Uno con una sonrisa amplia, el otro con una expresión calmada y educada.Ricardo, mostrando sus hoyuelos, sonrió despreocupado:—Ya le compré el desayuno a la jefa. Lo que traes, mejor llévatelo de vuelta.Daniel, ajustándose las gafas, respondió tranquilo:—La sopa que traigo es ideal para que se recupere.Ricardo suspiro y mantuvo la sonrisa:—Dame el termo, yo se lo entrego.Daniel sonrió sereno:—No hace falta. Justo quería pasar a saludar a la señora Marina.Ambos tocaron la puerta al mismo tiempo y esperaron.Un momento después, Marina abrió la puerta.—Jefa, le traje el desayuno.—Mi jefe me pidió que le entregara esto.Los dos hablaron casi a la vez.Marina los miró y soltó una sonrisa de resignación.—Adelante, pasen.Ricardo y Daniel intercambiaron una mirada rápida antes de entrar con sus respectivos desayunos.Ricardo dejó su bolsa sobre la mesa, animado:—Jefa, este desayuno es de un desayunadero que ahora está bastante popular. Tuve que hacer una fila larguísima para cons
En las oficinas del Grupo D&M, todo parecía transcurrir con normalidad. Los empleados estaban trabajando, pero justo antes de la hora del almuerzo, un mensaje en el grupo interno de la empresa rompió la rutina y desató un mar de chismes: [La esposa del jefe está aquí, trabajando en la empresa.]En cuanto el mensaje se publicó, el grupo estalló en reacciones. Incluso aquellos que normalmente se mantenían al margen comenzaron a escribir sin parar.[¿Quién es?][¡Suelta ya la sopa[¿La esposa del jefe? ¿Es en serio?][Espera, ¿el jefe está casado?]El autor del mensaje, claramente disfrutando del enigma, siguió alimentando el morbo:[¿Por qué les mentiría? La esposa del jefe está aquí, trabajando. Adivinen quién es.]El chisme se desató aún más y pronto todos en la oficina estaban hablando de eso. En el departamento de pruebas, Rebeca, al leer el mensaje, miró de reojo a Margarita, que seguía totalmente concentrada en su trabajo.Rebeca pensó con desdén: Si de verdad es la esposa del jefe
—¿Otra vez tienes que escribir de nuevo ese informe?Margarita se encogió de hombros, resignada. Al parecer, el subgerente tenía algo en su contra....Mientras tanto, en el hotel, Diego llegó al mediodía con el almuerzo y una silla de ruedas.Marina miró la mesa con la comida y la silla, sonrió y le agradeció:—Muchas gracias.Ricardo, como un niño obediente, salió de la habitación con un aire triste.Diego cargó a Marina con cuidado y la sentó junto a la mesa. Luego, con delicadeza, le limpió las manos con una toallita húmeda antes de sentarse frente a ella.Sus ojos no dejaban de mirarla, y la tensión se sentía en el aire.Marina tomó el tenedor y empezó a comer lentamente, saboreando cada bocado. Diego la observaba en silencio, hasta que finalmente preguntó en un tono suave:—Marina, ¿cuándo planeas regresar a Estelaria?Marina hizo una pausa breve, levantó la mirada y respondió con una sonrisa tenue:—Mañana voy al Grupo D&M a firmar el contrato, y pasado mañana vuelo de regreso a
Después de la videoconferencia, Ricardo salió del cuarto de Marina.Al regresar a su habitación, no podía quitarse de la cabeza la mirada de su jefa, esos ojos que parecían haber llorado bastante.Agarró su celular, buscó la juguetería más cercana al hotel y, sin pensarlo mucho, salió a comprar.Regresó con una bolsa en la mano y tocó la puerta de Marina.Al escuchar el llamado, Marina se movió en su silla de ruedas para abrir.Ricardo, un poco nervioso, le extendió la bolsa y, mientras se tocaba la nariz con timidez, dijo:—Jefa, esto es para... digamos que desestresarse un poco. Bueno... me voy ya.Sin esperar respuesta, salió corriendo hacia su habitación.Marina, curiosa, cerró la puerta, abrió la bolsa y vio lo que había dentro: un peluche, un saco antiestrés y un par de objetos más.Se quedó unos segundos en silencio, sorprendida, y luego sonrió. Ricardo en serio al parecer había tenido un detalle.Tomó el saco antiestrés, lo apretó entre las manos y notó lo suave y elástico que
Margarita sonrió educadamente.—Sí, le agradezco. Rebeca, sin perder el ritmo, cambió de tema con un tono de complicidad.—No lo puedo creer, el jefe te cuida tanto que despidió al subgerente solo por ti.Ambas habían escuchado el mismo chisme que las empleadas de la cafetería.Margarita bastante incomoda forzó una sonrisa.—El despido del subgerente no tiene nada que ver conmigo.Rebeca soltó una risa sarcástica.—Ay, no te hagas. Todos lo sabemos ya.Margarita suspiró resignada. Aunque tratara de negarlo, parecía que todos ya se habían hecho su propia idea. Aún así, no podía evitar sentirse un poco aliviada al saber que ese subgerente, que siempre le causaba problemas, ya no estaba....Mientras tanto, Marina y Ricardo salieron del café y fueron directamente al Grupo D&M.El elevador subió hasta el piso de la oficina del presidente. Al llegar, Ricardo empujó la silla de ruedas de Marina hasta la oficina y luego se quedó esperando afuera.Marina entró con las tazas de café que había
En el pasillo del hospital, Ricardo caminaba de un lado a otro, visiblemente ansioso. Su mirada no se apartaba de la puerta de emergencias, esperando cualquier novedad.De repente, al final del pasillo, apareció Diego junto a Daniel. Su expresión era severa, y la tensión que irradiaba era palpable.—¿Dónde está? —preguntó Diego, con voz firme.Antes de que Ricardo pudiera responder, Rebeca se adelantó apresurada:—Jefe, Mari ya fue trasladada a una habitación normal.Ricardo la miró con incredulidad y molestia.—No, la jefa sigue en emergencias.Diego lanzó una mirada sombría a Rebeca antes de volver su atención a Ricardo.—¿Qué fue lo que le sucedió? ¿Qué lesiones tiene Marina?Ricardo tomó aire para calmarse y explicó:—Todavía no tengo toda la información. Solo sé que fue derribada en el baño del Grupo D&M. No he tenido oportunidad de averiguar los detalles exactos.En ese momento, la puerta de emergencias se abrió, y un médico salió al pasillo. Diego y Ricardo se apresuraron a acer
Verónica entró al ascensor, y al ver que había varias personas, decidió esperar. Quería averiguar qué hacía Diego: si no iba a ver a Margarita, ¿entonces adónde iba?Cuando el ascensor quedó vacío, Diego salió en el piso doce, y Verónica lo siguió con cuidado. Lo vio entrar en una habitación custodiada por guardias de seguridad. Para no llamar la atención, fingió buscar otra habitación, pero al pasar junto a la puerta, una enfermera salió, dándole la oportunidad de mirar discretamente hacia adentro.Lo que vio la dejó helada: Diego estaba besando a una mujer. Por un momento, quiso entrar y enfrentarlo, pero suspiro y se contuvo.Dentro de la habitación, Diego dejó una bolsa sobre la mesa y miró a Marina, quien, como siempre, intentaba trabajar.—Deja eso ya. Necesitas descansar, Marina. No te esfuerces más —le dijo con voz tranquila.Mientras tanto, en el pasillo, Verónica decidió irse. Tomó el ascensor de regreso, pero estaba visiblemente molesta. Sus pensamientos iban a mil: ¿Cómo l
El número que aparecía en la pantalla era desconocido, pero Yolanda decidió aun así contestar.—Señorita Yolanda, yo soy la madre de Victor —La voz de Josefa sonaba seria.Yolanda sintió un mal presentimiento al instante. Sabía perfectamente por qué estaba llamando.—No voy a dar rodeos, señorita Yolanda e ire con usted directo al grano. Usted y Victor no son compatibles. —Josefa no suavizó sus palabras.— Mi hijo necesita a alguien que sea su apoyo, que esté a su lado en las buenas y en las malas. Claramente, usted no es esa persona, y además, su familia está fuera de nuestro alcance.Yolanda apretó los labios, escuchando cada palabra con calma exterior, aunque por dentro algo se rompía. Sabía que este momento llegaría.—Entendido —Su voz se mantuvo firme, aunque algo apagada.— No estaré con Victor.Josefa, al oír su respuesta, bajó un poco el tono, pero su determinación seguía intacta:—Me alegra escuchar eso. Y de veras confío en su palabra. Fátima ha estado al lado de Victor todo es