Marina ya no tenía duda alguna: el hombre a su lado era, sin lugar a dudas, Diego.Sabía que él había regresado sano y salvo.Sin embargo, aunque lo tenía de nuevo a su lado, no podía evitar mirarlo de vez en cuando en silencio.Cada vez que lo hacía, él respondía con una sonrisa traviesa y decía:—¿Te parece que estoy guapo?Marina, incómoda y sin saber en ese momento qué contestar, pensaba para sí misma: Con esa cara hinchada que tiene ahora, guapo no sería en realidad la palabra adecuada.Tras varios días de hospitalización, finalmente le dieron el alta.Un auto ya la esperaba en la entrada.Diego, siempre atento, la ayudó a subir al vehículo con sumo cuidado.Le ajustó el cinturón de seguridad y, enseguida, sacó un libro, dispuesto a leerle al bebé.—¿Un bebé de menos de un mes? ¿De verdad crees que lo haces por él o por ti? —Marina, visiblemente irritada, lo interrumpió de inmediato con una mezcla de incredulidad y fastidio.Diego cerró el libro sin perder la calma y respondió con
—Como era de esperarse, los hombres son, en general, poco confiables —Marina lanzó enseguida su queja al aire, cargada de frustración.Reclinada cómodamente en el sofá, tomó un tomate cherry y se lo llevó en ese momento a la boca. Estaba dulce, nada ácido, con un sabor exquisito.Tras saborearlo, continuó con su comentario:—Diego, ¿cómo es posible que no sepas algo tan básico? ¿Lavar calcetines junto con la ropa sucia? ¿No te parece algo asqueroso?Un rato antes le había pedido a Diego que lavara la ropa, una tarea aparentemente sencilla. Sin embargo, él no solo había mezclado todas las prendas sin discriminación, sino que incluso había metido los calcetines junto con el resto de la ropa.¡Esto era algo inadmisible!Tomó otro tomate, buscando aplacar el enojo que se había apoderado de ella. Era extraño: antes, cuando miraba a Diego, todo en él le parecía admirable. Ahora, en cambio, cualquier cosa que hacía le resultaba ser bastante irritante. ¿Será que ya han superado la etapa dulce
Diego emitió un sonido neutral, indiferente, dejando claro que no pensaba dar mayor importancia al tema.Julio, con el semblante algo tenso, decidió cambiar de estrategia, pero como primo de Leticia, no pudo evitar en ese momento expresar su frustración.—Eres un irresponsable. Si ya no querías estar con Leticia, al menos debiste tomar ciertas precauciones.A diferencia de Diego, Julio siempre se había considerado alguien precavido. Aunque tuviera una vida amorosa agitada, jamás descuidaba las medidas de protección; sabía que era lo correcto y lo más sensato para evitar tener complicaciones futuras.Diego, imperturbable, se reclinó en su silla, cruzó las piernas con elegancia y tomó un libro que comenzó a hojear sin prisa alguna. Sus movimientos transmitían una indiferencia absoluta hacia los reclamos de Julio.—Nunca he estado con tu prima. Los niños no son míos —dijo con una sonrisa cínica que parecía un desafío velado.Él no tenía nada que ver con eso. Al fin y al cabo, él no era Di
—Diego, ¿podrías ir al supermercado a comprar algunas cosas? Te haré una lista.Marina apartó de inmediato la mano que él había dejado sobre su hombro, se llevó teatralmente la suya a la espalda, fingiendo dolor, y se dirigió a buscar un bolígrafo y papel.Diego observó con detenimiento su exagerado gesto con calma.Marina escribió con rapidez una larga lista que incluía productos básicos y algunas frutas. Estaba segura de que él tardaría al menos una hora, así que no se preocupó demasiado.Cuando terminó, le entregó la lista con una sonrisa cautivadora.—Apúrate y regresa pronto, ¿sí?Diego, recostado cómodo en el sofá, la miró con sus ojos oscuros y profundos. Echó un ligero vistazo a la lista, que no contenía más que artículos de uso cotidiano y algo de fruta.—Apúrate —repitió Marina sin apartar la vista de la televisión, dándole suaves golpecitos en las piernas con un cojín—. ¿Qué pasa contigo? Últimamente estás más flojo que nunca. Antes siempre eras tan eficiente.El comentario
Al recordar cómo él la había ayudado a bajar del auto con tanta delicadeza, Marina pasó la noche en vela, dando vueltas y vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño. Su único deseo era hablar con él.Tras un largo tiempo de ausencia, Leticia había regresado a Marbesol. Ese día acompañaba a su madre y a su tía a un evento.Viviana avanzaba con aire altivo, su paso firme y una amplia sonrisa reflejaban en ese instante su confianza. Aún no habían llegado al lugar cuando, sin detenerse, giró ligeramente la cabeza hacia Leticia y le preguntó:—¿Y Diego? ¿Dónde está ahora?—En Marbesol —respondió Leticia con serenidad, mientras revisaba atenta su celular para responder algunos mensajes de sus amigas, quienes organizaban una reunión para esa misma noche.—¿Cuándo piensas traer a Diego a casa para una comida? ¿Y para cuándo la boda? Hay que hablar de esos temas ¿No crees? —Viviana la llenó de preguntas sin darle respiro.—Mamá, no hay prisa para eso —contestó Leticia con calma, aunque un
—Esa noche, lo vi con mis propios ojos: el señor Camilo y su exesposa estaban juntos en un auto... ya sabes, teniendo sexo.Mientras tanto, Marianela, que se encontraba en el baño, alcanzó a escuchar con claridad la conversación de dos jóvenes que hablaban afuera.—¿En el auto? ¡Vaya, cómo se divierten! —comentó una, acompañando sus palabras con una risa cómplice.Marianela frunció el ceño al oír eso.¿Qué significaba exactamente? ¿Estarían acaso refiriéndose a su hijo?Si era así, ¡eso solo podía significar que Marina estaba involucrada con dos hombres al mismo tiempo!Aunque no era de las que se dejaban llevar por rumores, especialmente cuando provenían de desconocidas, la duda comenzó en ese momento a inquietarla. Quizás hablaban de alguien más, pero no podía evitar sentir preocupación. Guardó esos pensamientos para sí misma mientras regresaba al salón privado.El evento estaba a punto de concluir, así que decidió acompañar a Leticia y a los demás a cenar.Al entrar, notó que Macare
—Marina, esta agua, que al principio estaba fría, ya está tibia, y en poco tiempo estará lo suficientemente caliente como para cocer la yema de huevo. Mi corazón, sin embargo, ya ha sido cautivado por ti. De solo gustarme, he llegado a amarte.Cuando Marina despertó, sus ojos estaban llenos de lágrimas, aunque no era consciente de ello.Se llevó una mano a la oreja, reviviendo en ese instante las palabras que Diego había susurrado en su sueño.Subió la manta hasta cubrirse por completo y, oculta bajo las sábanas, comenzó a llorar en silencio.Un mes después, entendió algo: el hombre que dormía en la habitación contigua ya no era el Diego que ella conocía.Qué desastre...Mientras tanto, en la habitación de al lado, él observaba con detenimiento a la mujer que se acurrucaba bajo las sábanas. Con el dedo índice, jugaba distraído con el estuche de su celular, perdido en sus pensamientos.Era curioso, ¿por qué volvía a dudar? Antes de la hipnosis, Marina ya había sido sometida a una brutal
El hombre le lanzó una mirada rápida a Marina antes de dirigirse al baño.Cuando salió de la ducha, la encontró buscando algo con evidente frustración.—Marina, ¿qué estás buscando?—El colirio. Qué raro, estaba segura de que lo dejé aquí... ¿por qué no aparece? Es extraño.—Está en la habitación. Déjame, yo lo busco —respondió él, arqueando una ceja antes de dirigirse al dormitorio.Marina se quedó un instante inmóvil, observando atenta cómo su espalda desaparecía en el interior de la habitación. Parpadeó, desconcertada. ¿Cómo era posible que siempre supiera dónde estaba todo?Selena, que acababa de terminar de limpiar la cocina, apareció justo en el pasillo.—Señorita Marina, me voy ahora. Iré a comprar los ingredientes para el almuerzo y regreso más tarde.—Perfecto, Selena. Cuídate en el camino.En ese momento, el hombre volvió del dormitorio llevando un frasco de colirio en la mano.—Este colirio está caducado. Iré a comprar uno nuevo. ¿Necesitas algo más?Marina reflexionó por un