jenny se tapa la boca al instante y niega de sobremanera, acercándose. Cuando Maya empieza a estar frente a la ambulancia, es la enfermera quien la detiene. —No, no. Déjeme ir con ella por favor. —Pero sólo será una de ustedes. Jenny traga saliva y asiente al unísono. —Ella irá, no se preocupe. Maya se voltea. Jenny también está ang