Diego apenas había desabrochado el sostén de Marina cuando sonó su celular.Intentó apagarlo, pero ella lo detuvo.Era Yolanda.La invitaba a jugar billar.Pensó Marina: Las amigas primero. Los hombres pueden esperar.Aceptó la invitación y, tras colgar, calmó a Diego con una sonrisa y lo convenció de marcharse.Se cambió rápidamente, tomó las llaves del auto y se dirigió al billar para encontrarse con Yolanda.—Marina, ya te esperábamos —dijo Yolanda, saludándola con la mano.Yolanda había reservado toda la sala.Jóvenes vestidos de lujo, llenaban el lugar.Eran los hijos de las familias más ricas.Marina reconoció a algunos de ellos. Los había visto acompañando a Camilo en eventos.De hecho, al llegar, dos hombres fueron informados: Diego, a quien había enviado de vuelta al Hotel Regal, y Camilo.Algunas mujeres ricas la observaban con curiosidad y desdén.Pensaron: ¿Una secretaria divorciada? ¿Y conoce a Yolanda?Para ellas, Marina no significaba nada.Ella, por supuesto, notó las m
Llevaba una camiseta negra y pantalones a juego. En su brazo, se destacaba un tatuaje de cobra negra. Diego giró la cabeza hacia Marina.—¡Señor Diego, pero qué travieso eres! —dijo ella con una sonrisa.Aunque había logrado convencerla de regresar al hotel, él volvió a buscarla. La luz de la farola iluminaba su rostro radiante.Dentro del auto, el corazón de Camilo latía con fuerza.—Arráncale ya —ordenó al conductor, girando la cabeza.El auto se puso en marcha, pasando frente a un billar, donde un tipo llevaba a una mujer a cuestas. Diego sostenía a Marina firmemente por las caderas, su cuerpo cálido contra su amplia espalda. El aliento de Marina le acariciaba la oreja.—¿Vamos a casa? —preguntó él, mirándola de reojo.—Primero, dame un beso antes de todo—Marina dijo haciendo un puchero.Diego soltó una risa profunda y seductora.Su mano en sus nalgas se tensó un instante antes de relajarse.—No juegues conmigo.Marina se tapó la boca y se rio.Diego continuó caminando con ella
Diego, al sentir un dedo en su pecho, abrió los ojos con una mezcla de resignación y pereza. Despertó a Marina, que seguía acurrucada junto a él.—Llegaremos algo tarde al trabajo.La noche anterior había sido agotadora. Marina, sin fuerzas, había inventado una excusa sobre una reunión importante para que él se detuviera. Aunque quería seguir en la cama, una llamada de Luis la obligó a levantarse. Le había pedido que llegara temprano. Ese día, recibirían la visita del Grupo Jurado, y TechNova tenía con ellos una relación de competencia y colaboración.—Si no quieres trabajar, puedo mantenerte yo —dijo Diego, mientras abotonaba su camisa y la miraba de reojo.—No es muy necesario —respondió Marina, entre bostezos y con los ojos entrecerrados.Se sentó, aún envuelta en las sábanas. Diego, tras ponerse el reloj, se acercó y ajustó el tirante de su camisón que se le había deslizado. Sus dedos rozaron suavemente su hombro desnudo, provocando un estremecimiento en Marina, que se levan
Después de primero abordar los asuntos importantes, Camilo lanzó algunas indirectas.Era bien sabido que Luis y Camilo no se soportaban.—Tus fuentes son rápidas en trasmitir todo tipo de información y chismes. Empiezo a sospechar que tienes a alguien dentro del Grupo Jurado —dijo Camilo con calma.—Sigue sospechando —replicó Luis con una sonrisa tensa—. Señorita Marina, tengo hambre. ¿Vamos a comer? ¿Nos acompaña, señor Camilo?Camilo asintió, sorprendiendo a Luis, que solo había hecho la invitación por cortesía.Marina envió la dirección del restaurante a Quiles.Ellos decidieron ir en su propio auto, mientras que ella subió con Luis.Marina llamó al restaurante para ajustar la reserva.—¿Por qué habrá decidido Camilo unirse? —preguntó Luis, tras colgar la llamada.Masticando chicle, lanzó una mirada curiosa a Marina.—Ni idea —respondió ella con indiferencia.Luis la miró de reojo, fijándose en su cuello, y sonrió con cierta insinuación.—Parece que tienes una vida nocturna bastante
Luis decidió ir a Residencial La Felicidad por impulso.Leticia, con un vestido suelto, se miró el vientre.—Luis, qué sorpresa verte. ¿Qué te trae por aquí? —sonrió.Al ver su rostro radiante, Luis se tranquilizó.—Pensé que estarías deprimida y quise pasar entonces a verte.—¿Por qué? —preguntó ella, extrañada.—Por Diego y Marina —respondió él sin rodeos.Leticia bajó la mirada y apretó los labios.—Estoy bien, Luis.No dijo más.Luis se levantó.—Si necesitas algo, solo avísame.Leticia lo despidió, observó el auto alejarse y volvió a la casa.Con una mano sobre el vientre, reflexionó en silencio....En la casa de los Vásquez, la cena era especialmente generosa.—Cariño, mañana Marina hará la transferencia —dijo Mafalda, sirviendo a Jorge su plato favorito con afecto.—Has trabajado duro estos días —comentó Jorge, satisfecho con su dedicación.—Tú también. Un día de estos, invitemos a Marina a cenar. Al final, seguimos siendo familia —añadió con una sonrisa.—Mamá, estaba antes mu
Marina no se dio cuenta de cuándo Diego colgó la llamada.Seguía recostada en su pecho, su cuerpo temblando ligeramente, aún sensible después del clímax.—Dime, ¿qué te puso tan animada hoy? —preguntó Diego, apoyando su mentón en su hombro y rodeándola por la cintura.—Es que te veías de veras increíblemente atractivo hablando por el celular —respondió Marina entre jadeos, con los ojos entrecerrados, sin decir la verdad—. Quiero darme un baño.Diego le sujetó el mentón, girando su rostro hacia él, mirándola fijamente.Marina le devolvió una mirada desafiante.—Voy a bañarme. No tomaré la iniciativa la próxima vez. Lo complicas todo.Diego no notó nada inusual en su expresión.Ambos se ducharon juntos.Después, aún era temprano, y se acurrucaron en el sofá para ver una película.En realidad, Marina veía la película, Diego solo la acompañaba.—Esta película de terror da mucho miedo —dijo Marina, fingiendo estar asustada mientras se aferraba a la bata de Diego.—Oh, ahí está el fantasma.
Mafalda apenas había subido al auto cuando recibió un mensaje de otro desconocido, distinto al que le había comprado las fotos.Desconocido: [Señora Mafalda, ofrezco diez millones de dólares por información sobre Marina en el orfanato.]Al leer esa cifra, una mezcla de sorpresa y satisfacción la invadió. Pensó: ¿Cuántos enemigos habrá hecho mi hija mayor? ¡Qué mala suerte!Mafalda: [Por veinte millones te vendo una foto.]Desconocido: [Una foto no vale tanto. ¿Tienes los negativos?]Mafalda dudó un instante y respondió: [Por treinta millones te los doy.]Desconocido: [Hecho.]Alberto, el guardaespaldas asignado a Marina tras el accidente, le mostró el celular. Marina revisó el mensaje y se lo devolvió.—Gracias. Transfiérele los treinta millones y ve a recoger los negativos.Sabía que había dado muchas vueltas solo para asegurarse de recuperar los negativos. Si desde el principio hubiera accedido a pagar los setecientos millones por las fotos, Mafalda jamás los habría entregado. Ahor
Marina no sabía cómo describir lo que sentía.Al salir de la comisaría tras dar su declaración, se subió al auto, todavía empapada en sudor.Sus labios estaban pálidos.Esas personas tarde o temprano descubrirían que fue ella quien los delató.Años atrás, cuando dejó el orfanato, Marina y César pensaron ingenuamente en ir a la policía, pero algo los frenó.Esa gente no era buena. Para ellos, una vida solo representaba una cifra en sus bolsillos.Marina encendió el auto, mordiéndose los labios suavemente, tratando de bloquear los recuerdos dolorosos de esos años....Mafalda había vendido las fotos y los negativos de Marina, obteniendo treinta y dos millones de dólares.Al llegar a casa y ver a Jorge, no supo cómo explicarle lo sucedido.—¿Cuándo harán la transferencia? —preguntó Jorge, frunciendo el ceño.—Cariño... ella me engañó —respondió Mafalda, tensándose un instante antes de continuar, incómoda.Jorge, furioso, respiraba con dificultad.—Entonces, Marina no nos dará los setecien