Capítulo 138
Llevaba una camiseta negra y pantalones a juego.

En su brazo, se destacaba un tatuaje de cobra negra.

Diego giró la cabeza hacia Marina.

—¡Señor Diego, pero qué travieso eres! —dijo ella con una sonrisa.

Aunque había logrado convencerla de regresar al hotel, él volvió a buscarla.

La luz de la farola iluminaba su rostro radiante.

Dentro del auto, el corazón de Camilo latía con fuerza.

—Arráncale ya —ordenó al conductor, girando la cabeza.

El auto se puso en marcha, pasando frente a un billar, donde un tipo llevaba a una mujer a cuestas.

Diego sostenía a Marina firmemente por las caderas, su cuerpo cálido contra su amplia espalda.

El aliento de Marina le acariciaba la oreja.

—¿Vamos a casa? —preguntó él, mirándola de reojo.

—Primero, dame un beso antes de todo—Marina dijo haciendo un puchero.

Diego soltó una risa profunda y seductora.

Su mano en sus nalgas se tensó un instante antes de relajarse.

—No juegues conmigo.

Marina se tapó la boca y se rio.

Diego continuó caminando con ella
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